La ¨²ltima traici¨®n de Manuel Puig
El escritor argentino Manuel Puig, autor de El beso de la mujer ara?a (1976) y Sangre de amor correspondido (1982), entre ocho novelas que lesituaron entre las figuras de la literatura latinoamericana, muri¨® en la madrugada del domingo, a los 57 a?os, en Cuernavaca, M¨¦xico. Elautor hab¨ªa sido operado para la extirpaci¨®n de la ves¨ªcula y problemas posoperatorios le causaron la muerte. El beso de la mujer ara?aobtuvo un ¨¦xito mundial en la versi¨®n para el cine dirigida por H¨¦ctor Babenco e interpretada por William Hurt y Ra¨²l Juli¨¢.
La primera vez que o¨ª hablar de Manuel Puig no o¨ª hablar de Manuel Puig, sino de un t¨ªtulo. Era diciembre de 1965 y se acercaba el fallo del Premio Seix Barral. Carlos Barral, que deb¨ªa publicar pronto Tres tristes tigres pero, como siempre, jugaba al editor pol¨ªtico, me dijo "se llama La traici¨®n de Rita Hayworth". Era una de las finalistas. Inmediatamente me fascin¨® ese t¨ªtulo absolutamente novedoso: "Debe ser el premio", le dije, "solamente por el t¨ªtulo". Pero Puig no gan¨® el premio sino innumerables dilaciones todas venidas de Carlos. No hay que olvidar que ¨¦ste era el gran editor espa?ol que en el espacio de 16 meses hab¨ªa rechazado Cien a?os de soledad y De d¨®nde son los cantantes, de Severo Sarduy, verdadera obra maestra de la escritura consciente.El manuscrito que hab¨ªa venido a caer en las turbias aguas del c¨¢lculo pol¨ªtico fue enviado por Juan Goytisolo desde Par¨ªs. Goytisolo a su vez hab¨ªa conocido el libro por N¨¦stor Almendros, que hab¨ªa conocido a su autor en sus d¨ªas de estudiante de cine en Roma. Cuando finalmente pude leer el libro, tres a?os m¨¢s tarde, enviado por su autor desde Buenos Aires, me cautiv¨® no s¨®lo su encanto oral sino ver que era una novela con p¨¢ginas de celuloide: la f¨¢brica de la trama era el cine. Se lo dije a N¨¦stor y me dijo: "S¨ª, la Sally tiene mucho talento". ?Qu¨¦ Sally?, quise saber. "Pero, ?t¨² no te acuerdas de Sally?". Entonces record¨¦ que N¨¦stor recib¨ªa en La Habana unas cartas descacharrantes cuyo firmante era solamente Sally.Todo era una mujerCuando conoc¨ª a Manuel, que segu¨ªa siendo Sally mucho despu¨¦s de ser famoso, en un viaje que hizo con dos t¨ªas a Londres comprob¨¦ que viv¨ªa en un universo femenino: todo el mundo ten¨ªa nombre de mujer, todas las relaciones eran de mujer a mujer y sus dioses tutelares eran diosas: Greta Garbo, naturalmente, pero tambi¨¦n Lana Turner y Susan Hayward. Con las tres ocurrieron momentos estelares y por supuesto con Rita Hayworth, entre la fascinaci¨®n y la decepci¨®n. Greta Garbo era la pieza de resistencia par¨®dica de Manuel. Bajo, moreno, hirsuto y casi calvo Manuel hac¨ªa una imitaci¨®n de la Garbo en Gran hotel que no s¨®lo era perfecta sino que asesinaba no el car¨¢cter sino la cara de Garbo. Despu¨¦s de ver a Manuel en la salita de Gloucester Road ya no pude reprimir la carcajada al o¨ªr a la Garbo decir, tr¨¢gica: "I want to be alone". Sola se quedaba en la parodia de Puig.Manuel no ten¨ªa ideolog¨ªa pero ten¨ªa idolatr¨ªas. Su amigo de siempre, N¨¦stor Almendros, tropez¨® con una. Lleg¨® a Nueva York tarde, en la noche, y llam¨® Manuel, que no dorm¨ªa. "Ven para ac¨¢ y te quedas en mi apartamento". N¨¦stor, ya en su hotel, estaba renuente. "Ven y hablamos del cine y de la moda". N¨¦stor consinti¨®. Ya en el apartamento, que era del tama?o de un armario, trajo sus maletas y convers¨® un rato con Manuel. De pronto tropezaron con Lana Turner. Manuel dijo que la adoraba, que era cierto, N¨¦stor dijo que la detestaba, que tambi¨¦n era cierto. De pronto Manuel abri¨® la puerta de la calle y le dijo a N¨¦stor: "Una persona que odia a la Lana no puede estar bajo mi techo" -y a las tres de la madrugada lo larg¨® a la hosca calle neoyorquina.
Nadie tropezaba frente a Manuel con la misma estrella, pero Emir Monegal, de visita en el mismo apartamento, tuvo la osad¨ªa, o mejor, la indiscrecci¨®n de decir que no le gustaba Susan Hayward. Resultado: Manuel estuvo tres a?os sin hablarle a Emir. Nunca sufr¨ª una noche de ira con Manuel, porque todas esas mujeres eran para m¨ª la mujer ideal. Manuel lo sab¨ªa y me regal¨® una lista extraordinaria. Eran los escritores hispanos haciendo el papel de estrellas de la Metro, con un comentario ad hoc. Borges, ciego, era Norma Shearer, la de los ojos bizcos. Comentario: "Oh, qu¨¦ digna". Carpentier era Joan Crawford: "Oh, tan fiera". Asturias era Greta Garbo: "S¨®lo por ese favor del nobel". Juan Rulfo era Greer Garson; Cort¨¢zar era Hedy Lamarr: "Tan helada y remota". Lezama era, ?sorpresa! Lana Turner, y Vivien Leigh, "tan temperamental y enferma", era S¨¢bato. Vargas Llosa era Esther Williams, "tan disciplinada", y Carlos Fuentes era Ava Gardner, a quien la rodeaba el glamour, aunque Puig preguntaba: "Pero, ?podr¨¢ actuar?". Garc¨ªa M¨¢rquez era Elizabeth Taylor: "Bella cara pero un cuerpo terrible". Ya en los sesenta, Severo Sarduy era Vanessa Redgrave y Manuel incorporaba a Julie Christie. Al final ven¨ªan dos j¨®venes escritores, uno argentino y otro mexicano, a quienes Manuel declaraba "la Metro la desde?a" y "no m¨¢s estrellitas". La lista revelaba que Manuel no era s¨®lo una cara linda del cine sino un cr¨ªtico literario agudo y penetrante como un estilete -o como su estilo.El cine y el siglo
La ¨²ltima vez que supe de Manuel era en una de sus cartas de una letra menuda que no conoc¨ªa el margen. Me daba las gracias por haber hecho una lista, esta vez de libros, donde colocaba El beso de la mujer ara?a entre los mejores libros que hab¨ªa le¨ªdo enmi vida y es la verdad. Pero pod¨ªa haber puesto en su lugar Boquitas pintadas y La traici¨®n de Rita Hayworth, que es la primera novela, en cualquier lista, que uni¨® al cine y al siglo. Borges, a quien Manuel calificaba de viejo malo, dijo de su otra obra maestra: "Imag¨ªnense, un libro que se llama como un creyon de labios". Borges, lector del pasado, no pod¨ªa distinguir la nueva sensibilidad argentina de Manuel, con su historia nacional de la infamia. Otro argentino, Julio Cort¨¢zar, hablaba pestes de Manuel como escritor para terminar copi¨¢ndolo. ?Qu¨¦ otra cosa es Queremos tanto a Glenda sino La traici¨®n de Rita Hayworth 20 a?os despu¨¦s? Inclusive La t¨ªa Julia y el escribidor no hubiera podido tener ese t¨ªtulo sin la precedencia de Puig.La ¨²ltima traici¨®n
En su ¨²ltima carta Manuel me dec¨ªa que dejaba R¨ªo de Janeiro, donde vivi¨® los ¨²ltimos 15 a?os, porque la ciudad se hab¨ªa hecho groseramente peligrosa y ni siquiera se pod¨ªa ba?ar en el mar (como Swinburne, Puig era un gran nadador) sin que le salieran ronchas. Escogi¨® M¨¦xico tierra adentro y en Cuernavaca, como la cita en Samarra, lo estaba esperaba la ¨²ltima traici¨®n. Muri¨®, como otro h¨¦roe pop, Andy Warhol, de una complicaci¨®n pulmonar despu¨¦s de una operaci¨®n menor. No habr¨¢ ya m¨¢s libros de Manuel Puig, pero, peor, lo que es terrible, no habr¨¢ m¨¢s Manuel vivo en un mundo de mujeres muertas.
es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.