Gabriel Celaya o el compromiso en verso
Gabriel Celaya ha vuelto a ser actualidad literaria y le debo una reflexi¨®n sobre su obra que compromet¨ª con ocasi¨®n de su ya pasada enfermedad. Aunque Celaya se dio a conocer como poeta con anterioridad a la guerra civil, pienso que hist¨®ricamente se le puede considerar encuadrado en la generaci¨®n del 36, eso s¨ª, ocupando dentro de ella una situaci¨®n impar.Y aunque est¨¦ considerado con todos los merecimientos entre los indicadores de la llamada poes¨ªa social, por su estilo es un poeta dif¨ªcilmente hermanable con otros de su tiempo, anteriores o posteriores. Su lenguaje directo, su especial sintaxis, su tem¨¢tica caracter¨ªstica, tienen la virtud de hacerlo perfectamente reconocible tanto por su fondo como por sus aspectos formales.
Para Gabriel Celaya la poes¨ªa no es una mera expresi¨®n de belleza traducida en la armon¨ªa de las palabras, el ritmo, las met¨¢foras, im¨¢genes, etc¨¦tera. Es una manera de llegar m¨¢s por derecho al pueblo, en renglones quintaesenciados que en ocasiones no son ni siquiera versos en el sentido estricto, vale decir ret¨®rico, del t¨¦rmino.
Celaya deja entrever a trav¨¦s de su obra una personalidad tan humana y tan humanista que puede afirmarse que lo social le viene dado como corolario ineludible.
"Qui¨¦n que es no es social", dijo en cierta ocasi¨®n el maestro Gerardo Diego, y puede que no sin raz¨®n; pero es que en el caso de Gabriel Celaya el apelativo social tiene una dimensi¨®n m¨¢s profunda: la dimensi¨®n que a partir de la irrupci¨®n en la cultura europea de la filosof¨ªa existencialista -que, no se olvide, expres¨® en gran medida sus postulados a trav¨¦s de obras literarias- se empez¨® a llamar compromiso.
Apuesta
Y eso es lo que fue Gabriel Celaya fundamentalmente desde sus primeros libros: un poeta comprometido. Para ser m¨¢s preciso en la expresi¨®n de la idea que quiero comunicar dir¨ªa m¨¢s: un escritor, un intelectual comprometido. Entre los poderes institucionales y f¨¢cticos de la dictadura y el hombre corriente y moliente es evidente que ¨¦l apost¨® en todo momento por la causa del hombre, que coincide tambi¨¦n, inevitablemente, con la causa de la sociedad; y por eso se gan¨® el respeto inclusive de personas que ideol¨®gicamente militaban o se encontraban en un bando distinto al suyo.Por lo que se refiere a la juventud inquieta (nuestra larga posguerra era imposible que diese lugar a un fen¨®meno equivalente al del cercano pasotismo), la juventud que arrib¨® a las tareas culturales en los a?os medios del siglo, el autor de Cantos iberos fue para ella un punto de referencia obligado, un espejo en que mirarse y una especie de l¨ªder, marchando tras el cual sab¨ªa uno que se encontraba alineado en el frente de una militancia no pol¨ªtica en el sentido de partido, sino de todo cuanto formaba parte de una lucha en favor de la ciudadan¨ªa.
La conciencia que ¨¦l ten¨ªa de su misi¨®n de l¨ªder -y tambi¨¦n, puede decirse, su misi¨®n de portavoz- se patentiza en versos como ¨¦stos, pertenecientes a su poema Espa?a en marcha, correspondiente al libro antes mencionado:
"Nosotros somos quien somos. / ?Basta de Historia y de cuentos! / ?All¨¢ los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.
Ni vivimos del pasado,/ ni damos cuerda al recuerdo. / Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.
Somos el ser que se crece.
Somos un r¨ªo derecho. / Somos el golpe temible de un coraz¨®n no resuelto.
Somos b¨¢rbaros, sencillos.
Somos a muerte lo ibero / que a¨²n nunca logr¨® mostrarse puro, entero y verdadero.
?A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo / y mostras que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.
No reniego de mi origen, pero digo que seremos / mucho m¨¢s que lo sabido, los factores de un comienzo.
Espa?oles con futuro / y espa?oles que, por serlo, / aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno".
Aparte de que me parece enormemente interesante hacer notar, precisamente en estos momentos, el espa?olismo de este vasco de pura cepa, pienso que este poema, como tant¨ªsimos de Celaya, constituye todo un manifiesto y da para meditar mucho.
Algo nuevo
Algunos luchadores como ¨¦l se han quedado en el camino, sin conocer ese "algo nuevo", ese "comienzo", que ¨¦l anunciaba ya en 1955. Novedad que, ciertamente, no ha pasado de moda y que, estoy seguro, puede servir para nutrir la "meditaci¨®n espa?ola" que hemos de hacer nosotros y que habr¨¢n de hacer generaciones venideras de cara a las nuevas posibilidades de convivencia que se anuncian en la etapa que vamos a empezar en el milenio que llega.Una etapa que lejos de ser el "final de la historia" a que se refiere Fukuyama abre nuevas utop¨ªas y amplios horizontes de esperanza en un mundo que parece haber entendido, finalmente, que paz y seguridad no son conceptos antag¨®nicos, sino complementarios.
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