El emperador se tranquiliza
Supongo que todo el mundo ha o¨ªdo hablar del "nuevo traje del emperador". Por si queda alguien que no, ofrezco una versi¨®n, ligeramente modificada, de la f¨¢bula:Un emperador quiso comprobar hasta qu¨¦ punto sus s¨²bditos confiaban en su palabra y encarg¨® a una importante firma de relaciones p¨²blicas que hiciera una encuesta. Uno de los expertos de la firma sugiri¨® el siguiente experimento: el emperador anunciar¨ªa que se iba a dirigir a sus s¨²bditos desde el balc¨®n del palacio imperial vistiendo un nuevo traje que nadie le hab¨ªa visto hasta entonces, un traje espl¨¦ndido, con muchos brocados y diamantes, y que iba a preguntarles qu¨¦ les parec¨ªa ese nuevo traje, pero que en verdad iba a pronunciar su discurso desnudo. Una vez terminado el discurso, se repartir¨ªan cuestionarios a toda la poblaci¨®n y se confeccionar¨ªa una estad¨ªstica a base de las respuestas.
El resultado fue que, con muy escasas excepciones, los s¨²bditos del emperador se deshicieron en elogios acerca de sus nuevas vestiduras. Algunos las describieron minuciosamente; otros, con menos precisi¨®n. Pero casi todos estuvieron de acuerdo en que eran magn¨ªficas, y hasta -como escribi¨® uno de los s¨²bditos- "realzaban como correspond¨ªa la eminente personalidad y la indiscutible autoridad del emperador".
En suma: aunque el emperador iba desnudo, la mayor parte de los s¨²bditos cay¨® rendida de admiraci¨®n ante sus nuevas vestiduras. El emperador estuvo muy satisfecho de los resultados, pero qued¨® algo intrigado y quiso saber el porqu¨¦ de los mismos. Otro experto de la importante firma de relaciones p¨²blicas se encarg¨® de la respuesta.
He aqu¨ª un resumen de la misma:
Muchos respondieron de un modo positivo, y hasta con entusiasmo, a la pregunta "qu¨¦ opina usted del nuevo traje del emperador?", simplemente porque no hab¨ªan estado all¨ª en el momento de su aparici¨®n. No lo hab¨ªan visto con sus propios ojos y tuvieron que fiarse de testimonio ajeno. Pero si fulano de tal, que s¨ª estuvo presente, afirmaba que el emperador llevaba un nuevo traje, ?c¨®mo iba a dudar de ello? Menos a¨²n pod¨ªa dudarse de lo que dec¨ªa la prensa, la radio o la televisi¨®n, que, aunque se sabe que no son siempre fidedignas, no pueden equivocarse constantemente y por sistema (de hecho, ser¨ªa preferible que se equivocaran por sistema, porque entonces sabr¨ªamos la verdad, que ser¨ªa siempre lo contrario de lo que dicen).
Otros respondieron tambi¨¦n positivamente porque, aunque estuvieron presentes cuando apareci¨® el emperador y advirtieron que no llevaba ropas de ninguna clase, les entr¨® la duda, en vista de lo que se hab¨ªa anunciado, de que estuviera realmente desnudo. Si la gran mayor¨ªa de la gente estaba de acuerdo en que llevaba un nuevo traje, era muy posible que ellos se hubiesen equivocado y que lo que les pareci¨® desnudez del emperador se debiera al color de piel de un atav¨ªo muy h¨¢bilmente dise?ado para dar la impresi¨®n de que iba vestido.
Otros afirmaron asimismo que el nuevo traje era maravilloso porque, si bien vieron perfectamente que el emperador estaba realmente desnudo, no, se atrevieron a declararlo as¨ª, y menos por escrito, por temor a quedar mal ante personas de gran poder o de gran prestigio que hab¨ªan asegurado que el emperador iba vestido. Si ellos lo hab¨ªan dicho as¨ª, por algo ser¨ªa, aunque no alcanzaban a saber exactamente por qu¨¦.Otros se inclinaron asimismo a favor de responder que s¨ª, que el emperador iba vestido con un muy rico traje, porque, aunque no les cab¨ªa la menor duda de que estaba en cueros, se cuidaron muy mucho de disentir de quienes sosten¨ªan lo contrario, porque esto pod¨ªa tener como consecuencia que el resto de la poblaci¨®n los mirara con malos ojos, como unos descastados o unos antipatriotas. Hasta sospechaban que su actitud de duda acerca del nuevo traje -y no digamos de cualquier traje- podr¨ªa perjudicarles en sus intereses, porque es bien sabido que en no pocos casos -y especialmente cuando se trata de cuestiones realmente importantes, como en el asunto del nuevo traje del emperador- es muy dif¨ªcil vivir -e imposible prosperar- al margen de la opini¨®n general.
Todo eso era perfectamente, claro, respondi¨® el emperador cuando el experto -que lo era en la categor¨ªa de respuestas afirmativas- le present¨® su informe, pero ?por qu¨¦ segu¨ªa habiendo unos cuantos -desde luego, no muchos, pero los suficientes para no quedar del todo tranquilo- que hab¨ªan respondido que el emperador iba desnudo?
De contestarle se encarg¨® el experto en la categor¨ªa de respuestas negativas:
Hab¨ªa, en realidad, dos clases de personas que hab¨ªan contestado en forma tan inesperada, pero no hab¨ªa que alarmarse porque, aparte de ser muy Pocas, no pod¨ªan causar gran da?o.
Una era la clase de los que contestaron negativamente s¨®lo por ser individuos un tanto extravagantes, amantes de las paradojas o dispuestos por temperamento a hacer la contra en todo, fuera cual fuese el asunto discutido, tratarase de cuestiones de car¨¢cter personal o bien de asuntos de Estado. ?stos pod¨ªan sostener con toda impunidad que el emperador iba desnudo porque nadie los tomaba en serio y se consideraba que lo que dec¨ªan era meramente divertido.
La otra clase era la de quienes aspiran a emitir opiniones sinceras tanto en la cuesti¨®n del nuevo traje del emperador como en cualesquiera otras en las que se consideran capaces de opinar. Esto es, por supuesto, una manifestaci¨®n de orgullo inadmisible, pero as¨ª es esa gentuza. No mejora las cosas el que, adem¨¢s de expresar su opini¨®n, traten de apoyarla con razones y de aducir datos al efecto, porque esto quiere decir que se consideran tan capaces de dar razones v¨¢lidas o de encontrar datos confirmatorios como los que saben m¨¢s que ellos. Para que se viera que el orgullo de estos disidentes es casi sat¨¢nico, el emperador tiene que saber que estos desgraciados llevan su ambici¨®n de objetividad y de imparcialidad al punto de sostener que est¨¢n siempre dispuestos a rectificar su opini¨®n si se les dan razones suficientes y se les aducen datos convincentes para ello, de modo que inclusive est¨¢n listos para sostener que el emperador llevaba un nuevo traje si, en efecto, lo llevaba y no iba desnudo.
"Son tan razonables que parecen locos", manifest¨® en su informe el experto en respuestas negativas, y agreg¨®: "Pero, siendo tan pocos, carecen de influencia".
Casi nadie sabe que el emperador de marras no era nada tonto y que aun as¨ª no qued¨® del todo tranquilo, porque le pareci¨® que la actitud de esos locos razonables era tan atractiva que llegar¨ªa un momento en que influir¨ªa sobre un p¨²blico cada vez m¨¢s numeroso. En tal caso podr¨ªa ocurrir que el emperador se volviera a presentar a sus s¨²bditos desnudo mientras dec¨ªa que estaba vestido, y se concluyera que hab¨ªa mentido y que no llevaba ropa. ?No iba a quedar irreparablemente minada su autoridad?
Por fortuna, hab¨ªa otro experto en la firma de relaciones p¨²blicas, ¨¦ste un experto en sentido com¨²n, que le inform¨® que, aunque se produjera este extra?o fen¨®meno, no ten¨ªa que preocuparse.
En efecto -le asegur¨®-, es verdad que mucha gente puede inclusive llegar a estar de acuerdo con esos pocos locos razonables, pero esto ser¨¢ siempre en teor¨ªa y en principio, nunca en la pr¨¢ctica. Tan pronto como se presente un caso concreto, las respuestas afirmativas van a superar con creces las negativas.
Y si no -le a?adi¨®- que su sublime majestad pruebe: nadie, pero nadie -eso es s¨®lo un ejemplo- se atrever¨¢ a decir que Greta Garbo fue una actriz inferior a bastantes otras. Nadie, pero nadie -y eso es otro ejemplo- osar¨¢ afirmar que las pel¨ªculas de Jean Renoir, incluyendo Las reglas del juego, dejan mucho que desear. Nadie, en suma, se atreve con las leyendas.
Y esto que sucede en el campo relativamente modesto del cine ocurre asimismo en esferas que se suponen de mayor enjundia, como las bellas artes, la literatura, la pol¨ªtica, la filosof¨ªa, etc¨¦tera. ?Qui¨¦n se atreve a decir que Andy Warhol fue un farsante de marca? (Dal¨ª tambi¨¦n, pero dibujaba y pintaba como los ¨¢ngeles). ?O que los escritos de Jacques Lacan son puro macaneo (en su caso, lacaneo)? En cuanto algo o alguien se convierte en leyenda, ya no hay nada que hacer: aunque sea basura oler¨¢ a rosas.
Es lo que le ocurri¨® al emperador cuando, despu¨¦s de anunciar a sus s¨²bditos que iba a hablarles desde el balc¨®n imperial en un nuevo traje, se present¨® como su madre lo ech¨® al mundo.
Tranquil¨ªcese, su sublime majestad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.