Luc Ferry: "El gusto nace con la democracia"
El autor de 'Homo Aestheticus' opina que la banalizaci¨®n del arte acaba con la vanguardia
Luc Ferry, de 39 a?os, es profesor de Fisof¨ªa en la Universidad de Caen, ocupa un destacado puesto de asesor en el semanario L'Express y es codirector, junto a Alain Renaut, de la colecci¨®n Le College de Philosophie, en la editorial Grasset. En esa firma editorial acaba de publicar Homo Aestheticus, tras haber firmado en colaboraci¨®n con Alain Renaut cuatro t¨ªtulos m¨¢s, desde una Philosophie politique (editorial PUF, 1984), en tres vol¨²menes, hasta 68-86. Itin¨¦raires de l'individu (Gallimard, 1987). En esta entrevista declara que "el gusto nace con la democracia".
La dedicaci¨®n acad¨¦mica de Luc Ferry a la historia de las ideas se combina con su papel de analista pol¨ªtico en varias publicaciones peri¨®dicas (L'Express, Le Debat), con su atenci¨®n por los fen¨®menos socioculturales e incluso con su pr¨¢ctica privada de la interpretaci¨®n musical con piano y violonchelo.Su ¨²ltima obra, Homo Aestheticus, subtitulada 'La invenci¨®n del gusto en la edad democr¨¢tica', transmite la plural formaci¨®n de uno de los intelectuales m¨¢s s¨®lidos y activos en el actual panorama franc¨¦s, relativamente m¨¢s animado en ensayos cr¨ªticos durante los ¨²ltimos meses.
Pregunta. Su ¨²ltimo libro, Homo Aestheticus, constituye una exposici¨®n de la historia del gusto. Pero su preocupaci¨®n se fija adem¨¢s, de forma paralela, en la evoluci¨®n de las sociedades liberales e individualistas. ?Cu¨¢l es la relaci¨®n que ha descubierto entre est¨¦tica y pol¨ªtica?
Respuesta. Efectivamente, la relaci¨®n entre la configuraci¨®n sociopol¨ªtica de la modernidad y el nacimiento del gusto es la cuesti¨®n central del libro. En el dominio de la est¨¦tica, lo que caracteriz¨® a las civilizaciones premodernas, griegas o egipcias, es que las obras de arte ten¨ªan por misi¨®n el reflejo de un orden exterior, religioso o c¨®smico, como dec¨ªan los griegos. Por tomar a los griegos, los griegos sosten¨ªan que la obra de arte era un microcosmos que representaba el orden general y armonioso del macrocosmos. Lo que define al mundo est¨¦tico moderno, sin embargo, a partir, digamos, de siglo XVII, es que cada vez m¨¢s la obra de arte no es representaci¨®n de un mundo exterior, sino el re9ejo de la personalidad del autor. Este es el punto decisivo y revolucionario respecto a las civilizaciones predemocr¨¢ticas. A partir del siglo XVII, aproximadamente, la verdad de la obra de arte se encuentra en el interior del artista y no en un cosmos exterior. Y precisamente este movimiento de subjetividad o de individualizaci¨®n del arte es paralelo al movimiento de ascensi¨®n democr¨¢tica en el terreno pol¨ªtico. Paralelo, digamos, a la decisi¨®n de los ciudadanos de apropiarse de la ley, de la autoridad y de la historia y no depender de dictados religiosos exteriores a ellos.
P. Entre los efectos de este cambio hist¨®rico que usted analiza se encuentra en primer lugar el nacimiento del gusto. El pase de un criterio llam¨¦mosle racional u objetivo sobre la obra de arte a otro de irracionalidad o subjetivo a prop¨®sito de lo que es feo o lo que es bello. Pero si el criterio es, como usted dice, subjetivo, ?c¨®mo explica el consenso hoy establecido sobre las consideradas grandes obras de arte?
R.En mi opini¨®n, se producen dos revoluciones est¨¦ticas en el siglo XVII. Existe una revoluci¨®n en Cuanto al autor, aparece la idea de autor, de artista o de genio. E autor se convierte en figura central. Pero existe otra revoluci¨®n del lado del p¨²blico. Esta revoluci¨®n se centra en el nacimiento del gusto, como expresi¨®n de facultad individual. El gusto que emple¨® Baltasar Graci¨¢n por primera vez sin referirlo a t¨¦rminos culinarios atribuye a la subjetividad la capacidad de distinguir entre lo feo y lo hermoso. Ahora bien, ?c¨®mo explicar que a partir de criterios subjetivos se llegue a establecer un consenso en torno a determinadas obras y autores al punto de convertirlas en productos indiscutibles? Aqu¨ª volvemos al asunto de la democracia en el plano pol¨ªtico, al consensus colectivo formado a partir de los deseos y aspiraciones individuales. Se trata de una suerte de contrato social en el que las voluntades individuales convergen en un acuerdo que las comprende y las trasciende.
Los cr¨ªticos
P. En este consensus, sin embargo, ?qu¨¦ papel atribuye a los cr¨ªticos profesionales, a los profesionales orientadores del gusto, jueces de lo que es feo o de lo que es hermoso entonces y ahora?
R. La cr¨ªtica literaria, la cr¨ªtica de arte, aparece tambi¨¦n en el siglo XVII. Con la aparici¨®n del autor y del gusto, surge a la vez el valor Je la originalidad. Puesto que el arte ya no consiste en reproducir modelos exteriores e inmutables, se enaltece la innovaci¨®n, la capacidad de aportar visiones distintas. El papel del cr¨ªtico de literatura y del cr¨ªtico de arte se concentra cada vez m¨¢s en se?alar aquello que es nuevo y en marcar aquello que no lo es en la producci¨®n art¨ªstica. Precisamente tambi¨¦n de esta ¨¦poca y de este contexto es el nacimiento del museo. El museo es el paso de las colecciones privadas a la exhibici¨®n p¨²blica y cuyo objeto es presentar las obras de arte seg¨²n una serie cronol¨®gica, asociando la obra a un tiempo concreto, hecho del todo ins¨®lito hasta entonces. La cr¨ªtica, el museo y la historia del arte complementan tres fen¨®menos inseparables y t¨ªpicamente modernos...
P. La presentaci¨®n cronol¨®gica del museo relaciona, por tanto, la obra art¨ªstica con el tiempo hist¨®rico, pero uno de los problemas que usted suscita como cuesti¨®n a debatir es la mayor admiraci¨®n que nos despiertan hoy las obras realizadas en siglos precedentes respecto a las actuales. Si sufriera, por ejemplo, la catedral de Notre Dame los efectos de un terremoto, usted se inclina a pensar que nos mostrar¨ªamos m¨¢s propensos a reconstruir piedra a piedra la antigua edificaci¨®n que a erigir otra de nueva planta. ?A qu¨¦ atribuye, por tanto, esta dificultad que sentimos para situar al mismo nivel las obras contempor¨¢neas con las de los siglos precedentes? ?Desconfiamos acaso de su valor?
R. Creo que no es una cuesti¨®n de nivel. No creo que en las obras contempor¨¢neas, como dicen algunos, sea nulo o absolutamente inferior. Muchos autores hablan del declive de la cultura contempor¨¢nea desde principios de este siglo. Mi opini¨®n es que las obras de las civilizaciones predemocr¨¢ticas, en la medida en que tratan de reflejar algo exterior al hombre, aportan algo de grandioso y de sagrado. Efectivamente, hasta la m¨¢s peque?a iglesia rom¨¢nica manifiesta la presencia de lo sagrado. Tambi¨¦n cuando se escucha la m¨²sica de Bach se recibe algo c¨®smico que se impone a la escucha desde un mundo exterior. Por el contrario, lo que caracteriza a la est¨¦tica moderna es el subjetivismo, el humanismo. Pero esto no equivale a decir que se encuentren privadas de valor. Lo que quiere decir es que en una cultura democr¨¢tica se pierde la dimensi¨®n de lo grandioso. Es una obra laica y de proporci¨®n humana, sin esp¨ªritu de trascendencia Esto es desde luego as¨ª, pero no estoy de acuerdo con un planteamiento en t¨¦rminos de decadencia al estilo de los fil¨®sofos rom¨¢nticos o neorrom¨¢nticos hasta Spengler o Heidegger. Es incontestable que se pierde la exterioridad radical, la trascendencia, pero no es justo decir que la est¨¦tica contempor¨¢nea sea sin¨®nimo de declive.
La alta cultura
P. ?Pero qu¨¦ piensa usted de las obras que se han venido llamando posmodernistas, asociadas al revival, a un estancamiento en la innovaci¨®n?
R. Sinceramente, no me gustan mucho. Lo que existe de particular ahora es el fin de las vanguardias. Las vanguardias han constituido lo esencial del arte del siglo XX, la alta cultura del siglo XX, y actualmente se encuentran fenecidas. Muertas a causa de su propia contradicci¨®n interna, a causa de su propia banalizaci¨®n del arte. Siempre hubo por parte de las vanguardias un elemento de subversi¨®n y de revoluci¨®n en cuanto pretend¨ªan hacer tabla rasa del arte del pasado y comenzar de nuevo. Su lema era innovar a toda costa.
Lo que ha ocurrido a lo largo del siglo XX y particularmente a partir de los a?os setenta es que las vanguardias se han convertido en una realidad cotidiana, en la banalidad de la cotidianidad. El gesto de ruptura con la tradici¨®n y la herencia del pasado es un gesto al que ya nos hemos acostumbrado y no nos sorprende. Picasso se encuentra en el Louvre, Boulez est¨¢ en el College de France. La vanguardia ha pasado de ser innovaci¨®n a concertirse en tradici¨®n.
P. Usted afirma incluso que la cultura m¨¢s ramplona de los mass media es una herencia natural de las vanguardias.
R. Lo que ha pasado es que en los a?os sesenta la vanguardia se democratiz¨® al punto de convertirse en un producto medi¨¢tico, como representa bien el caso de Andy Warhol. Los productos de la cotidianidad, la representaci¨®n de los objetos m¨¢s triviales, se convirtieron en obra de arte. Poco a poco las vanguardias mismas dieron pie a la aparici¨®n de la posmodernidad o, lo que es lo mismo, a la idea de copiar del entorno y de terminar, al cabo, con la idea de innovaci¨®n.
Moda y ecologismo
Luc Ferry se refiere a la aportaci¨®n del cr¨ªtico Charles Jenks a las teor¨ªas del posmodernismo, "Charles Jenks, por ejemplo, un rector m¨¢ximo en el posmodernismo arquitect¨®nico, reclamaba para la arquitectura posmoderna su derecho a nutrirse de todos los elementos de la tradici¨®n, m¨¢s remota o inmediata. Pero yo no creo, francamente, que sea una soluci¨®n digna de entusiasmo".
P. El ensayista franc¨¦s Lipovetsky explica en El imperio de lo efimero (Anagrama) que la moda es un sistema general que gobierna no s¨®lo el gusto, sino que adem¨¢s contribuye a perfeccionar la democracia?
R. En la tesis de Lipovetsky, que recoge la de Daniel Bell en su libro Contradicciones culturales del capitalismo, hay un punto que me parece interesante y justo. La cultura contempor¨¢nea, incluida la de vanguardia, se ha apoyado en la obsesi¨®n por lo nuevo, y de esta manera existe una analog¨ªa entre la moda y la vanguardia. Pero en las cuestiones de otra ¨ªndole no estoy de acuerdo.
P. Para finalizar, y conocida su dimensi¨®n de analista pol¨ªtico, me gustar¨ªa que comentara la frase ir¨®nica de Jean Baudrillard en su ¨²ltimo libro, La trasparence du mal, diciendo que la ecolog¨ªa y los derechos humanos son las dos ubres del consensus contempor¨¢neo. ?Cree usted como ¨¦l que la apoteosis de los derechos humanos supone 1a irresistible ascensi¨®n de la sandez"?
R. Bueno, Baudrillard, sabe usted, mantiene un discurso en ciertos aspectos muy propio de los a?os sesenta. Forma parte de una generaci¨®n de fil¨®sofos que piensa que los derechos del hombre son una ideolog¨ªa burguesa. Yo pienso que es una posici¨®n equivocada. La defensa de los derechos humanos es muy oportuna precisamente ahora, cuando el racismo, la xenofobia y ciertas clases de nacionalismo antisemita, por ejemplo, renacen.
P. Y en cuanto al el ecologismo, ?lo considera progresista o reaccionario?
R. Existen ambas cosas. Es necesario distinguir un componente rom¨¢ntico y antimoderno en el ecologismo, que ha encontrado adeptos a la izquierda y a la derecha. Pero existe tambi¨¦n ah¨ª una dimensi¨®n nueva e interesante de transnacionalidad, de solidaridad universal, cuya pr¨¢ctica obliga a salir de las jurisdicciones nacionales, y con este aspecto me considero de acuerdo.
Babelia
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