Derribar a Chiappucchi, objetivo de los favoritos
Un d¨ªa bast¨® para destronar al canadiense Bauer, dos para reducir la voluntad de Pensec, ?cu¨¢nto resistir¨¢ Chiappucci?. El Tour de los grandes, el bueno, el de verdad, convertido demasiado tiempo en un Tour oficioso, trata de restablecer el orden frente al Tour oficial, el malo, y ese orden demanda que caiga Chiappucci, corredor italiano de segunda fila acostumbrado a pelear por entre la mara?a de clasificaciones parciales que abundan en toda carrera. El Tour bueno persigue al Tour malo y las especulaciones giran en torno al desenlace final. No importa, por tanto, que gane Lemond, Breukink o Delgado. Parece importar que no gane Chiappucci, circunstancia tan aparentemente disparatada como para que nadie tome tama?a iniciativa.Chiappucci ha tenido a su favor que en realidad haya estado compitiendo en otro Tour. Ello explica en parte su buena actuaci¨®n en los Alpes y su notable cronoescalada. Pero en ambas ocasiones compet¨ªa con Pensec, un igual, no con Lemond, Breukink o Delgado. Ahora que los relevos han llegado a su fin, Chiappucci pone en definitiva colisi¨®n al Tour bueno con el Tour malo. ?Ir¨¢n los favoritos contra ¨¦l? Ah¨ª est¨¢ una de las claves de la carrera.
No parece probable que tanto el Zeta como el Banesto o el PDM destinen sus principales fuerzas a ir contra el l¨ªder italiano. Psicol¨®gicamente Lemond seguir¨¢ pensando en las ruedas de Delgado y de Breukink y viceversa. La experiencia reciente indica que cada cual esperar¨¢ los movimientos de un tercero, con lo que Chiappucci no va a tener rivales directos, salvo que los tres favoritos llegaran a un insospechado pacto contra ¨¦l. El problema del italiano ser¨¢ tan simple como soportar la carga del maillot amarillo. Simple, pero complicado la vez.
Ante esta perspectiva, el Tour bueno guarda interesantes argumentos. Lemond sigue trabaj¨¢ndose la ¨²ltima palabra, s¨®lo que ahora es consciente de que acaba de recuperar el peso de todo el equipo Zeta. Breukink ha sido el m¨¢s brillante, dispone del PDM a su servicio, pero tiene que luchar contra los precedentes que le acusan de soportar mal el calor o de hundirse estrepitosamente cuando le llega el d¨ªa malo; sus p¨¦rdidas nunca han sido razonables, sino aparatosas. Por ¨²ltimo, Delgado vuelve a quedar expuesto a tener que maniobrar al ataque, que no es la parte m¨¢s brillante de su repertorio -el gran Delgado es un Delgado a la contra-; y tiene al Banesto a sus pies con un asistente de lujo como Indur¨¢in.
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