De cartas astrales y otras imposturas
Desde hace algunos a?os, astr¨®logos quirom¨¢nticos y otros futur¨®logos desarrollan una ofensiva en los medios de comunicaci¨®n sin que, hasta ahora, se haya dado el saludable contrapeso cr¨ªtico. Hace poco, sin embargo, los astrof¨ªsicos espa?oles han roto una lanza a favor del buen sentido con la publicaci¨®n de un manifiesto.La reacci¨®n que ha suscitado esta proclama permite esclarecer los verdaderos t¨¦rminos del debate entre astrolog¨ªa y astronom¨ªa. No se trata aqu¨ª de dos teor¨ªas cient¨ªficas que compitan por describir mejor un fen¨®meno. Por el contrario, la renuncia de la astrolog¨ªa al m¨¦todo emp¨ªrico confiere a la discusi¨®n muchos aspectos de la vieja pol¨¦mica entre religi¨®n y ciencia, aunque la ciencia goce ahora del poder y la religi¨®n est¨¦ reemplazada por el credo astrol¨®gico.
Y, naturalmente, es dif¨ªcil rebatir lo que no es m¨¢s que una profesi¨®n de fe. Pues el rasgo definidor de muchos partidarios de la astrolog¨ªa es precisamente su deseo de creer, que les hace inmunes al fracaso experimental de sus predicciones y, por tanto, a la esencia del m¨¦todo cient¨ªfico. Esa fe suele ir acompa?ada de un rechazo a la ciencia, a la que censuran su incapacidad de satisfacer las aspiraciones de los hombres. Su actitud puede suscitar comprensi¨®n y hasta simpat¨ªa, pero la ciencia -al menos la ciencia pura- se ocupa de las leyes de la naturaleza, no de la felicidad humana.
La astrolog¨ªa fue, en su origen, algo inevitable. Tras comprobar que el Sol determina las estaciones, y ¨¦stas, las cosechas, era natural admitir el influjo de los astros sobre el hombre. Pero de reconocer alg¨²n efecto -nuestro ritmo vital es consecuencia del periodo de rotaci¨®n de la Tierra, por ejemplo- a sostener que nuestro destino est¨¢ influido por los astros media un gigantesco salto en el vac¨ªo.
Doctrinas falaces
Tales generalizaciones son hoy insostenibles: hace siglos que la astronom¨ªa se separ¨® de la astrolog¨ªa, como la qu¨ªmica lo hizo de la alquimia. A pesar de ello, hoy reflorecen la astrolog¨ªa, el tarot, el I Ching y otras doctrinas tan falaces como in¨²tiles. M¨¦diums y quirom¨¢nticos se arropan con t¨ªtulos misteriosos, expedidos por universidades fantasmas -nunca mejor dicho- para llenar sus consultorios abusando de la angustia y de la credulidad humanas. La actitud de los medios de comunicaci¨®n, cuando no su complicidad, resulta lamentable. Se mide, por ejemplo, el tiempo que la televisi¨®n dedica a cada partido pol¨ªtico. Sin embargo, y ante audiencias que se cuentan por millones, se emiten programas dedicados al hor¨®scopo y al tarot sin que ninguno de ellos muestre el debido escepticismo.
Y cuando excepcionalmente se establece un debate, como uno lejano de TVE, sobre astrolog¨ªa, se enfrenta un firmante del manifiesto de los astrof¨ªsicos a los astr¨®logos. Aunque para defender lo evidente, una persona basta: Einstein, criticado en el libro Cien autores contra la relatividad, se limit¨® a comentar: "Si yo estuviera equivocado, un solo autor bastar¨ªa". No debe, pues, sorprender que, alentados por este clima propicio, magos y brujas hayan abierto consultas y tiendas especializadas, aunque -tranquiliza saberlo- s¨®lo para atender buenas causas.
?Podr¨ªa ser la astrolog¨ªa una ciencia? Si la astrolog¨ªa es el conjunto de conocimientos que permite predecir los avatares humanos a trav¨¦s de los astros, la respuesta es que no. Dec¨ªa Leonardo, hace ya 500 a?os: "No me ocupar¨¦ de la quiromancia, porque en ella no hay verdad... Ver¨¢s a un gran ej¨¦rcito exterminado en una hora por la espada, y ninguno de los muertos tendr¨¢ en su mano las mismas l¨ªneas que el otro".
Majader¨ªas de futur¨®logos
La refutaci¨®n vale obviamente para la astrolog¨ªa; basta sustituir la mano por la carta astral. Hace pocos a?os, la revista cient¨ªfica Nature (en la que Crick y Watson desentra?aron el c¨®digo gen¨¦tico) public¨® una experiencia de un grupo de prestigiosos astr¨®logos brit¨¢nicos: el n¨²mero de aciertos en sus predicciones estuvo muy por debajo del que estad¨ªsticamente deb¨ªa producirse.
Este elemental experimento puede repetirlo cualquiera sin m¨¢s que leer la prensa, y deber¨ªa bastar para desacreditar a la pl¨¦yade de futur¨®logos que nos bombardean con majader¨ªas o con trivialidades que cualquier ciudadano informado puede prever por s¨ª mismo. ?Qu¨¦ oportunidad han perdido los astr¨®logos para predecir la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn! Si los astros se molestan en advertir a cada individuo de su destino, las precauciones adoptadas para anunciar la llegada de la perestroika, que afecta a m¨¢s de 400 millones de seres, han debido ser observables a simple vista.
Por lo que se refiere a los supuestos fen¨®menos paranormales, nunca se ha dado un solo experimento, realizado bajo control cient¨ªfico, y por tanto repetible, que permita afirmar su existencia. Cuando se mencionan experiencias o predicciones fallidas, m¨¦diums y astr¨®logos suelen defenderse se?alando que hay muchos intrusos entre ellos. Ser¨ªa muy ¨²til, para evitar malos entendidos, que ellos mismos desenmascarasen a los impostores, tal como hace la comunidad cient¨ªfica cuando alguien falsea un experimento.
Conviene recordar, adem¨¢s, que la prueba corresponde siempre a quien afirma. Entre tanto, y mientras no se aporte ning¨²n hecho cierto -uno s¨®lo bastar¨ªa para empezar-, la astrolog¨ªa, lo paranormal y las ciencias ocultas no merecen otro calificativo que el de dogmas seudocient¨ªficos basados en el error, la superstici¨®n y, con demasiada frecuencia, en el fraude.
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