Liberia, bajo la barbarie ¨¦tnica
La guerra civil desata un salvajismo inconcebible en el pa¨ªs africano
?ste es el relato de Linda, una mujer mano casada con un guio, ambos miembros del Ej¨¦rcito regular liberiano: "Mi marido y yo ¨¦ramos soldados como los dem¨¢s hasta que comenz¨® la rebeli¨®n de Charles Taylor en Nimba, nuestra tierra. Nuestras tropas fueron derrotadas enseguida. Los krahn, etnia del presidente Samuel Doe, echaron la culpa a guios y manos. Dijeron que hab¨ªamos ayudado a los rebeldes. Comenzaron las persecuciones. Los soldados que no ¨¦ramos krahn no escapamos a esta locura. Primero nos vigilaban, luego nos desarmaron y nos humillaron exhibiendo manos, Ojos, narices, orejas, lenguas y test¨ªculos que arrancaban como trofeo a guios y manos. Por fin, vinieron por nosotros".
Linda y su marido han sido v¨ªctimas de las persecuciones sistem¨¢ticas que la etnia krahn (que constituye el 6% de los aproximadamente dos millones y medio de la poblaci¨®n de este pa¨ªs) han desencadenado en Liberia contra los guio y los manos. Junto con otros ex compa?eros de armas, como ella y su marido huidos a tiempo, confeccionan una lista de soldados de su etnia ejecutados sumariamente. Ya tiene 50 nombres. Adem¨¢s, junto con las esposas de otros militares, Linda reclama la liberaci¨®n de otros 500 compa?eros detenidos.La rebeli¨®n de Charles Taylor, iniciada hace seis meses, ha destapado la caja de los demonios tribales en Liberia. En Monrovia, la capital, los atropellos y las atrocidades se han disparado con la angustia y aumento de la tensi¨®n que han provocado el cerco cada vez m¨¢s estrecho de la guerrilla del Frente Democr¨¢tico Nacional. Impotentes frente a la embestida del enemigo, las tropas krahn, puntal de Doe, se desahogan cruelmente con los guios y manos de Monrovia, miembros de las tribus que han dado a Charles Taylor el grueso de sus huestes.
Las redadas de los escuadrones de la muerte integrados por militares se han ensa?ado tambi¨¦n contra sus camaradas guios y manos. Quienes como Linda y su marido han podido salvar la vida de las ejecuciones sumarias se refugian en las iglesias.
El terror
"Cuando empez¨® la rebeli¨®n a mi me destacaron a Nimba para apoyar a las tropas que fueron enviadas a rechazar las invasiones de esta banda de Taylor desde Costa de Marfil. Era la encargada de cocinas. Tras la derrota, comenzaron las brutalidades. A los guios y manos, por el hecho de ser de Nimba, comenzaron a amedrentarnos", relata la mujer corpulenta que ahora viste como un ama de casa cualquiera. "Nuestros compa?eros krahn ven¨ªan a nosotros y nos dec¨ªan: 'Los rebeldes han entrado en Nimba y han ganado porque los guios y los manos les han ayudado. Pero mirad lo que les va a pasar a la gente de vuestra cala?a". Y nos tiraban a la cara orejas, lenguas y manos de la gente que iban matando en sus correr¨ªas", a?ade la mujer.
"Nos fuimos a la ciudad y alquilamos un piso, pero nos encontraron. Una madrugada vinieron por nosotros. Hab¨ªan comenzado a echar abajo la puerta, pero nuestros vecinos salieron a defenderos, les dijeron que por qu¨¦ quer¨ªan llevarnos. Se marcharon, pero tuvimos que abandonar la casa porque sab¨ªamos que volver¨ªan", explica Linda. Desde entonces viven hacinados en la iglesia luterana junto con otros 1.000 refugiados. Algunos salen a la calle de d¨ªa. Otros, como ellos, no abandonan el lugar por ning¨²n motivo.
Entre las mujeres que a la hora de la comida se ajetrean en torno a enormes perolos se encuentra Helena Toko, portavoz de las esposas de 500 militares que, seg¨²n la versi¨®n oficial, se hallan detenidos por razones de seguridad. "la ¨²nica raz¨®n es que son guios y manos. Desde que los rebeldes se acercaron a Monrovia, los ten¨ªan desarmados", explica la mujer.
La angustia para ella y sus compa?eras, sin embargo, se inici¨® cuando el pasado martes las autoridades de las c¨¢rceles les prohibieran visitar a sus familiares y llevarles comida, pese a que los detenidos no reciben alimentos de sus carceleros. Decidida a obtener una respuesta, protagoniz¨® durante los d¨ªas, con 20 compa?eras, una sentada ante el Ministerio de Informaci¨®n.
Las historias de terror y sangre son comunes tambi¨¦n entre los refugiados civiles del recinto
Liberia, bajo la barbarie ¨¦tnica
religioso. Alvin Queiwon, de 22 a?os, relata: "Yo trabajaba para una comerciante mandinga. Cuando la cosa comenz¨® en Nimba, los rebeldes, a medida que avanzaban, mataban por venganza a muchos mandingos y krahn. Mi jefa se puso fren¨¦tica por las noticias que se recib¨ªan, pues ten¨ªa a muchos familiares en la regi¨®n, de los que no ha vuelto a saber nada. Y me denunci¨®. El 1 de abril me detuvieron. Fue un milagro poder salir de all¨ª con vida un mes y ocho d¨ªas despu¨¦s. Eramos 188 prisioneros en unas barracas junto a la sede presidencial. S¨®lo yo he sobrevivido".Seg¨²n Alvin, muchos de sus compa?eros no resistieron las torturas continuas a que eran sometidos. "A veces nos sacaban de la celda atados de pies y manos y nos apaleaban como si fu¨¦semos animales", dice mientras ense?a las numerosas cicatrices y cortes recientes que cruzan brazos, espalda y costados. "Durante d¨ªas enteros nos ten¨ªan al sol con sal y pimienta en las heridas de la espalda. Durante noches enteras nos ten¨ªan atados metidos en agua fr¨ªa. En algunas ocasiones he visto con mis propios ojos c¨®mo ejecutaban a algunos prisioneros, dec¨ªan que era para darnos ejemplo de lo que iba a ocurrirnos a todos: les cortaban primero la lengua, las orejas y los dedos. Luego les iban abriendo el vientre para sacarles las v¨ªsceras. Les sacaban tambi¨¦n los ojos, y por fin los degollaban. Luego los soldados se com¨ªan algunas de sus partes como los test¨ªculos y la lengua y nos obligaban a comer de otros miembros", relata el joven.
Seg¨²n asegura, "los domingos, el presidente Samuel Doe sol¨ªa venir y presenciar las torturas. El 26 de mayo nos avisaron que nos iban a matar a todos a la medianoche. No nos dieron de comer en todo el d¨ªa para que estuvi¨¦semos d¨¦biles". Milagrosamente, fue reconocido por un mayor krahn amigo suyo que lo trasvas¨® a otra celda y luego lo mantuvo escondido en su despacho hasta que dos d¨ªas despu¨¦s encontr¨® la forma de sacarlo.
"Antes, guios, manos, krahns y mandingos viv¨ªamos en paz. Las primeras tres tribus incluso ten¨ªan estrechas relaciones, pues son tres pueblos fronterizos en los que, a veces, las fronteras son confusas", explica Paul Bleah, guio de Nimba y que dirigi¨® la emisora liberiana para el desarrollo rural. "En muchos casos, ser krahn o gulo depende de una decisi¨®n personal que se hace al adquirir la mayor¨ªa, seg¨²n los sentimientos y afinidades de cada uno", explica. "Pero ahora es como si una enfermedad nos hubiese atrapado a todos y nos obligara a sentirnos c¨®mplices o culpables de la forma colectiva de los cr¨ªmenes que ha cometido alg¨²n miembro del respectivo grupo ¨¦tnico".
Los informes de actos de barbarie tambi¨¦n fluyen de las zonas bajo control rebelde. La angustia, la incertidumbre ha sobrecogido a Monrovia desde que el mi¨¦rcoles, coincidiendo con el avance de la guerrilla, fueron distribuidas copias del v¨ªdeo de un programa de la cadena norteamericana ABC, cuyas im¨¢genes se centran en las atrocidades de los guerrilleros del Frente Patri¨®tico Nacional.
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