Oposici¨®n en la oposici¨®n
LA DERECHA espa?ola demuestra con constancia su vocaci¨®n de oponerse al devenir de la historia. Cuando la reconstrucci¨®n del continente europeo permite el resurgir electoral de algunas de las fuerzas conservadoras del mismo, el bast¨®n democristiano sobre el que se apoy¨® Manuel Fraga en su intento de revitalizar Alianza Popular, refund¨¢ndola en un nuevo partido de imagen m¨¢s centrada (Partido Popular), se ha venido al suelo: Marcelino Oreja, cortejado hace apenas a?o y medio por el fundador del partido, y poco menos que se?alado como su posible sucesor, ha dimitido de todos sus cargos, cansado de la marginaci¨®n a la que hab¨ªa sido relegado. A ello hay que sumar las cr¨ªticas de algunos destacados miembros de? comit¨¦ ejecutivo, como Isabel Tocino y Miguel Herrero y Rodr¨ªguez de Mi?¨®n.Todav¨ªa es pronto para determinar los efectos que esta dimisi¨®n pueda tener en los objetivos del proyecto de renovaci¨®n de los conservadores espa?oles. Parece evidente que la invitaci¨®n hecha a Oreja para participar de manera tan destacada en la anhelada refundaci¨®n no persegu¨ªa una rentabilidad electoral inmediata. La aproximaci¨®n del PP a la democracia cristiana buscaba, sobre todo, su influencia para el entendimiento con regionalistas y centristas, as¨ª como reforzar su colaboraci¨®n con los partidos de derecha europeos, de fuerte inspiraci¨®n cristiana. Un nuevo intento de articular una alternativa que pusiera t¨¦rmino al prolongado mantenimiento en el poder del PSOE.
Es cierto que desde entonces ac¨¢ han sucedido muchas cosas, algunas de ellas no previstas por los estrategas conservadores. La colaboraci¨®n con el CDS de Su¨¢rez, materializada en los pactos auton¨®micos y municipales de la primavera de 1989, no ha cuajado. El PSOE ha mantenido pr¨¢cticamente intacto su caudal electoral proporcional y la direcci¨®n del refundado Partido Popular ha pasado a manos de un grupo de dirigentes j¨®venes, dispuestos a alcanzar cuanto antes el poder pol¨ªtico y a ejercer toda su autoridad en el seno del partido.
La dimisi¨®n de Marcelino Oreja parece inscribirse en el marco de una pol¨ªtica de desmantelamiento interior puesta en pr¨¢ctica por los nuevos dirigentes, una pol¨ªtica que, de continuar, puede dar al traste con el ¨²ltimo ensayo regenaracionista de la derecha espa?ola. Resulta un contrasentido presentarse como eje aglutinante de las fuerzas pol¨ªticas de centro-derecha -mensaje lanzado con ¨¦nfasis en el congreso del PP en Sevilla- y, al mismo tiempo, mostrarse incapaz de hacer lo propio con los destacados militantes que lo han conformado. Preciso resulta se?alar que todo ello ocurre en momentos en los que se intuye el final de los Gobiernos con mayor¨ªa absoluta, un dato del que ya ha tomado buena nota el partido socialista con su estrategia de acuerdos con otras fuerzas pol¨ªticas y que amenaza -m¨¢xime si la actual direcci¨®n del PP insiste en cerrarse en s¨ª misma reeditando antiguas pr¨¢cticas de navajeo-, con prolongar a¨²n m¨¢s la ya larga traves¨ªa del desierto que soporta la derecha espa?ola.
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