Dec¨¢logo para ir a las terrazas
Acaso son la s¨ªntesis del verano: ruido, sudor y vasos. Pero son, est¨¢n ah¨ª, como s¨ªmbolos inevitables de una estaci¨®n que m¨¢s bien parece un apeadero. Las terrazas. El comportamiento del hombre en las terrazas es similar al que el mismo ser humano mantiene en un bar cualquiera, aunque con algunas diferencias.En las terrazas se sirven consumiciones, que adem¨¢s traen camareros, que adem¨¢s cobran, como es natural. Como en los bares. Pero hay diferenclas. Esas diferencias son las que aconsejan la confecci¨®n de un dec¨¢logo que gu¨ªe la actitud del hombre en esos recintos urbanos abiertos.
En Madrid, al menos, esas diferencias entre las terrazas y los bares tienen un origen mar cadamente fisiol¨®gico, en virtud de la nula di sponibilidad que muestran las terrazas para satisfacer las necesidades perentorias del consumidor. El primer art¨ªculo del dec¨¢logo no tiene otra alternativa que obligar al usuario a ir a la terraza con esas necesidades satisfechas.
Pero, por supuesto, las terrazas sirven licores, bebidas blancas o negras, de alta gra duaci¨®n o de mediana violencia, y todas ellas han de ser devueltas a la naturaleza de la que proceden. Y resulta que tampoco se pueden devolver en lugar cerrado e ¨ªntimo como corresponde porque la inexistencia de los servicios higi¨¦nicos no se resuelve porque la necesidad sea cada vez m¨¢s perentoria.
Es obvio que el segundo art¨ªculo que vamos a proponer no le va a satisfacer en absoluto al empresario de terrazas. Y es que este art¨ªculo aconseja no consumir bebida alguna para no tener que digerirla y, como consecuencia, tener que expulsarla en la forma m¨¢s habitual y conocida.
En los bares no ocurren tantas imposibilidades, porque todos est¨¢n dotados de servicios higi¨¦nicos, o m¨¢s o menos higi¨¦nicos, y resulta muy reconfortante hallarlos en el camino. Las terrazas son, en este caso, un verdadero peligro.
Conversaciones ¨ªntimas
A pesar del ruido en que se constituyen, las terrazas abiertas de Madrid ofrecen zonas de peligroso silencio: el tercer art¨ªculo aconseja mantener las conversaciones ¨ªntimas, o de car¨¢cter delicado, en otro sitio m¨¢s acorde con la confidencialidad. En una terraza de verano todo el mundo se entera de todo. En una me enter¨¦ el otro d¨ªa de todo el proceso del argumento de la serie novelada Sin noticias de Gurb que publica Eduardo Mendoza en este peri¨®dico. Y no me enter¨¦ del resto de la conversaci¨®n de los matrimonios que me circundaban porque me dio verdadera verg¨¹enza mi disponibilidad para escuchar conversaciones ajenas.
Es verdad que en Madrid hace calor. Pero no es verdad todo el rato. Hay un momento del d¨ªa, que suele coincidir con el momento de ir a la terraza, en que hace fr¨ªo, o viento, o airecillo.
Cuarto art¨ªculo: lleve chaqueta. Y quinto art¨ªculo: puede ocurrir que su acompa?ante no haya sido tan previsor/a y no haya ido provisto/a de prenda de abrigo alguna. As¨ª pues, ll¨¦vese dos chaquetas, y a ser posible tres.
El agua y el enga?o
El sexto art¨ªculo tiene que ver con la bebida, que es el objeto principal de estos negocios, y es un consejo muy bien intencionado: pida agua. Al contrario que los bares que se precian, los camareros de las terrazas tienen la mala costumbre de traer las bebidas alcoh¨®licas ya servidas, con lo cual uno no est¨¢ seguro jam¨¢s de la exacta dimensi¨®n del contenido de lo que nos han servido. En cambio, con el agua enga?a muy poca gente.
El s¨¦ptimo art¨ªculo tiene que ver con la propaganda enga?osa que se ha difundido por ah¨ª: a las terrazas no van los famosos. No vaya a las terrazas de Madrid en busca de Almod¨®var y su troupe, por ejemplo: ellos fueron un d¨ªa a hacerse la foto, pero esa gente tiene mucha necesidad y no la va a hacer en la calle. Octavo art¨ªculo, pues: no espere ver a Rossy de Palma, o a Antonio Banderas, pongo por caso, orinando junto a un ¨¢rbol del paseo de Camoens. Ni a Camoens, por cierto.
El noveno art¨ªculo de este dec¨¢logo para estar en la terraza aconseja paciencia: el hecho de que el camarero no le divise, a pesar de sus gestos insistentes, no significa que usted sea menos que nadie; es, simplemente, que est¨¢ hablando con un amigo. Est¨¢ manteniendo una charla breve. Acaba en seguida, pero es que si no habla con ¨¦l en la terraza d¨®nde demonios van a hablar el camarero y sus contertulios.
El d¨¦cimo art¨ªculo es tajante, pero no se debe reproducir sino en voz baja: no vaya. O vaya, pero tenga en cuenta este dec¨¢logo.
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