Roc¨ªo, Par¨ªs-Dakar
La peste equina no ha mermado la afluencia a la peregrinaci¨®n
"?ste es el Roc¨ªo del Par¨ªs-Dakar!", exclama la peregrina, con el nombre de la Virgen y Ortiz por apellido. La joven se echa a la orilla para evitar que el romero motorizado la atropelle en su particular incursi¨®n junto a las carretas de la hermandad de Triana. Sin caballos, prohibidos por la epidemia de peste equina -"pero con caballeros", apostillan los de Jerez-, la romer¨ªa del Roc¨ªo congrega hoy a cientos de miles de personas en torno a la ermita de la Virgen m¨¢s popular de Andaluc¨ªa. La ausencia de caballos le resta vistosidad, pero la afluencia apenas ha descendido.
Fernando Merlo, el conductor temerario, se ha comprado para la ocasi¨®n este veh¨ªculo de cuatro ruedas, mitad moto mitad tractor. "Siempre hac¨ªa el camino a caballo y con este cacharro por mucho vino que bebas no caes y, si te echas novia, tambi¨¦n la puedes llevar a la grupa". Este piloto de Iberia acelera como si fuera a despegar el Boeing y sigue adelante por la cuesta de Castilleja. El ruido del motor tapa por un momento el sonido de tambores y panderetas.El Roc¨ªo, 1990. La ausencia de caballos le resta vistosidad, pero la afluencia no ha bajado de forma notable, seg¨²n confirman en el gobierno civil de Huelva. Las autoridades hablan del mill¨®n de visitantes y los alquileres de todoterreno se han disparado. Ya lo advert¨ªa en bando el alcalde de Almonte, Rafael Domingo D¨ªaz L¨®pez: "La grandeza del Roc¨ªo no se puede medir por la presencia o no de uno de los tantos elementos que la componen".
Tubos de escape por doquier, camino de la aldea de El Roc¨ªo, situada a 15 kil¨®metros de la localidad onubense de Almonte. Aroma de gas¨®leo y romero. Devoci¨®n y jarana, rezos y sevillanas, pobres, ricos, hombres con traje corto, mujeres de flamenca, travestidos y mariquitas. De todo hay en la mayor romer¨ªa andaluza.
Ochenta hermandades -Incluso de Barcelona o Madrid vienen, pero la mayor¨ªa proceden de Huelva, Sevilla y C¨¢diz- han peregrinado hasta presentarse, el s¨¢bado, ante la Blanca Paloma, la Reina de las Marismas.
Atr¨¢s quedaban varios d¨ªas de camino. El mi¨¦rcoles, tras la misa de romeros en la iglesia de El Salvador, lo emprend¨ªa la hermandad de Sevilla. La carreta del sinpecado, el estandarte que reproduce la imagen de la Virgen, iba en cabeza. A cont¨ªnuaci¨®n, una docena larga de carretas blancas, tambi¨¦n tiradas por bueyes. Los ¨²nicos caballos, los de los cuatro polic¨ªas nacionales que custodiaban el cortejo.
Hermandades de C¨¢diz
Ese mismo d¨ªa, Sanl¨²car de Barrameda acog¨ªa a las hermandades procedentes de C¨¢diz. All¨ª cruzaban en barcaza el Guadalquivir para adentrarse en el coto de Do?ana. El paso de las ocho hermandades era este a?o m¨¢ r¨¢pido, seg¨²n el barquero Boby porque Ios caballos se asustan y se tarda m¨¢s".Sin embargo, hab¨ªa j¨ªnetes recalcitrantes. Como Manuel, de El Puerto de Santa Mar¨ªa, que llevaba puestos los zajones aun que viajaba en la carriola de un tractor, o los pasajeros de un jerezano Citro¨¦n 2 CV, adornado con dos caballos de pl¨¢stico.
Las mujeres se recogen los volantes de la falda para alcanzar la orilla del coto de Do?ana A¨²n quedan unos 40 kil¨®metros para el Roc¨ªo. El alcalde de carretas ordena la comitiva. Por de lante va el sinpecado, cubierto con un pl¨¢stico para preservarlo del polvo. A continuaci¨®n, el resto de las carretas, tractores con remolque, land-rovers y patrols.
Andr¨¦s camina por las arenas. Lleva andados 23 kil¨®metros desde Jerez de la Frontera. Rociero con 35 de veteran¨ªa, recuerda que, a¨²n en 1962, "ven¨ªamos 24, contando ch¨®feres y mozos". Hoy su hermandad, la de Jerez, desplaza unos 150 veh¨ªculos, la mitad que la de Triana, que di spone hasta de camiones.
Los veh¨ªculos avanzan lentamente por las arenas. De vez en cuando alguno queda varado. El par¨®n es m¨¢s llevadero con unas sevillanas, una copita de vino o una cerveza. Las botellas se tiran a los ribazos. Las brigadillas de limpieza tendr¨¢n buena tarea en el parque nacional.
Cae el sol entre los pinos al llegar a Las Marismillas, el lugar de acampada. De los veh¨ªculos salen tiendas de campa?a, colchones, sillas, faroles, bombonas de butano y hasta duchas. Una abuela vestida de flamenca da ¨®rdenes a la familia desde su silla plegable. Cena en torno al fuego antes de acudir al rezo del rosario, junto al sinpecado.
Es medianoche. Los misterios concluyen con una salve. El silencio dura segundos, roto por la primera sevillana. Otra y otra, as¨ª hasta que el cansancio rinde a los romeros. Una pareja camina de la mano hacia la soledad del pinar.
Al amanecer, el tamboril despierta a los peregrinos. Despu¨¦s de la misa, se reemprende el camino hacia las Carboneras, la pr¨®xima etapa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.