El dif¨ªcil camino de la unidad
Ser¨ªa muy extensa la relaci¨®n de los efectos positivos que para los trabajadores y el sindicalismo ha tenido el entendimiento entre las dos grandes centrales. Quiz¨¢ podr¨ªa ilustrarlos, por citar s¨®lo uno de los ejemplos menos utilizados, que el discurso recurrente sobre una supuesta crisis de los sindicatos se ha difuminado en el deseo de todas las fuerzas pol¨ªticas con responsabilidades de gobierno a nivel central y/o auton¨®mico de negociar y buscar acuerdos con nosotros sobre la base de nuestra Propuesta Sindical Prioritaria (PSP).En ning¨²n otro momento hemos alcanzado las cotas de reconocimiento social, de influencia y de resultados para los trabajadores como las conseguidas los ¨²ltimos tiempos gracias a la unidad de acci¨®n. Pero si la experiencia aconseja preservar esta conquista, lo que en el inmediato futuro nos aguarda obliga a que profundicemos en ella y empecemos a plantear avances de mayor calado.
Por comenzar con lo m¨¢s pr¨®ximo, salta a la vista que tras una primera fase de negociaciones en base a la PSP, hemos entrado en una segunda fase en la que el inter¨¦s del Gobierno es llevarnos a un gran pacto sobre la competitividad, en el que tambi¨¦n participar¨ªa la CEOE. Es decir, el impulso que nos permiti¨® negociar a dos bandas -sindicatos y Gobierno- y obtener buenos resultados, se agota muy deprisa. Como, por otro lado, no podemos enfrentar a la defensiva el debate abierto sobre la competitividad, sencillamente porque este problema es real aunque sea viejo, nos es exigible precisar mucho mejor nuestra posici¨®n y hacerlo con la misma concreci¨®n y claridad con que en la PSP definimos el concepto giro social. Ni que decir tiene que tambi¨¦n estamos obligados a defender lo mucho que a¨²n resta de la PSP, dado que, entre otras razones, forma parte de una competitividad enfocada con prisma progresista.
En otras palabras, se perfila un cambio de panorama dentro de nuestro pa¨ªs que habremos de afrontar en unas condiciones menos propicias para nosotros.
Si ampliamos la reflexi¨®n a las responsabilidades que como componente del sindicalismo europeo nos son exigibles, esto es, si nos proponemos ayudar a superar la mera denuncia de una determinada concepci¨®n de Europa, en la que lo social es s¨®lo una variable dependiente de lo econ¨®mico, y trabajamos en pro de un cambio en la relaci¨®n de fuerzas para intentar que sea al rev¨¦s, es decir, que lo social inspire todo lo dem¨¢s; si queremos contribuir a una respuesta m¨¢s articulada frente al poder de las fuerzas econ¨®micas y financieras, que contin¨²a creciendo en la CE como consecuencia de los procesos de concentraci¨®n empresarial; si, de otra parte, tenemos en cuenta que los objetivos, las grandes reivindicaciones y hasta las pr¨¢cticas sindicales tienden a homogeneizarse... Si, en suma, reflexionamos sobre lo que conlleva el mercado ¨²nico, las tendencias favorables al entendimiento y la unidad de la izquierda europea y la necesidad de que los trabajadores y el movimiento sindical marquemos nuestra impronta en un panorama como el que de forma somera apuntamos, llegaremos a la conclusi¨®n de que apostar por la unidad no es una opci¨®n ideol¨®gica, sino un imperativo de los tiempos que corren.
Pero la unidad de acci¨®n entre CC OO y UGT tiene fragilidades. Por el tipo de actitudes y reivindicaciones en que se sustenta, aparte motivos inherentes al temor hacia todo lo que suponga mayor fuerza social de los trabajadores, es natural que la patronal y la derecha pol¨ªtica deseen que se rompa cuanto antes. Tambi¨¦n es obvio que desagrade al Gobierno y a la direcci¨®n del PSOE, pues uno de los grandes pilares del entendimiento sindical ha sido la oposici¨®n a su pol¨ªtica. Incluso sectores de Izquierda Unida recelan de ella y culpabilizan a los recientes acuerdos entre sindicatos y Gobierno de haber contribuido a su rev¨¦s electoral en Andaluc¨ªa.
Caldo de cultivo
Todo esto ser¨ªa poco peligroso si no encontrara caldo de cultivo en el interior de los sindicatos. Para simplificar lo que queremos hacer notar, nos limitaremos a subrayar que la unidad de acci¨®n no ha sido la resultante de un proceso promovido desde las bases, sino una decisi¨®n adoptada por las direcciones de los sindicatos para, entre otras cosas, defender mejor las reivindicaciones y, a la par, defendernos m¨¢s eficazmente de agresiones e injerencias externas. Que la apuesta por la unidad haya sido muy positiva no resulta contradictorio con que permanezcan a¨²n muchas zonas de fricci¨®n entre nosotros, en especial cuando se desciende a las organizaciones sectoriales y a las empresas. En esta situaci¨®n enfrentamos las pr¨®ximas elecciones sindicales.
En teor¨ªa, las elecciones no tendr¨ªan por qu¨¦ representar un peligro para la unidad de acci¨®n, pues lo l¨®gico ser¨ªa que tanto UGT como CC OO nos benefici¨¢ramos por igual de los avances que conjuntamente hemos obtenido para los trabajadores. Pero en la pr¨¢ctica puede no ser as¨ª. Y si, en contra de lo previsible, se produjeran unos resultados que modificaran de forma importante el mapa sindical, podr¨ªa derivarse un replanteamiento de las estrategias que en su momento propiciaron la unidad de acci¨®n.
El fortalecimiento de la unidad debiera habernos empujado a un enfoque conjunto de las elecciones, donde el reto fuese conseguir que en todos los centros de trabajo con derecho a ello hubiera representaci¨®n de los trabajadores. Pues en este momento puede estimarse que de los 220.000 centros de entre 6 y 50 trabajadores, m¨¢s de 150.000 no han tenido nunca representaci¨®n alguna. Corregir esto supone un esfuerzo de tal magnitud que lo tambi¨¦n l¨®gico habr¨ªa sido planificar en com¨²n las elecciones, de forma tal que el objetivo y los recursos disponibles se dirigieran sobre todo a la extensi¨®n de las bases de sustentaci¨®n del sindicalismo de clase, uno de cuyos componentes esenciales es la red de delegados existentes en las empresas. Porque el tal¨®n de Aquiles de los sindicatos es la enorme sima existente entre nuestra capacidad de convocatoria y nuestra representatividad a la hora de expresar y definir las reivindicaciones de los trabajadores respecto de nuestra implantaci¨®n organizativa y afiliaci¨®n. Si entre todos los sindicatos juntos no sobrepasamos un 15% de afiliaci¨®n, en las peque?as empresas podemos hablar de verdadero desierto sindical.
Lo cierto es que en lugar de la cooperaci¨®n para el ¨¦xito com¨²n, la sensaci¨®n dominante es que ha, primado el objetivo de ganar al otro.
Estrategia y t¨¢ctica
No ha sido, pues, posible un acuerdo sobre las elecciones que, a nuestro entender, guardara mayor coherencia con una visi¨®n estrat¨¦gica y no t¨¢ctica de la unidad de acci¨®n. Sin dejar de reconocer que podemos algunos pecar de voluntarismo en este asunto, nos queda la impresi¨®n de que los miedos y las l¨®gicas de los aparatos han primado sobre la l¨®gica de una pol¨ªtica m¨¢s ambiciosa en materia de unidad.
En todo caso, la din¨¢mica seg¨²n la cual lo prioritario es quedar por encima del otro puede abrir la veda. a desaguisados de diversa magnitud y efectos. En este sentido, me ha parecido una temeridad la decisi¨®n adoptada en CC OO el 12 de julio, convocando unilateralmente las elecciones en toda Espa?a, a excepci¨®n de la comunidad aut¨®noma vasca. Quiz¨¢s esta decisi¨®n sea un buen espejo de las debilidades que cruzan la unidad de acci¨®n.
El camino de la unidad se muestra dif¨ªcil y, tal como est¨¢n las cosas, algunos sentimos la incertidumbre de si nos encontramos en el umbral de un primer paso atr¨¢s. Pero, convencidos algunos de que se est¨¢ a tiempo de rectificar un enfoque de las elecciones que creemos incorrecto, intentamos contribuir a la creaci¨®n de un estado de opini¨®n que facilite esa rectificaci¨®n. Adem¨¢s de lo que aportemos exponiendo el problema, vamos a procurar que la lealtad inequ¨ªvoca con el sindicato del que formamos parte sea compatible, no s¨®lo en las palabras, con la defensa a ultranza del bien superior de la unidad.
es miembro del Secretariado de la C. S. de CC OO.
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