Hace un siglo naci¨® 'el flaco' Stan Laurel, uno de los genios del cine c¨®mico primitivo
El legendario 'clown' brit¨¢nico Reg¨® a Estados Unidos junto a su compatriota Charles Chaplin
El flaco Stan Laurel labr¨® su fama mundial en las 90 pel¨ªculas, la mayor¨ªa de 30 minutos de duraci¨®n, que rod¨® junto a su compa?ero y antagonista el gordo Oliver Hardy entre 1926 y 1951. Stan Laurel, cuyo verdadero nombre era Arthur Stanley Jeffersoon, naci¨® el 16 de junio de 1890, en la ciudad inglesa de Ulverston. Desde muy joven se gan¨® la vida en el music-hall y labr¨® su primera fama en las barriadas pobres londinenses, lo que le abri¨® las puertas de la compa?¨ªa de pantomima de Fred Karno, en la que actuaba otro joven clown llamado Charles Chaplin. Una gira de la troupe de Karno a Estados Unidos decidi¨® el destino de ambos artistas, que hoy son parte esencial del genio c¨®mico del cine primitivo de Hollywood.
Si Chaplin en 1912, nada m¨¢s desembarcar en Estados Unidos en su segunda gira con Karno, comenz¨® una vertiginosa carrera hacia la celebridad mundial, Laurel en cambio tuvo que esperar paciente y laboriosamente su oportunidad, que le lleg¨® 13 a?os despu¨¦s. Como Chaplin fue contratado por Mack Sennett para actuar ante las c¨¢maras de los estudios Keystone, pero en esta etapa de su carrera californiana, Laurel hizo sobre todo funciones de actor de soporte, de antagonista de Larry Semon, del propio Chaplin y de casi todas las estrellas de la constelaci¨®n c¨®mica de Mack Sennett.Hombre muy meticuloso y preparado, dominador -hay quien asegura que Chaplin aprendi¨® de ¨¦l casi todo lo fundamental del enrevesado oficio de las tablas- de todos los recursos y variables del chiste gesticulado, lo que hac¨ªa de ¨¦l un maestro de la pantomima, trabaj¨® en la Keystone no solo frente a las c¨¢maras, sino detr¨¢s de ellas, dando rienda suelta a su capacidad para inventar y dise?ar gags. Se le consider¨® por ello, tanto o m¨¢s que actor, un creativo indispensable en los equipos de filmaci¨®n.
Las dificultades de Laurel para ascender r¨¢pidamente en la escalada hacia la fama hay quien las explica en raz¨®n a la finura de su comicidad. La sutilez a de su estilo se escapaba a la groser¨ªa de la gran producci¨®n y no se hac¨ªa visible m¨¢s que, por contraste, frente a otro. De esta idea es de donde el sagaz Hal Roach, a cuyos estudios llamaban la f¨¢brica de carcajadas, extrajo la mina de oro en que Stan Laurel se convirti¨® a partir de 1926.
Pusieron frente a ¨¦l -por consejo de un joven gagman llamado Frank Capra, que hab¨ªa trabajado con Laurel en la Keystone- a un actor antit¨¦tico, Oliver Hardy, un gordo sure?o nacido en Harlem, Georgia, y la electricidad de la risa funcion¨® a raudales. Frente a la tosquedad del norteamericano, el refinamiento de Laurel se hizo de pronto visible. Algunas de sus obras -en especial las dirigidas por Leo McCarey y Frank Capra- en el periodo Hal Roach son obras geniales, ¨²nicas en la rica historia del cine c¨®mico fundacional.
El gordo y e1flaco sobrevivieron a la escoba del cine sonoro -que barri¨® a Harold Lloyd, Buster Keaton, Harry Langdon- y siguieron haciendo pel¨ªculas hasta 1951. Pero no volvieron a alcanzar, aun siendo muy populares, el poder c¨®mico de sus cortos de los a?os 20, que son un cap¨ªtulo poco conocido pero esplendoroso de la historia de Hollywood.
Stan Laurel muri¨® en 1965, a los 75 a?os, en la ciudad de Santa M¨®nica, California.
La gracia de la cat¨¢strofe
Laurel da una patada en la espinilla a Hardy. Hardy se la devuelve. Laurel hace otro tanto. Minutos despu¨¦s, en una loca escalada de contagio todos los habitantes de la ciudad se machacan rec¨ªprocamente las espinillas.Laurel y Hardy, marineros de permiso en coche, forman con su actitud provocativa un gran atasco. En unos minutos aquello se convierte en una pelea de todos contra todos, una batalla campal. Y otro: Laurel y Hardy, fontaneros o algo parecido, se acercan a un chal¨¦ a ofrecer sus servicios. Son rechazados. Unos minutos despu¨¦s el flamante palacete ser¨¢ un anticipo de Hiroshima.
Tres formas de devastaci¨®n provocan furiosas carcajadas. Tres geniales cortometrajes de Laurel y Hardy, con MacCarey y Capra detr¨¢s de la c¨¢mara. Uno se parte de risa en ellos, despu¨¦s de 60 a?os de distancia hist¨®rica, pero bajo. esa gozosa risa, si se le mira por dentro, lo que hay es un atroz placer ante el desvelamiento del caracter irrisorio de las cat¨¢strofes humanas.
Bastar¨ªa esto para enunciar -no es posible aqu¨ª llegar m¨¢s lejos- la enorme complejidad del humor de Laurel, anticipo de los mejores momentos de los hermanos Marx y una de las aportaciones m¨¢s n¨ªtidas del cine a la moral, o antimoral, del absurdo.
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