"Socialismo o muerte" valga la redundancia
Pese a esta apostilla que acompa?a ya en muchas calles de La Habana al omnipresente y necrof¨ªlico eslogan oficial. Pese a las viejas carencias, las nuevas colas y los interminables apagones, que el ingenio habanero llama ya "alumbrones". Pese a la advertencia rusa de que desde enero pr¨®ximo van a exigir el pago del petr¨®leo en divisas convertibles y la compra del az¨²car a precios de mercado. Pese al evidente deterioro de la ret¨®rica del internacionalismo, del altruismo oficial y del hero¨ªsmo por decreto que ha agotado a los mayores y que suena ya a chino a los j¨®venes. Pese a las procesiones de la Virgen del Carmen, que se transforman espont¨¢neamente en manifestaciones y aconsejan al r¨¦gimen anular una visita del Papa cuyos efectos no podr¨ªa ya controlar. Pese a los acontecimientos en el Este europeo y en Centroam¨¦rica que van transformando a Cuba en una isla no ya geogr¨¢fica, sino incluso hist¨®rica: ¨²ltimo basti¨®n del comunismo como lo fue del imperio espa?ol. Pese a la inquietud de los altos oficiles de vuelta de Angola, para quienes el caso Ochoa muestra que la revoluci¨®n est¨¢ empezando a devorar incluso a sus hijos uniformados... Pese a la entereza, tambi¨¦n, de los cucarachas disidentes que ni la c¨¢rcel ni el acoso permanente han conseguido amedrentar. Pese a un exilio, en fin, que desde Madrid o Miami empieza a descubrir que el anticomunismo como se?a de identidad va siendo ya tan anacr¨®nico como el propio comunismo...Pese a todo ello y mucho m¨¢s, el r¨¦gimen cubano puede durar. Puede durar ese delirio barroco de organizar la vida y espiar el alma de sus ciudadanos hasta el l¨ªmite de decretar el precio del perejil, el grado de desviaci¨®n de un pensamiento, la voluntariedad de los brigadas de trabajo o la inclinaci¨®n justa de los tejados. Un delirio que m¨¢s que prefigurar una sociedad sin clases nos retrotrae a la tadicional relaci¨®n del cacique con sus subordinados al estilo del Fernando de Sarmiento o Do?a B¨¢rbara de Gallegos. Un patroncito que nada les quita, claro est¨¢ (eso de la plusval¨ªa es muy posterior), sino que funda su poder en lo que magn¨¢nimamente concede: en su capacidad de obligarles con su infinita generosidad y prepotencia. A cambio de eliminar otros monopolios, el r¨¦gimen ha establecido as¨ª el monopolio del don. Nadie puede comprar una casa, un saco de abono o un coche: es Castro quien todo se lo procura.
?Pero c¨®mo puede sostenerse a¨²n este sistema, fuera ya de todo contexto ideol¨®gico e hist¨®rico? Varios son los factores que se conjugan para favorecer este mantenimiento residual. Internos ante todo: los mecanismos de la represi¨®n capilar, barrio a barrio, montada sobre el principio de que cada uno es el guardi¨¢n de su vecino; la inercia y la propia complicidad que acaba generando esa servidumbre voluntaria por la que se acepta el mal vivir a cambio de poco trabajo y nulo riesgo; el miedo de los m¨¢s sensatos a que eso de socialismo o muerte no sea s¨®lo una redundancia, sino tambi¨¦n una advertencia de que, al menor intento, Castro est¨¢ dispuesto a usar el Ej¨¦rcito para llevarse al pa¨ªs por delante. Pero tambi¨¦n favorece su mantenimiento la propia torpeza de los americanos, que con sus maniobras de acoso refuerzan en la isla la falaz identificaci¨®n de nacionalismo y castrismo. Y puede a¨²n sostenerlos -o esto esperan al menos- la nueva ayuda china y las inversiones tur¨ªsticas espa?olas, con las que pretenden reconvertir el pa¨ªs en campamento para veteranos de Afganist¨¢n o asilo para refugiados polares de Canad¨¢. Un para¨ªso de vacaciones montado sobre el principio del apartheid a fin de que el turismo no contamine la pureza revolucionaria de los cubanos.
?Y si a pesar de todo las nuevas reservas tur¨ªsticas se retrasan o no alcanzan a sustituir las divisas, la energ¨ªa o el grano subvencionados que a partir de enero dejar¨¢n de fluir de la URSS? La imaginaci¨®n de Castro se crece ante las dificultades: para tal caso tiene ya previsto un aut¨¢rquico per¨ªodo especial en tiempo de paz basado en la reducci¨®n del consumo, la ruralizaci¨®n del pa¨ªs y su pr¨¢ctica vuelta a una econom¨ªa de subsistencia: cada uno con su huerto y su gallina. Con lo que se reforzar¨ªan los dos rasgos que m¨¢s aproximan el castrismo a las tradicionales dictaduras latinoamericanas: su car¨¢cter caciquil y su vertebraci¨®n en torno del Ej¨¦rcito. A ello apunta ya, en todo caso, el reciente nombramiento de dos militares (los generales Escal¨®n y Batista) para presidir la Asamblea Nacional del Poder Popular y los Comit¨¦s de Defensa de la Revoluci¨®n.
La cosa, dec¨ªamos, puede durar: lo que no puede ya es crear, desarrollarse, inventar. El proyecto que cautiv¨® el entusiamo de un pueblo y la imaginaci¨®n de una ¨¦poca es incapaz de concitar hoy los m¨ªnimos de adhesi¨®n para atreverse a enfrentar un refer¨¦ndum o unas elecciones.
"?Pero c¨®mo puedes decir esto?", me responde un alto oficial castrista. "?No has visto, chico, la enorme manifestac¨ª¨®n espont¨¢nea que se ha armado para denunciar la agresi¨®n de Tele Mart¨ª?" "Tambi¨¦n asist¨ª", contesto, "a la de Managua cuatro d¨ªas antes de que los sandinistas perdieran las elecciones." "Fue tan espont¨¢nea como impresionante... "S¨ª", insisto, "a todos nos seduc¨ªa la imagen del gallito sandinista plantando cara al bravuc¨®n americano. Pero result¨® que las gallinas y polluelos del pa¨ªs optaron por descargarse de tan heroico empe?o y tanta misi¨®n hist¨®rica." "?Iron¨ªas con el hero¨ªsmo de los compas sandinistas ... ?" "No, al coritrario. Y sobre todo desde que tuvieron la gallard¨ªa de querer revalidar el poder absoluto conquistado con las armas por el poder s¨®lo relativo que dan las urnas. ?Por qu¨¦ no prob¨¢is vosotros esta nueva forma de hero¨ªsmo?".
El amigo del Comit¨¦ Central pone cara de p¨®quer. Est¨¢ claro que la revoluci¨®n ha perdido vocaci¨®n experimental. Lo que fue vanguardia se ha transformado en anacronismo; la valent¨ªa, en bravata, y la imaginaci¨®n en dogmatismo. Aquel s¨ªmbolo de toda una generaci¨®n aparece ahora como mera arqueolog¨ªa pol¨ªtica, y el temido efecto-contagio de su ejemplo se muta en efecto-repulsi¨®n y en espantajo. De ah¨ª seguramente que los americanos opten por no intervenir directamente en la isla. Y
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"Socialismo o muerte", valga la redundancia
Viene de la p¨¢gina anteriorno s¨®lo por los costes humanos que para ellos supondr¨ªa. Es tambi¨¦n por los beneficios disuasorios que tiene el propio espect¨¢culo de la descomposici¨®n castrista. Es m¨¢s: nada tan bueno como un par de a?os de angustia y carest¨ªa progresivas para dejar a un pa¨ªs perfectamente desmoralizado, si no desangrado, listo para una r¨¢pida y eficaz portorrique?izaci¨®n.
Est¨¢ claro que ning¨²n cubano, est¨¦ donde est¨¦, piense lo que piense, puede apostar por tal salida. ?Pero hay alguna alternativa a esta gradual pauperizaci¨®n social y descomposici¨®n pol¨ªtica culminando en un eventual ba?o de sangre? ?Y hay personas interesadas y dispuestas a apostar por ella? He hablado en La Habana con ministros y disidentes, con j¨®venes contestatarios y con representantes eclesi¨¢sticos, con diplom¨¢ticos sovi¨¦ticos y con representantes de la Seguridad del Estado. Me he entrevistado con legendarios tripulantes del Granma y con h¨¦roes de Sierra Maestra, con dirigentes del Comit¨¦ Central y con representantes de las Juventudes Comunistas. He visto tambi¨¦n a los exiliados en Miami, Bruselas o Madrid. Y en todas partes, en todas, he descubierto el deseo de emprender una transici¨®n hecha por los cubanos mismos, y el temor de que la actual resistencia numantina s¨®lo conduzca a que el cambio se haga a sus espaldas, y a sus expensas. La conciencia, en definitiva, de que el r¨¦gimen que estableci¨® las bases de la independencia nacional puede acabar siendo un obst¨¢culo para su propia continuidad y consolidaci¨®n.
Existe, pues, un verdadero Frente Amplio convencido de que hay que empezar inmediatamente, y desde dentro, a apaciguar una ideolog¨ªa que se est¨¢ haciendo histri¨®nica, a sincerar una econom¨ªa cuyo parecido con la realidad va siendo pura coincidencia y, en definitiva, a normalizar la pol¨ªtica a trav¨¦s de las urnas. S¨®lo as¨ª, piensan, se podr¨¢ mantener la dimensi¨®n social y nacional que tuvo la revoluci¨®n, asegurar una transici¨®n sin temor al revanchismo e incluso asumir la posibilidad de que Castro tenga un papel o alcance una legitimidad en el marco de unas elecciones democr¨¢ticas. Al fin y al cabo, un gallego que entr¨® en La Habana por su pie y no detr¨¢s de los tanques rusos deber¨ªa poder inventarse una salida mejor que la mayor¨ªa de los jerarcas del Este europeo.
Y s¨®lo entonces, tal vez, habr¨ªa tenido raz¨®n Fidel cuando dijo: "La historia me absolver¨¢". Pues para conseguir esta absoluci¨®n no basta comparar el desarrollo de Cuba al de Bolivia o Ecuador (cuando en 1959 ten¨ªa la isla, todo lo mal repartida que se quiera pero ten¨ªa, una renta per c¨¢pita doble de la espa?ola) o haber mejorado la sanidad y la educaci¨®n (en base a una descomunal deuda a los sovi¨¦ticos) caso tanto como el control y la indoctrinaci¨®n de la gente. Aunque siempre habr¨¢, no lo dudo, quienes piensen que vale la pena montar un Estado policial para hacer avanzar la educaci¨®n -justo como otros creen que vale la pena la parafernalia de la guerra de las galaxias para hacer el test de nuevas vacunas o inventar nuevos materiales.
En cualquier caso, s¨®lo una transici¨®n desde dentro y desde ya podr¨ªa evitar el sacrificio de la poblaci¨®n y el borr¨®n y cuenta gringa a que concude el fundamentalismo c¨®mplice en que est¨¢n enzarzados los dinousaurios del castrismo y del exilio -a esos que habr¨ªa que ir pensando ya en llamar los castroides y los miamoides-
S¨¦ que eso de una alianza objetiva entre los sectores m¨¢s duros de La Habana y de Miami puede sonar a especulaci¨®n acad¨¦mica. Pero no es ninguna casualidad que en los c¨ªrculos oficiales de Cuba exista una mejor disposici¨®n a dialogar con los abanderados del exilio anticomunista que con los pacifistas o defensores de los derechos humanos de la isla. "Las cucarachas de aqu¨ª", me dicen, "son peores que los gusanos de all¨¢". ?Y qui¨¦nes son estas cucarachas? Pues disidentes como Gustavo Arcos o Elizardo S¨¢nchez, que desde la c¨¢rcel o al borde del linchamiento no dejan de aconsejar al extranjero que se levante el bloqueo de alimentos y medicinas, y que no se acose a¨²n m¨¢s a Castro. "No se trata de pedir cabezas o responsabilidades, me dice Gerardo S¨¢nchez, "sino de acabar con el mito sin suplirlo por el luto. Es dif¨ªcil, lo s¨¦, pero m¨¢s dificil lo tiene Fidel: se trata de un ateo que est¨¢ esperando un milagro".
La mayor paradoja, sin embargo, es que un milagro mayor a¨²n est¨¢ efectivamente al alcance de los cubanos por poco que sepan abrir entre todos el proceso democratizador. Un milagro que permitir¨ªa a Cuba, y en pocos a?os, no ya cambiar de dependencia, sino conquistar una verdadera autonom¨ªa y aun la hegemon¨ªa en toda el ¨¢rea, incluida Florida. El propio drama de la di¨¢spora habr¨ªa resultado, a fin de cuentas -felix culpa-, una verdadera bendici¨®n, por poco que tengan el coraje, la sensatez y la imaginaci¨®n para hacer que el enorme capital sin pa¨ªs de la comunidad de Miami vuelva a ese bravo pa¨ªs sin capital que es Cuba. ?Qu¨¦ no podr¨¢ hacer esta naci¨®n si el flujo econ¨®mico de Miami (tal vez mayor que el propio PNB actual de Cuba) no pretende ya arrollar la isla y se pone al servicio de su desarrollo; si todo el potencial de la comunidad de Miami deja de so?ar en la Cuba de hace 30 a?os y se pone a colaborar en la del futuro?
El imperio hab¨ªa querido hacer de Cuba "una plantaci¨®n sin fisonom¨ªa", una mezcla de balneario y puerto franco, de casino y de burdel. Frente a ello, y antes de culminar en despotismo y dependencia, la revoluci¨®n supuso una liberaci¨®n nacional y tambi¨¦n una cura de caballo: una tan dura como necesaria puesta en realidad. Y es esta realidad la que se ofrece hoy como una magn¨ªfica base para un desarrollo m¨¢s justo y tambi¨¦n m¨¢s esplendoroso del que nunca conoci¨® la isla. Basta para ello que el dogmatismo de los unos no se al¨ªe a la nostalgia de los otros para transformar la isla en una pat¨¦tica redundancia que acabe descomponi¨¦ndose, como en el soneto de G¨®ngora, "en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada".
O esto por lo menos es lo que pienso al abandonar la isla, cansado pero no desalentado, y sintiendo que, de alg¨²n modo, tambi¨¦n yo soy cubano.
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