La izquierda bien pensante se escandaliza
Creo que era Karl Vossler quien dec¨ªa que la diferencia cultural entre alemanes y espa?oles estribaba en que, mientras los alemanes eran disciplinados en la acci¨®n e indisciplinados en el pensamiento, los espa?oles eran al contrario: an¨¢rquicos en la acci¨®n, pero obedientes en materias intelectuales. Con todo lo que de falaces puedan tener tales generalizaciones, me temo que ¨¦sta contiene un grano de verdad: la Inquisici¨®n nos ense?¨® a no pensar por nosotros mismos, y la ense?anza parece haber quedado grabada a sangre y fuego en los genes hisp¨¢nicos. Durante largos siglos la ortodoxia imperante fue la de la Contrarreforma. Hoy, afortunadamente, la ideolog¨ªa que predomina en los c¨ªrculos de pensamiento del pa¨ªs, aunque tambi¨¦n algo anticuada, ha superado ya el concilio de Trento: estamos en un marxismo-leninismo-antiiperialista algo diluido y vacilante, pero contra el que es mejor no opinar para no incurrir en anatema.Juan Pablo Fusi y un servidor hemos sido anatematizados en estas p¨¢ginas recientemente por atrevernos a dudar en p¨²blico del dogma. Ambos nos limitamos, como el ni?o del cuento, a decir que el rey desfilaba en pa?os menores, es decir, sac¨¢bamos consecuencias palmarias de hechos evidentes. Fusi se?alaba, en un art¨ªculo de opini¨®n en EL PA?S, titulado El basurero de la historia, que, tras 70 largos a?os de opresi¨®n y dictadura, la criminal equivocaci¨®n del partido bolchevique, con Lenin a la cabeza, hab¨ªa quedado de manifiesto en 1989 incluso para aquellos que no hab¨ªan querido reconocerla antes. Yo hab¨ªa escrito en la revista Claves que el sistema de indastrializaci¨®n forzada preconizado por la escuela dependentista hab¨ªa fracasado estrepitosamente en Argentina. Ambos art¨ªculos se limitaban a anotar hechos evidentes y tratar de sacar simples consecuencias. Pero como los hechos y las consecuencias chocan con la ortodoxia imperante, hemos causado esc¨¢ndalo y se nos ha llamado a cap¨ªtulo por Juan Tr¨ªas Vejarano (a Fusi) y Ludolfo Paramio (a m¨ª) en las p¨¢ginas de este peri¨®dico. Nuestro delito: indisciplina mental (en mi caso con el agravante de provocaci¨®n).
S¨®lo esta aversi¨®n de nuestros intelectuales al pensamiento original explica el fracaso del magn¨ªfico libro de Ignacio Sotelo que con el t¨ªtulo Del leninismo al stalinismo public¨® Tecnos all¨¢ por 1977 y al que Tr¨ªas, en su defensa de Lenin, no hace referencia. En ¨¦l dice Sotelo que el leninismo es una adaptaci¨®n del marxismo (teor¨ªa de la revoluci¨®n en pa¨ªses desarrollados) a situaciones de subdesarrollo, como era la de la Rusia zarista; por eso es la versi¨®n del marxismo que ha triunfado en el Tercer Mundo. Pero tambi¨¦n por eso acentu¨® el leninismo las tendencias sectarias y autoritarias del marxismo, abriendo as¨ª el camino al totalitarismo estalinista. El libro, basado en una lectura concienzuda de las obras completas de Marx, Lenin y Stalin, y de otros cl¨¢sicos del marxismo, as¨ª como en un profundo conocimiento de la historia rusa y latinoamericana, est¨¢ escrito con la agilidad y buen hacer t¨ªpicos de Sotelo. Pero va a contrapelo de la ortodoxia imperante. Por ello ha sido sistem¨¢ticamente ignorado, no fue rese?ado en ninguna publicaci¨®n relevante y me temo ser casi la ¨²nica persona que lo ha le¨ªdo.
Cierto es que en todo el mundo la izquierda parece aquejada de par¨¢lisis mental y resulta incapaz de encontrar sustituto al mito marxista, en quiebra evidente desde las purgas de Mosc¨² de 1938, o al menos desde el levantamiento de Budapest de 1956. Pero ?no debiera la espa?ola tratar de ser un poco menos inquisitorial? En concreto, en lo que se refiere a mi pol¨¦mica con Paramio, los antiimperialistas, que tanto desesperan de la exportaci¨®n de materias primas como v¨ªa de desarrollo, debieran seriamente tratar de sacar conclusiones comparando el caso de Argentina con el de Australia o Canad¨¢, como muchos investigadores han hecho ya, para advertir que, aunque tambi¨¦n exportadores de materias primas, ambos han tenido mucho m¨¢s ¨¦xito que Argentina, precisamente desde que ¨¦sta, en los a?os treinta, inici¨® su pol¨ªtica de industrializaci¨®n aut¨¢rquica. Por otra parte, si bien los antiimperialistas espa?oles recelan de la exportaci¨®n de productos agr¨ªcolas (cosa que pr¨¢cticamente todos los pa¨ªses hoy adelantados hicieron en las primeras etapas de crecimiento), raramente denuncian la pol¨ªtica agraria de la Comunidad Europea, que, adem¨¢s de ser regresiva y antisocial, al encarecer el precio de los alimentos en Europa, perjudica a exportadores potenciales de productos agr¨ªcolas como Argentina. Pero es que pedir una rebaja de aranceles en Bruselas resulta burgu¨¦s y prosaico. Lo aparatoso y rom¨¢ntico es denunciar vacuamente el imperialismo yanqui.
Esta denuncia ritual del imperialismo yanqui, por otra parte, es una coartada perfecta para las oligarqu¨ªas del Tercer Mundo, ya que, mientras el culpable est¨¢ situado allende las fronteras, no har¨¢n falta ni reforma agraria, ni reforma fiscal, ni democratizaci¨®n del sistema pol¨ªtico y educativo, ni acci¨®n antimonopol¨ªstica, ni ninguna de las medidas de pol¨ªtica interna dif¨ªciles pero imprescindibles para el desarrollo y la modernizaci¨®n.
Para concluir: ?cu¨¢ndo se va a desprender la izquierda espa?ola de los viejos clich¨¦s y de los h¨¢bitos inquisitoriales? ?Por qu¨¦ se aferra a unos dogmas econ¨®micos que hacen aparecer a la derecha conservadora como el ¨²nico sistema de pensamiento pr¨¢ctico y riguroso? ?Hasta cu¨¢ndo el confuso e incoherente antiimperialismo (otra herencia trasnochada de Lenin) convertir¨¢ a la autodenominada izquierda en c¨®mplice de dictadores populistas tan siniestros como Juan Per¨®n, el ayatol¨¢ Jomeini, Fidel Castro o Muammar el Gaddafi? Y har¨¦ acto de contrici¨®n si he vuelto a provocar.
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