Quebec
?C¨®mo puede su peri¨®dico pretender seriamente tratar la unidad canadiense publicando art¨ªculos claves sobre el tema constitucional escritos desde Washington? En el art¨ªculo del d¨ªa 24 de junio que mereci¨® la primera p¨¢gina (Crisis en Canad¨¢ con peligro de secesi¨®n de Quebec), el primer ministro quebequense, Robert Bourassa, apareci¨® con el nombre de "Pierre" (no todos los pol¨ªticos de Quebec se llaman as¨ª), y la l¨ªder de los socialistas canadienses (con un respetable 20% del voto popular) Audrey McLaughlin se convirti¨® en hombre con el nombre "Andrew". Para m¨ª surge aqu¨ª la sospecha de que la informaci¨®n de este art¨ªculo se elabor¨® a trav¨¦s de la prensa estadounidense y no de una investigaci¨®n propia y seria de su corresponsal.En cuanto a la famosa frase del general De Gaulle pronunciada ya hace m¨¢s de 20 a?os, que aqu¨ª amenaza de "resonar en los o¨ªdos canadienses" de nuevo, yo podr¨ªa constatar que ya despu¨¦s de tantos a?os de discusi¨®n intensa en Canad¨¢ tienen poco que ver las palabras ego¨ªstas del general con el debate que ahora se vive en el pa¨ªs. Despu¨¦s de dos siglos de indiferencia y hasta desprecio desde Francia hacia su colonia anterior, las palabras del l¨ªder franc¨¦s se consideraron una provocaci¨®n de fuera, que buscaban reconfirmar un papel para Francia en Norteam¨¦rica, as¨ª como provocar una especia de Argelia canadiense en un pueblo que hasta los sesenta hab¨ªa vivido una indudable represi¨®n econ¨®mica y cultural. Ahora no son los anglohablantes blancos del poderoso Toronto los que han frenado el proceso hacia una m¨¢s amplia independencia para Quebec, sino los relativamente pobres indicos de la llanura de Manitoba y los pescadores de Terranova (con 500 a?os de historia propia). Citar a De Gaulle en este contexto tiene poco sentido.
Su corresponsal ten¨ªa que haber cogido su pasaporte y emprendido un peque?o viaje a Ottawa.-
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