Versos en el palacio
Dos generaciones se encuentran para rendir homenaje a dos poetas muertos
En un ambiente solemne, caluroso y preciso, dos generaciones de poetas espa?oles llenaron de versos, el viernes por la noche, el patio principal del Palacio Real de Madrid. Aunque convocaban los Reyes, como es preceptivo, no estuvieron ni don Juan Carlos ni do?a Sofia, y los numerosos asistentes a la velada, la segunda de este car¨¢cter que organiza el Patrimonio Nacional, no pudieron tampoco vislumbrarles en las numerosas ventanas del recinto. El acto se convirti¨®, por otra parte, en un homenaje a dos poetas recientemente muertos, Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma, que fueron adem¨¢s amigos o maestros de los que leyeron sus versos.
Fue como el trasvase Tajo-Segura. Por un lado hab¨ªa poetas de la generaci¨®n del cincuenta: Claudio Rodr¨ªguez, ?ngel Gonz¨¢lez, Antonio Gamoneda. Y como presencia figurada, la de Barral: su viuda, Ivonne, se sent¨® en la mesa porque la organizaci¨®n quiso rendir as¨ª un recuerdo al editor que fue esencialmente poeta. Resulta que Barral fue el primero que hab¨ªa sido invitado a esta velada por Ioanna Slotescu, que fue quien la prepar¨®. Y en el otro lado de la larga mesa de poetas, los que nacieron en los cincuenta, precisamente: Luis Garc¨ªa Montero, ?ngel Rup¨¦rez, Juan Carlos Su?¨¦n. Cada uno de los junior fue elegido por los seniors para estar presente" y as¨ª Gamoneda eligi¨® a Su?¨¦n, Rup¨¦rez fue elegido por Rodr¨ªguez y ?ngel Gonz¨¢lez eligi¨® a Montero.Tan distantes en el tiempo y parece que se miran. Eso dijo Su?¨¦n, que se encarg¨® tambi¨¦n de introducir la coincidencia. Para ¨¦l, ambas generaciones se encuentran al cabo del tiempo a pesar de vislumbrar las dos distintas maneras de ver las cosas. Gamoneda, por ejemplo, representa la esperanza de los hombres, la poes¨ªa civil; Gonz¨¢lez es equilibrado y justo, y grave, como dice ¨¦l que es Machado: un poeta civil, un humanista que vive y lo cuenta; Garc¨ªa Montero tiene un o¨ªdo cl¨¢sico y una voz moderna y rica en recursos; Rodr¨ªguez entronca con Blas de Otero, san Juan de la Cruz o Gerald Manley Hopkins, pero se refleja tambi¨¦n en Jorge Guill¨¦n y el citado de los Machado; Rup¨¦rez es propietario de "una mirada humana capaz de brillos asombrosos". Claro, Su?¨¦n no pod¨ªa librarse de una descripci¨®n. Como ¨¦l no la pod¨ªa hacer, la introdujo Slotescu: "Es un hombre de acci¨®n y un contemplativo".
Fue una velada po¨¦tica que quiso demostrar que existe, en efecto, "una resurrecci¨®n del gusto espa?ol por la poes¨ªa", seg¨²n se?al¨® la citada Slotescu. Debe ser verdad: aparte de la legi¨®n de: alumnos de la Escuela de Letras, que acudieron al acto, el patio estaba lleno de un n¨²mero de personas bastante superior al que: suele ser habitual en un recital de, versos. La organizaci¨®n introdujo la m¨²sica para ilustrar el homenaje a Barral y a Biedma. Pedro ?vila, cantante y compositor que ha trabajado los versos de la generaci¨®n del cincuenta, canto poemas de Barral y de Biedma.
Los j¨®venes y los mayores parece que se miran, pero recitan de muy distinto modo. Garc¨ªa Montero, que es granadino, debe ser una combinaci¨®n entre Alberti y Lorca, pero como ley¨® poemas de amor pareci¨® tambi¨¦n Pedro Salinas; Su?¨¦n fue m¨¢s sobrio: ley¨® sentado y produjo versos de car¨¢cter hist¨®rico que le dieron la raz¨®n a Slotescu sobre su car¨¢cter contemplativo; Rup¨¦rez, muy veloz, pas¨® por encima de sus versos como un corredor preocupado por el destino de su pueblo, Castilla, a la que se ve "como una necesidad sentida en el verano".
Los mayores. Gamoneda us¨® la iron¨ªa para presentarse como un provinciano de Le¨®n, pero en seguida ley¨® su poema, que es globalmente una s¨²plica "para que no muera m¨¢s la criatura del dolor: Espa?a". Gonz¨¢lez, vestido de blanco, con barba igualmente cana, ley¨® de pie, como Gamoneda, acaso para explicar la estructura de su poes¨ªa, que es la de quien piensa que un hombre es "un hombre como un a?o para nada". Y Claudio Rodr¨ªguez. Sentado, ir¨®nico, convirti¨® su intervenci¨®n en un ballet de palabras, como ¨¦l dijo, y termin¨® preocupado por la lejan¨ªa de su r¨ªo, el Duero, al que llam¨®, sin embargo, "r¨ªo duradero".
Babelia
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