Puerta grande para un torerazo
Galache / Ponce
Tres toros de Francisco Galache, bien presentados, de juego desigual, pastue?o el 12; tres de El Toril, bien presentados, 32 bronco, 52 y 62 cinque?os de gran trap¨ªo, manejables. Enrique Ponce, ¨²nico espada: estocada delantera (dos orejas); siete pinchazos y descabello (silencio); dos pinchazos y estocada corta perpendicular (aplausos y salida al tercio); pinchazo, rueda de peones y estocada (ovaci¨®n y salida al tercio); dos pinchazos, media ladeada, rueda de peones y tres descabellos; la presidencia le perdon¨® un aviso (vuelta); pinchazo, estocada ladeada y descabello (oreja). Sali¨® a hombros por la puerta grande.
Plaza de Valencia, 28 de julio.
S¨¦ptima corrida de feria. Cerca de tres cuartos de entrada.
Enrique Ponce hizo la hombrada de encerrarse con seis toros, los lidi¨® sobrado de facultades y de t¨¦cnica, cuaj¨® una faena de altas calidades art¨ªsticas, sali¨® a hombros por la puerta grande entre aclamaciones de "torero!". Enrique Ponce, valenciano chivato (no por nada, sino porque es de Chiva), estuvo hecho un torerazo y si no hubiera estado hecho tambi¨¦n un pinchauvas matarile salatar¨ªn, habr¨ªa alcanzado mayor triunfo. Tres orejas se llev¨®, que pudieron ser cinco. De ellas, dos por el faen¨®n de altas calidades art¨ªsticas; una, por otra faena importante, a un torazo hondo, cornal¨®n, astifino y cinque?o. O sea, que ah¨ª queda eso.A las tres de la tarde Enrique Ponce no sab¨ªa que iba a matar seis toros. A las tres de la tarde, Enrique Ponce (y todo el mundo) cre¨ªa que alternar¨ªa con Roberto Dom¨ªnguez y El Soro. Pero tres de los galaches anunciados hab¨ªan sido sustitu¨ªdos por tres pavos de El Toril y a las tres de la tarde Roberto Dom¨ªnguez enviaba parte facultativo certificando que le dol¨ªa la espalda, El Soro otro certificando que le dol¨ªan los abductores, y no pod¨ªan torear.
S¨®lo ya en el cartel, Ponce propuso encerrarse con los seis toros, a ver qu¨¦ pasaba. Varios diestros valencianos se ofrecieron como sustitutos de las doloridas figuras ausentes. La autoridad adujo, sin embargo, que el reglamento no permite sustituciones despu¨¦s de celebrarse el apartado. La capacidad interpretativa de la autoridad, que Dios se la guarde. Porque, en efecto, no se puede sustituir a nadie tras el apartado, pero si hay causa de fuerza mayor, es distinto. Si a un torero le entra, por ejemplo, dolor de espalda o de abductores, o le da el apret¨®n, claro que se le puede sustituir.
Viendo c¨®mo eran los dos¨²ltimos toros, cinque?os, astifinos, m¨¢s serios que guardias de asalto en noche de redada, se entiende que a la gente le entre dolor de espalda y de abuctores y hasta que se vaya de vareta. Aunque no a todo el mundo le ocurren semejantes miserias. Sin ir m¨¢s lejos, Enrique Ponce estuvo all¨ª, entero y verdadero, y lidi¨® los cinque?os con recursos de maestro. Ahora bien, nadie ech¨® de menos a los coletudos ca¨ªdos del cartel pues, entre otras razones, ninguno de ellos habr¨ªa sido capaz de torear con la pureza y el gusto de que hizo gala Enrique Ponce, principalmente en los toros que abrieron y cerraron plaza.
Durante la lidia del segundo, berrendo en colorao revoltoso y violento, cay¨® una tromba deagua impresionante, que oblig¨® a aplazar la corrida tres cuartos de hora para acondicionar el ruedo. M¨¢s adelante volver¨ªa a llover. El tercer toro, casta?o y cuajado, era incierto y reserv¨®n; el cuarto, berrendo en negro lucero calcetero, acab¨® moribundo; el quinto result¨® manejable por el pit¨®n derecho y top¨®n por el izquierdo; el sexto, de apabullante presencia, desarroll¨® cierta nobleza. A todos les di¨® su lidia Enrique Ponce, con todos pudo, y al terminar la hombrada, cuando le sacaban a hombros por la puerta grande entre aclamaciones, estaba tan fresco como una rosa y m¨¢s contento que unas pascuas. Lo que suele acontecer, cuando uno es torero a carta cabal y tiene oportunidad de demostrarlo.
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