El American Film Institute rinde homenaje a los grandes rebeldes de Hollywood
Las pel¨ªculas a concurso siguen sin ofrecer sorpresas
Un extraordinario documento elaborado por el American Film Institute, que es la m¨¢s independiente y solvente instituci¨®n dedicada al estudio, defensa y reconstrucci¨®n de la historia de? cine de Estados Unidos, viene fuera de concurso, e incluso fuera de programa, casi clandestinamente, a esta Mostra veneciana. Se trata del filme Hollywood mavericks, obra colectiva de enorme inter¨¦s que exalta la figura y la obra de los grandes cineastas indomesticables de la gran f¨¢brica holywoodense a lo largo de su espiendorosa historia. Contrasta el documento con la domesticidad reinante en los filmes de la secci¨®n oricial, que hasta el momento oscilan entre la torpeza y la cursiler¨ªa e incluso la blandura.
El t¨¦rmino ingl¨¦s maverick puede traducirse anal¨®gicamente como rebelde, aunque en su propio idioma adquiere otras resonancias m¨¢s sutiles y hondas. El origen de esta idea proviene, seg¨²n Jean Firsteriburg, director del American Film Institute, de Orson Welles, y en concreto de la noche del a?o 1975 en que ¨¦ste acept¨® el premio a su obra completa que le concedi¨® el famoso Instituto. Dijo Welles que aceptaba, contra su costumbre, un premio oficial "en nombre de los cineastas mavericks que como ¨¦l no siempre se encontraron c¨®modos trabajando dentro del sistema de producci¨®n de Hollywood". Y a?ade Firstenburg: "El filme es un extraordinario documento que testimonia la perseverancia y la independencia de esos directores, adem¨¢s de una exaltaci¨®n del arte de la imagen en movimiento. Las im¨¢genes de los artistas presentados en el filme constituyen una contribuci¨®n rica y vital al arte de hacer cine en Estados Unidos".
Subversi¨®n
Alan Rudolph, uno de los cineas tas estudiados en este documento, afirma que el t¨¦rmino maverick hace referencia a la idea de una subversi¨®n sana, al esfuerzo de los m¨¢s grandes hombres del cine de su pa¨ªs por no dejarse arrastrar por la sofocante presi¨®n de las leyes del mercado y realizar sus pel¨ªculas -que con sidera las m¨¢s importantes, originales, innovadoras y gratificantes del cine norteamericano- de acuerdo ¨²nicamente con las pre siones liberadoras de las leyes de su propia imaginaci¨®n. Estamos por ello ante un impagable home naje al gran cine libre de Hollywood, escaso pero ¨²nico, irrepetible, cumbre genuina de la historia del cine mundial, desde Erich von Stroheirri y David Griffith a David Lynch y Francis Coppola.No hay desperdicio en im¨¢genes, donde hombres como John Ford -mucho m¨¢s maverick de lo que su sentimentalismo socarr¨®n dejaba ver- caminan codo con codo con Martin Scorsese, John Cassavettes, Sam Peckinpah, Robert de Niro, Peter Bogdanovich, Dennis Hopper y otros grandes airados, ir¨®nicos o furibundos, radicales o conservadores, pero siempre incapaces de vender un solo gramo de su talento a los compradores de imaginaci¨®n ajena. Y junto a ellos, otros cl¨¢sicos de la talla de King Vidor, Samuel Fuller, Josef von Sterriberg, Nicholas Ray. Es decir una de las parcelas humanas m¨¢s f¨¦rtiles del Cine, escrito y filmado con may¨²scula.
Pacater¨ªa
Viene a cuento este hermoso documento marginal, con el tedio, la domesticidad, la pacater¨ªa e incluso el oportunismo que sale a flote de la pantalla de la secci¨®n oficial de esta 47 Mostra.El ejemplo de aquellos, viejos y nuevos, vivos y muertos, mavericks norteamericanos adquiere as¨ª sabor de esc¨¢ndalo, de demostraci¨®n intachable de como en el cine actual el afinamiento t¨¦cnico no coincide, -m¨¢s bien lo contrario- con el afinamiento de la sensibilidad ¨¦tica y est¨¦tica. El vapuleo que estas austeras im¨¢genes, unas de archivo y otras in¨¦ditas, da al cine aqu¨ª programado es memorable.
Un ejemplo desolador: las dos pel¨ªculas m¨¢s innovadoras de las hasta ahora vistas en el Lido son Dick Tracy (cine prefabricado, de computadora y cart¨®n piedra, pero en el que el fot¨®grafo Vittorio Storaro da una lecci¨®n de genio visual) y un Romeo y Julieta interpretado, as¨ª como suena, por gatos, por bonitos mininos, animalitos sobre cuyas muecas felinas cantan los versos de Shakespeare las voces de Vanessa Redgrave, Ben Kingsley y otros c¨¦lebres int¨¦rpretes. Dos ejercicios de circo, que no de cine, son el respiro, el ¨²nico oh admIrativo que ha provocado esta tambaleante Mostra, que a este paso puede superar las humillaciones que el a?o pasado infligi¨® a este apaleado, sobado y exprimido (por la necesidad de engordar cuentas corrientes atestadas) arte.
Ragazzi fuori es una pel¨ªcula de consumo pol¨ªtico interno italiano. Puede obtener un premio, a no ser que otro gran maverick, Gore Vidal, que preside el jurado internacional de esta Mostra, se de cuenta de las jugadas electoralistas, un tanto rastreras, que esconde el filme de Marco Risi (hijo del gran Dino),y saque fuera en forma de l¨¢tigo, la barrera de contenci¨®n de su independencia. Pero es poco probable que Gore Vidal est¨¦ al tanto de qu¨¦ ocurre en las tripas de los intereses de socialistas y democristianos en Sicilia. As¨ª que alerta roja: posible premio a un filme oportunista y falsario donde los haya.
Fuera de la interpretaci¨®n de Stefania Sandrelli, La africana de Margaret von Trotta es una acumulaci¨®n de torpezas tan h¨¢bilmente encubiertas que bien puede aspirar a otro premio. Lo mismo hay que decir del filme sovi¨¦tico Raspad, dirigido por Mijail Belikov, que quiere y no sabe contar las vidas truncadas de una docena de personas que viv¨ªan en los alrededores de Chern¨®bil el d¨ªa apocal¨ªptico de la explosi¨®n de la central nuclear. Otra pel¨ªcula enga?osa, que encubre su impotencia para narrar mediante enfatizaciones y efectismos, un pozo de mentiras disfrazadas de verdades. ?Y qu¨¦ decir de las mortecinas por no decir moribundas, El ¨²ltimo amor de Laura Adler (Israel) y La Geisha (Jap¨®n, por supuestofl Excelentes ideas degradadas por desarrollos imitativos, parasitarios incluso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.