?A qui¨¦n representan los partidos pol¨ªticos?
En las democracias contempor¨¢neas son los partidos pol¨ªticos -en plural y no en singular- quienes determinan las decisiones esenciales de la vida pol¨ªtica y econ¨®mica. Es l¨®gico, por tanto, que la inmensa mayor¨ªa de ciudadanos se formule preguntas, de modo permanente, sobre los programas, las formas organizativas, la transparencia de sus gastos, la relaci¨®n entre lo que prometen y lo que realizan o proyectan, las alianzas ¨¦ticas y las alianzas espurias, la selecci¨®n para las funciones de representaci¨®n y la din¨¢mica del liderazgo social de los partidos pol¨ªticos. Es igualmente ejercicio necesario estimular la percepci¨®n y la identificaci¨®n de distintos sectores, clases o segmentos de opini¨®n p¨²blica con respecto a los partidos existentes en el tablero electoral y parlamentario. Lo es tambi¨¦n la b¨²squeda de las ra¨ªces y motivaciones que determinan el auge y la ca¨ªda de los partidos, l¨ªderes, su capacidad de sintonizar o ir a remolque de las nuevas sensibilidades de cada momento hist¨®rico, esto es, la aproximaci¨®n del tiempo pol¨ªtico al tiempo hist¨®rico, la sincron¨ªa o la diacron¨ªa con los acontecimientos que marcan la evoluci¨®n de los pueblos, las naciones y la comunidad internacional.Los partidos representan a los ciudadanos inscritos en el censo electoral y por tanto reflejan el nivel de educaci¨®n, capacidad, exigencia y objetivos de tal cuerpo comunitario. Pero los partidos representan algo m¨¢s que un refrendo regular de los electores en cada proceso electoral a los designados por los partidos en la formaci¨®n de las listas electorales. Los partidos representan a fuerzas sociales, grupos de presi¨®n, fuerzas de acci¨®n internacional (internacionales pol¨ªticas, multinacionales, comunidades supranacionales). El ciudadano-elector, mitificado por la teor¨ªa de la democracia y por la tesis "un hombre, un voto", es s¨®lo una parte del conglomerado de fuerzas y contrafuerzas que intervienen y condicionan la decisi¨®n habitual del voto. El resultado final, medido en representantes y mecanismos de decisi¨®n pol¨ªtica y econ¨®mico-social, determina la formaci¨®n de Gobierno y convierte a los dirigentes de los partidos en pr¨ªncipes de la pol¨ªtica contempor¨¢nea, actores, voceros, portavoces, figurantes, estrellas del poder y la gloria ef¨ªmeras del poder pol¨ªtico.
Los partidos, en la m¨¢s reciente etapa de la democracia espa?ola, cumplen, en l¨ªneas generales, a lo largo de 1990, 15 a?os. Tiempo corto, de cris¨¢lida, de candorosidad primaveral, de fundaciones y refundaciones, de virtudes y errores clamorosos. Las relaciones entre partidos, l¨ªderes, electores, medios de comunicaci¨®n, han sido a la vez emocionales y racionales, dominados por las pasiones y por la vanidad, por el orgullo y la necesidad. A partir del umbral de madurez es probable que un aniversario primaveral le siente bien a los partidos en Espa?a. Por lo pronto, a pesar de la existencia escriturada de m¨¢s de 500 partidos-asociaciones en los registros p¨²blicos, se cuentan con los dedos de una mano los partidos que realmente operan en el escenario decisivo de la pol¨ªtica nacional. Y no parece que en los pr¨®ximos a?os este escenario vaya a cambiar de modo radical.
Al panorama actual se ha llegado en tres momentos que coinciden con tres periodos oto?ales. El primer tramo se desarrolla entre el oto?o de 1975 y el de 1982. Siete a?os de reformas pol¨ªticas de primer¨ªsimo orden institucional configuran el sistema democr¨¢tico existente a trav¨¦s de la reinstauraci¨®n de la Corona, las decisiones fundamentales de las Cortes, las declinantes del antiguo r¨¦gimen en 1976 y las germinales de la voluntad popular de 1977, la voluntad constituyente de 1978 y las transformaciones de los poderes p¨²blicos adoptadas entre 1977 y 1982. Forzosamente ha de incluirse en este proceso el movimiento contrario a la sustanciaci¨®n democr¨¢tica que vivi¨® su momento de m¨¢xima intensidad con el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, tentativa frustrada para acabar con la dominaci¨®n del sistema democr¨¢tico de partidos y que asest¨® a la coalici¨®n UCD un efecto mortal.
Las elecciones de octubre de 1982 cierran el periodo de reformismo democr¨¢tico moderado y abren un nuevo periodo de dominaci¨®n socialista que se cierra en el oto?o de 1989, con las elecciones del 29 de octubre. El septenado socialista, 1982-1989, expresa un modelo de control de la vida pol¨ªtica por un partido partidario de establecer un sistema social basado en su primer postulado, "socialismo es libertad" (lema de la campa?a de 1977). Radicalismo y moderaci¨®n han presidido la etapa socialista, y la h¨¢bil mezcla de pol¨ªtica econ¨®mico-social de prudente liberalismo cooperativo ha llevado al socialismo hispano a una convergencia con el dominante en la Europa occidental. Este socialismo doctrinario, equivalente al liberalismo doctrinario de siglo XIX, aunque inserto en su situaci¨®n siglo XX, ha sido gestor de la crisis econ¨®mica entre 1982-1985 y ha servido de impulsor de la integraci¨®n de Espa?a en la Comunidad Europea, constituyendo este aspecto su activo m¨¢s importante en la modernizaci¨®n y superaci¨®n del aislamiento nacional superviviente a la guerra mundial.
Las elecciones de 1989 han abierto, frente a los dos septenados anteriores, el reformista y el socialista, un nuevo periodo en el que los partidos pol¨ªticos tantean cu¨¢l ha de ser su nueva funci¨®n global y particular. El transcurso de un a?o escolar, entre octubre de 1989 y septiembre de 1990, lleno de tensiones y que aparece incierto para muchos observadores, no es m¨¢s que el pr¨®logo de una situaci¨®n cuyo interrogante se centra en conocer por cu¨¢l opci¨®n tender¨¢n los principales actores del escenario parlamentario, esto es, los socialistas. Si se orientan por el dualismo asim¨¦trico, o si lo har¨¢n por el pluralismo cooperativo es cuesti¨®n todav¨ªa no resuelta, pero que deber¨¢n afrontar para definir el car¨¢cter de la legislatura y del proceso pol¨ªtico que tiene grandes desaf¨ªos para los a?os del cierre del siglo. La f¨®rmula dualismo asim¨¦trico expresa la existente entre 1982-1989, mayor¨ªa absoluta y alternativa pr¨¢cticamente inviable en un partido que representa grupos de inter¨¦s contrapuestos dial¨¦ctica y pol¨ªticamente al poder socialista. La novedad del proyecto de pluralismo cooperativo consistir¨ªa en extender la cooperaci¨®n parlamentaria establecida entre diciembre de 1989 (debate e investidura del presidente del Gobierno) y la primavera de 1990 (cooperaci¨®n uno m¨¢s cuatro, PSOECDS/CiU/PNV/AIC) a una colaboraci¨®n de gobierno para el trienio 1990-1993. El dualismo asim¨¦trico ha recibido en las elecciones andaluzas una lecci¨®n severa, aunque el PSOE haya conseguido mayor¨ªa absoluta y los tres partidos de la oposici¨®n (PA-IU-PP) llegaran a concebir un plan alternativo para el caso de ruptura de la mayor¨ªa socialista.
Queda abierto, en consecuencia, un modelo que puede desarrollarse en varios aspectos. El original pentapartido parlamentario (uno m¨¢s cuatro) definido al comienzo de la cuarta legislatura puede pasar a un plano de acci¨®n gubernamental si los partidos prev¨ªstos se abren a un compromiso in¨¦dito en la reciente democracia. Una meta que merece en todo caso ser explorada.
es catedr¨¢tico de Derecho Pol¨ªtico y ex diputado a Cortes.
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