Una gran compa?¨ªa en transici¨®n
El American Ballet Theater (ATB) no es, como a veces se dice, ni la mejor ni la m¨¢s grande compa?¨ªa de ballet del mundo, pero s¨ª una de las m¨¢s interesantes que pueden verse hoy -por la amplitud de su registro y la variedad de su repertorio- y uno de los exponentes m¨¢s claros del grado de maduraci¨®n y arraigo que ha logrado el viejo arte del ballet en Estados Unidos.Su corta vida, para una compa?¨ªa de estas caracter¨ªsticas -la visita a Madrid se inscribe dentro de la gira mundial en celebraci¨®n del 50 aniversario de su fundaci¨®n-, lo azaroso de su historia, que la ha puesto varias veces en estas cinco d¨¦cadas al borde de la bancarrota y los sucesivos vaivenes de su orientaci¨®n art¨ªstica, a pesar de la relativa estabilidad de la direcci¨®n formal que s¨®lo ha cambiado tres veces en 50 a?os, no han contribuido a configurar una identidad que supla la ausencia de tradici¨®n. A las ambiciones iniciales de creaci¨®n de un verdadero ballet aut¨®ctono americano con personalidad propia -con fuertes referencias inglesas en el sector cl¨¢sico y dram¨¢tico- sucedi¨® una ¨¦poca de creciente iniluencia del star system, y fichajes espectaculares de estrellas internacionales (Nureyev, Fracci, Makarova, Baryshnikov), con predominio de la escuela de San Petersburgo, que populariz¨® el ballet ante un p¨²blico creciente.
Fantasmas
La etapa (1980-1990) en que el ABT estuvo bajo la direcci¨®n art¨ªstica de Mija¨ªl Baryshnikov, vio consolidarse la base cl¨¢sica de la compa?¨ªa, pero sus discutibles decisiones art¨ªsticas, como el nombramiento de la core¨®grafa moderna Twyla Tharp como directora adjunta o montajes ruinosos y discutibles de los cl¨¢sicos m¨¢s queridos del p¨²blico del Metropolitan como Giselle o El lago de los cisnes, as¨ª como la fuga de las principales estrellas (Bujones, Gregory, Makarova) y el casi total abandono de la escena del propio Baryshnikov por lesiones sucesivas, hicieron reaparecer los fantasmas de la crisis y la bancarrota y terminaron provocando la, brusca marcha del director.
Hoy, la compa?¨ªa se encuentra en una etapa de transici¨®n, a cargo de la bur¨®crata Jean Hermann y el anciano ex codirector, el escen¨®grafo Oliver Smith, tratando ante todo de rehacer los platos rotos: se han repuesto las viejas versiones de los cl¨¢sicos, entre ellos la Giselle que veremos en Madrid, se ha contratado a marchas forzadas a j¨®venes virtuosos como Faruk Ruzimatov para engordar un poco la menguada plantilla de estrellas y se reaviva el extraordinario repertorio (Tudor, Ashton, Robbins, De Mille y Morris al lado de Petipa, Massine y Balanchine) que es su verdadera y quiz¨¢ inigualable riqueza.
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