Mario Merz, el colapso como arte
Uno de los art¨ªfices del 'arte povera' expone en Barcelona
Mario Merz (Mil¨¢n, 1925) est¨¢ concluyendo estos d¨ªas un montaje peculiar que se inaugura ma?ana en el Espai Poblenou, de Barcelona: con piedras de Cadaqu¨¦s, lugar que ha descubierto recientemente, ha realizado una espiral -figura emblem¨¢tica de su trayectoria, junto con el igl¨²- que reproduce los m¨¢rgenes de los antiguos vi?edos de la zona, abandonados desde los estragos de la filoxera. Por encima de todo, le interesa investigar con la materia, y para hacerlo suele llevarla al colapso para, a partir de ah¨ª, volver a buscar la forma.
Relacionado con el futurismo por la pasi¨®n que siente hacia la velocidad y su integraci¨®n en la obra de arte, y m¨¢s tarde, a partir de finales de los 60, con el arte povera, influido por los presupuestos contestatarios de mayo del 68, Merz dif¨ªcilmente puede encerrarse dentro de una etiqueta.Por encima de todo le interesa la materia con la que trabaja el creador: "Hay dos formas b¨¢sicas de entender la materia: como medio para llegara a descifrar un elemento total que es casi siempre arquitect¨®nico, por un lado; y como materia en s¨ª misma, esto es como espect¨¢culo del colapso, por otro".
El concepto de colapso es de especial significaci¨®n en la obra de Merz. En 1963, en Pisa, realiz¨® una obra determinante: sobre una mesa, elemento frecuente en sus montajes, verti¨® todos los tubos de pintura que encontr¨® en la peque?a ciudad italiana. "Se trataba efectivamente de un experimento sobre el colapso. Para pintar necesitaba encontrar un material m¨¢s all¨¢ de todos los materiales usados. Buscaba la p¨¦rdida absoluta del dibujo para adquirir una nueva dimensi¨®n, b¨¢sicamente de car¨¢cter t¨ªmbrico. El colapso es en esencia la materia en movimiento, imposible de fijar sobre un mapa geogr¨¢fico. Como ocurre con un terremoto, en el que la tierra y el mar pierden sus contornos. Por cierto, no s¨¦ qu¨¦ se ha hecho de esa obra. La ced¨ª a un vendedor de corbatas y luego desapareci¨®. Es el cl¨¢sico agujero negro..."
Cultura abandonada
Merz viaj¨® en invierno desde Burdeos hasta Cadaqu¨¦s. All¨ª observ¨® las peculiares terrazas instaladas en las monta?as, en otros tiempos m¨¢rgenes de esplendorosos vi?edos que sucumbieron por efecto de la filoxera, y se dej¨® llevar por el hechizo de una cultura abandonada, residual, in¨²til. "Ped¨ª permiso al ayuntamiento para llevarme uno de estos muros, pero est¨¢n protegidos. Por suerte me cedieron las piedras de una casa derruida. Hice venir especialmente de Cadaqu¨¦s a un alba?il para que me ayudara a reconstruirlo. Unos estudiantes de bellas artes tambi¨¦n han colaborado". "?Alba?iles o artistas?", es la pregunta que se plantea Merz y que deja premeditadamente en el aire, sin respuesta. "Transformo el trabajo del alba?il en concepto. No me limito a trasplantar lo construido de un exterior a un interior, como har¨ªa un artista minimalista, sino que resit¨²o su trabajo en un espacio arquitect¨®nico concreto". "Las piedras de las terrazas de Cadaqu¨¦s son muy sugerentes: salen de los propios campos, donde entorpecer¨ªan los cultivos, y a la vez sirven para crearlos, enmarc¨¢ndolos y delimit¨¢ndolos".Para lograr este objetivo de reconceptualizaci¨®n del trabajo artesanal, Merz ha recurrido a una de sus formas emblem¨¢ticas, la espiral: "Como el igl¨², se trata de un elemento arquitect¨®nico antiqu¨ªsimo, deformable pero que permanece eternamente en forma. La espiral es como una espina dorsal: siempre se autorrefuerza en busca de su propio dise?o por m¨¢s que pueda reducise de tama?o. Es la flexibilidad total".
Amigo de T¨¤pies, se declara admirado de que un artista en plenas facultades creativas consiga tener su propia fundaci¨®n: "Yo tengo demasiadas fundaciones a mi nombre, acabar¨¦ por no tener ninguna. Es el riesgo de mi nomadismo. Me gusta esa fundaci¨®n y a la vez me sorprende porque no se encuentran muchas de estas caracter¨ªsticas".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.