S¨ªmbolo vivo de la dignidad
EL VIAJE que est¨¢ realizando Nelson Mandela por el mundo puede ser calificado como el del inicio de su vocaci¨®n de estadista. M¨¢s de 25 a?os en la c¨¢rcel han hecho de ¨¦l el mayor s¨ªmbolo vivo de la lucha contra la discriminaci¨®n racial. En Mandela se han concentrado los pecados del infame sistema del apartheid y las virtudes de la resistencia estoica y silenciosa de un hombre valeroso. Mandela ha ganado la batalla al Gobierno blanco, que se ha visto obligado a ponerle en la calle; su partido -el Congreso Nacional Africano (ANC)- ha sido legalizado y pronto empezar¨¢n en Sur¨¢frica las negociaciones entre el Ejecutivo y los l¨ªderes negros. Es el principio del Fin del apartheid.
El h¨¦roe libre debe ahora convertirse en el hombre de Estado. La elecci¨®n de F. W. de Klerk a la presidencia de la Rep¨²blica en octubre pasado fue la se?al de la introducci¨®n de una serie de reformas que, violentamente combatidas por la extrema derecha del Partido Conservador, han permitido los espectaculares avances que abren la v¨ªa para el futuro. Que ¨¦ste sea pac¨ªfico o no depende en gran medida de la visi¨®n y habilidad de Nelson Mandela.
El principio del reformismo surafricano se debe a la conjunci¨®n de tres elementos: la lucha constante del ANC, que, como movimiento de liberaci¨®n, protagoniz¨® d¨¦cadas de guerra y represi¨®n; las protestas populares, y, en tercer lugar, las sanciones que m¨¢s o menos firmemente ha impuesto la comunidad internacional a Pretoria.
El ANC tiene ahora la misi¨®n de convertirse en un verdadero partido pol¨ªtico en la legalidad. Para ello necesita mucho dinero: el que le llegaba a manos llenas desde la Europa del Este hasta el desmoronamiento de sus reg¨ªmenes. Pero para convencer a posibles financiadores debe moderar su radicalismo: no puede prometer la indiscriminada nacionalizaci¨®n de empresas o hablar con admiraci¨®n emuladora -como ha hecho Mandela en estos d¨ªas- de l¨ªderes como Gaddafi o Fidel Castro. As¨ª ser¨¢ imposible conseguir financiaci¨®n del mundo desarrollado para sus campa?as.
Adem¨¢s, los l¨ªderes negros en Sur¨¢frica se enfrentan con el riesgo de posibles encontronazos sangrientos entre etnias tribales. Finalmente, aunque la primera ministra brit¨¢nica niegue su eficacia, las sanciones econ¨®micas han cumplido su objetivo de doblegar la soberbia de Pretoria, especialmente las de Washington. ?Ha llegado el momento de levantarlas en vista del avance liberalizador propiciado por De Klerk? No, ha dicho la CE. Probablemente no, cree EE UU. Decididamente no, dice Mandela. Queda mucho camino por recorrer en Sur¨¢frica, pero ser¨ªa ilusorio pensar que su Gobierno se dispone a la rendici¨®n incondicional. Corresponde a Neison Mandela este esfuerzo de actualizaci¨®n ideol¨®gica, de moderaci¨®n racial y de visi¨®n pol¨ªtica de futuro. Ciertamente, el estadista que hoy viaja por el mundo est¨¢ investido de la necesaria dignidad y autoridad para lograrlo.
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