Javier Espada
Maderero asturiano que escapo de Liberia trav¨¦s de la selva
Javier Espada, el maderero asturiano que la pasada semana logr¨¦ abandonar Liberia, tras no pocas vicisitudes, huyendo de la cruenta guerra civil que azota aquel pa¨ªs de ?frica occidental, aguarda en Gij¨®n el restablecimiento de la normalidad para regresar de nuevo a Pronoken, una localidad de la selva, a 400 kil¨®metros de Monrovia, la capital. Tanto ¨¦l como su esposa, Teresa Asensio, conf¨ªan en volver a Liberia lo antes posible. "Aqu¨¦lla es otra vida, otro mundo", asegura Javier. "Te amoldas enseguida porque s¨®lo tienes que dejarte llevar. L¨¢stima que haya ocurrido este conflicto. Se vive de otra manera. la temperatura es agradable, no tienes que preocuparte de si es invierno o verano, y los europeos estamos muy bien pagados. Es un pa¨ªs muy bonito y tranquilo".Pero no es el sosiego y la calma lo que m¨¢s extra?a este emigrante asturiano, natural de Campo de Caso, sino griter¨ªos de muy distinta naturaleza: "En el bosque no hay silencio jam¨¢s. Es un ruido constante, chillidos de animales, un verdadero esc¨¢ndalo infernal y continuo. Pero te habit¨²as, como te acostumbras al ruido del aire acondicionado en la casa".
El matrimonio Espada, que no tiene hijos, vive en una casa construida con las mismas maderas nobles que extrae del bosque y dotada de todos los adelantos de la tecnolog¨ªa moderna. El europeo est¨¢ muy bien pagado y ocupa, por lo com¨²n, los cargos de responsabilidad en las empresas extranjeras, pero tambi¨¦n en las nacionales que explotan la riqueza del pa¨ªs: madera, minerales piedras preciosas. "El europeo trabaja de capataz o d e jefe de equipo. Los negros son buenos trabajadores, pero las empresas, tanto extranjeras como liberianas, prefieren a blancos en los puestos claves. Se cobra mucho, pero cada cual tiene que pagarse de su bolsillo la Seguridad Social en su pa¨ªs de origen. Nos ofrecemos al mejor postor. Cambiamos de empresa con frecuencia sin ning¨²n tipo de remordimiento, y nos vamos con la que mejor pague", se?ala Espada.
"Yo me march¨¦ a Liberia hace 17 a?os, cuando ten¨ªa 25, porque un asturiano que trabajaba en aquel pa¨ªs me ofreci¨®, en 1973, 80.000 pesetas, mucho' m¨¢s de lo que yo hubiera podido ganar aqu¨ª como mec¨¢nico, que era el oficio para el que me hab¨ªa preparado. Desde entonces cambi¨¦ tres o cuatro veces de compa?¨ªa. Ahora trabajo para la Cape -Palmas Logging Co.". Javier dirige un aserradero al frente de un grupo de trabajadores nativos. Su casa, un bungalow, dista apenas un centenar de metros de la instalaci¨®n maderera, dotada de un generador de electricidad, un dep¨®sito de agua, una peque?a oficina y un garaje. A 40 kil¨®metros hacia el interior del bosque, otro grupo de hombres tala los ¨¢rboles (niang¨®n, makore, sipo, tiama, khaya y sapelli) de maderas rojas y nobles, extraordinariamente apreciadas por la industria del mueble de Alemania Occidental, Reino Unido, Francia e Italia. A pie de aserradero alcanzan cotizaciones de hasta 450 d¨®lares el metro c¨²bico.
Su esposa abandon¨® el pa¨ªs hace tres meses. Entonces las circunstancias eran menos adversas, pese a que la guerra civil entre las tribus de los krahri, que controlan el poder pol¨ªtico desde el golpe de Estado de 1980, y las de los gios y los manos se declar¨® abiertamente el 25 de diciembre.
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