Una cuesti¨®n secundaria
La derecha cat¨®lica lo tiene as¨ª de claro: la Ley de Ordenaci¨®n General del Sistema Educativo (LOGSE) es discriminatoria, no garantiza la libertad de ense?anza, ni la participaci¨®n de los padres en la educaci¨®n de sus hijos, ni el derecho de ¨¦stos a recibir formaci¨®n religiosa o moral. Ante tales violaciones de los derechos m¨¢s b¨¢sicos, la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica se rasga las vestiduras, da pasto a sus homil¨ªas, monta manifestaciones y est¨¢ armando la marimorena. Y demostrando que no es tan f¨¢cil ni sencillo ponerse de acuerdo sobre algo tan previo y elemental como el significado de los derechos m¨¢s reconocidos, el derecho a la educaci¨®n, a la libertad e igualdad de ense?anza. Efectivamente, no lo es. Mientras unos entienden que libertad implica pluralidad y, por tanto, indeterminaci¨®n respecto a ciertas ideas demasiado claras y precisas, los conservadores piensan y proclaman que se limita injustamente el derecho a la educaci¨®n si no se garantizan, al mismo tiempo y gratuitamente, todas las opciones -y en especial la de uno- en igualdad de condiciones.Me cuesta mucho entender la postura de la Iglesia y, porque me cuesta, me huele a chamusquina. Como, por otro lado, conf¨ªo en las fuerzas de los argumentos y del di¨¢logo, voy a intentar razonar un poco, a ver si conseguimos aclarar algo. Pienso, en primer lugar, que el derecho a la educaci¨®n no puede significar ni el mero derecho de todo ni?o o ni?a a ser escolarizado -eso ser¨ªa el derecho a la guarder¨ªa- ni el derecho de todos y cada uno de los ni?os y ni?as espa?oles a recibir el tipo exacto de educaci¨®n religiosa que querr¨ªan sus padres, de acuerdo con las creencias y convicciones que sustentan. Partimos del supuesto de que vivimos en una sociedad plural en cuanto a creencias, ideolog¨ªas y estilos de vida. Desde tal supuesto, que hay que aceptar porque es una realidad, la ¨²nica oferta justa por parte de la educaci¨®n p¨²blica -es decir, la educaci¨®n para todos- es la de la escuela laica. La educaci¨®n financiada por todos los espa?oles tiene que ser tambi¨¦n plural, no puede ni debe privilegiar ninguna opci¨®n confesional, no puede ni debe pronunciarse a favor de una u otra ideolog¨ªa o religi¨®n. Ha de limitarse a permitir y ofrecer, porque as¨ª lo exigen unos acuerdos previos, que se ense?e la religi¨®n como asignatura optativa. Pero, como estamos viendo, a la Iglesia conservadora esto le sabe a poco. Y alega varias cosas, entre otras que la ley es pobre, que le falta una concepci¨®n del ser humano sin la cual -dice- no es posible educar. ?C¨®mo vamos a educar si no sabemos de antemano qu¨¦ tipo de persona queremos que sean nuestros hijos o alumnos? Educar es, en efecto, conducir y dirigir en un determinado sentido. Y tendr¨ªan raz¨®n quienes as¨ª critican a la ley si fuera cierto lo que dicen. Pero es que no lo es. En la LOGSE hay, sin duda, una idea de persona, la ¨²nica que puede imponer hoy por hoy una ley democr¨¢tica: la persona como ser capaz de convivir c¨ªvica y respetuosamente en una sociedad abierta a diferentes creencias y formas de vida.
Discrepo, pues, y en primer lugar de la concepci¨®n que tiene la Iglesia sobre el derecho a la educaci¨®n. Es anacr¨®nica y no corresponde al tipo de sociedad en que vivimos. Pero adem¨¢s, y con todos los respetos hacia una religi¨®n que fue y en cierto modo sigue siendo la m¨ªa, me atrevo a opinar que la Iglesia se equivoca en sus esfuerzos por mantener la religi¨®n a toda costa dentro de la educaci¨®n. Reconozco que ah¨ª ya me meto en un terreno que no es el m¨ªo, sino el suyo, que me perdonen. Vuelvo a constatar la equivocidad de las palabras, pues, para m¨ª, educar religiosamente es otra cosa. Es lo que hac¨ªan con nosotras las monjitas y con los chicos los curas. No me extra?a que no satisfaga a los obispos la disposici¨®n de la ley seg¨²n la cual la ense?anza de la religi¨®n es "de oferta obligatoria para los centros y de car¨¢cter voluntario para los alumnos". No les satisface porque de esta forma aparece s¨®lo como una carga para los ni?os cat¨®licos, que se ven penalizados con una clase extra. As¨ª, para paliar el desequilibrio, se les ocurre proponer la socorrida m¨¢xima del "caf¨¦ para todos", generalizar la penalizaci¨®n y que se mantenga esa absurda alternativa entre religi¨®n o ¨¦tica que nunca ha funcionado. Nunca ha funcionado, pero eso no importa. Lo que importa es preservar una igualdad formal: los que no se apunten a religi¨®n, que se apunten a ¨¦tica. Todos a clase a la misma hora.
Discrepo de nuevo, y digo que no es por ah¨ª por donde deben ir los tiros. En una Espa?a laica, la religi¨®n s¨®lo puede ense?arse de dos formas. Como Historia Sagrada, en la escuela p¨²blica y obligatoriamente para todos; es decir, como introducci¨®n a unos mitos, s¨ªmbolos y creencias que forman una parte irrenunciable e important¨ªsima de nuestra tradici¨®n y de nuestro mundo. O como catequesis, fuera de la escuela, para los ni?os y ni?as de padres cat¨®licos. Una asignatura lo esclerotiza todo. Y entiendo que la religi¨®n para el creyente debe ser algo m¨¢s integrado en la vida de uno. Lo que en otros tiempos se ense?¨® por el procedimiento de la autoridad y el dogma, ahora debe encontrar otros cauces y quiz¨¢ otro contexto. Sobre todo, hay que saber dar a cada cosa la dimensi¨®n p¨²blica o privada que debe tener. Y la religi¨®n -lo dijo Locke hace ya tres siglos- es una opci¨®n de la vida privada. En cambio, conocer la historia y los or¨ªgenes de la religi¨®n judeo-cristiana no les vendr¨ªa mal a unos chicos y chicas que empiezan a ignorarlo y a confundirlo todo. Que no pueden visitar una catedral o un museo porque no entienden nada. Que ni les suenan los nombres de Mois¨¦s, Abraham o san Pablo. Que encontrar¨¢n luego serias dificultades para estudiar arte, literatura, filosof¨ªa o historia desconociendo qu¨¦ ha sido y significado el cristianismo para la cultura occidental. En cuanto a la ¨¦tica, cabr¨ªa decir algo parecido. Primero, que la ¨¦tica, que hay que practicar -como la religi¨®n, que hay que vivir-, no se ense?a convirti¨¦ndola en una materia que debe ser aprendida como las matem¨¢ticas o el lat¨ªn. La ¨¦tica se ense?a y se aprende a todas horas, y en cualquier clase o circunstancia, en la convivencia diaria de la escuela. Segundo, que tal vez s¨ª tendr¨ªa inter¨¦s ense?ar algo as¨ª como los principios de la Constituci¨®n o los derechos humanos. Pero en tal caso habr¨ªa que ense?arlo no s¨®lo a los ni?os ateos o de confesiones no cat¨®licas, sino a todos y como parte de una historia de las ideas, de unos fundamentos del derecho o de lo que fuera. Ahora bien, ¨¦sa es una cuesti¨®n que est¨¢ muy alejada de las preocupaciones de la Iglesia.
Lo grave de todo este asunto es lo de siempre. Que se habla y se discute hasta el aburrimiento de lo anecd¨®tico y no de lo que de verdad importa. No es justo ni bueno para el bien del pa¨ªs que una ley -reconozc¨¢moslo, sumamente respetuosa para con los acuerdos entre la Santa Sede y el Estado- est¨¦ recibiendo los palos que recibe por una cuesti¨®n lateral y secundaria. Podr¨ªa a?adir tambi¨¦n que no es justo que los reciba de donde vienen. Pues no fue precisamente ejemplar el papel de la Iglesia cuando tuvo el monopolio de la educaci¨®n en este pa¨ªs. De ah¨ª el que haya discriminaciones, desigualdades y atentados a la libertad vergonzosos. Pero no quiero utilizar la defensa del ataque ni pretendo minimizar la importancia de la religi¨®n. La tiene, por supuesto, y cualquier religi¨®n -no s¨®lo una de ellas-, para quien cree y est¨¢ en ella. S¨®lo pretendo recordar que la religi¨®n ocupa en la LOGSE un p¨¢rrafo de las "disposiciones adicionales" y a?adir que ¨¦se es el lugar que, a mi juicio, debe ocupar. La ley, sin duda, merece elogios y tambi¨¦n cr¨ªticas, tiene unos aspectos m¨¢s encomiables que otros. Pero de seguir por donde vamos y por donde nos lleven las opiniones m¨¢s vehementes, acabar¨¢ siendo aprobada en medio de in¨²tiles crispaciones y, lo que es m¨¢s lamentable, sin que hayamos podido ni siquiera abordar los puntos que merecen ser discutidos.
es catedr¨¢tica de ?tica de la Universidad de Barcelona.
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