La importancia de marcar un gol
Es un recuerdo de ni?o com¨²n a muchos hombres. Llevamos horas jugando al f¨²tbol y se est¨¢ haciendo de noche. Alguien grita: "El que mete el gol, gana". Y el partido se pone serio porque no es cuesti¨®n de irse a dormir fracasado. Miren por d¨®nde a este Mundial le pasa lo mismo. El que mete el gol gana en un gran tanto por ciento de los casos, los dem¨¢s empatan, ninguno pierde.Lo ideal es jugar bien y despu¨¦s meter los goles, pero no siempre es as¨ª. Algunas selecciones compiten por la dignidad y otras por el t¨ªtulo, pero la mayor¨ªa necesita meter un gol para jugar a su mejor altura. Se trabaja mucho en inmovilizar al rival, pero poco en provocar sus errores. El que recibe el gol est¨¢ obligado a cometer imprudencias, y el que lo marca tiene el privilegio de aprovecharlo. En este Mundial, como siempre, el entrenador pone el orden, y el jugador la t¨¦cnica. Defensas que avanzan y atacantes que retroceden han aumentado considerablemente la poblaci¨®n flotante en el centro del campo. Ser precisos cada vez a mayor velocidad es el desafi¨® t¨¦cnico que el f¨²tbol sigue planteando a sus jugadores. El hombre t¨¦cnico ahorra movimientos y gana tiempo. Nadie hay m¨¢s lento que el torpe.
La f¨®rmula al uso es la del libero, dos centrales, dos laterales, cuatro o cinco mediocampistas, y uno o dos delanteros.
De Am¨¦rica, s¨®lo Uruguay y Colombia son reservas espirituales que respetan la tradici¨®n zonal. Bilardo y Lazaroni, en cambio, plantean un modelo contracultural para Brasil y Argentina, y a lo mejor hasta ganan (como B¨ªlardo en el 86), pero es improbable que la moda del libero venza a la sensibilidad tradicional. En Europa, el libero es un producto t¨ªpico, s¨®lo Suecia queda al marger de la ley.
Como la humanidad busca el eslab¨®n perdido entre el mono y el hombre, los equipos brit¨¢nicos lo buscan en cada partido entre el rugby y el f¨²tbol. En estos momentos, Inglaterra, Eire y Escocia est¨¢n disparando balones sobre el cielo italiano. Lo advierto por si usted viaja en avi¨®n.
La periferia futbol¨ªstica sigue la ¨²ltima moda t¨¢ctica y muestra una interesante evoluci¨®n t¨¦cnica para tutear y hasta someter a la aristocracia, pero a¨²n insuficiente para culminar la revoluci¨®n. Este Mundial es m¨¢s intenso y, sobre todo, m¨¢s colectivo que el de 1986. Como siempre, el entrenador propone y el jugador dispone, pero los l¨ªmites que impone la t¨¢ctica son cada d¨ªa m¨¢s carcelarios para la expresi¨®n de los nuevos talentos. L¨¢stima.
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