Broma o palabrer¨ªa
"Pens¨¦ que era una broma", asegura Camino, una decoradora marchosa de 27 a?os, desga?it¨¢ndose sobre el Amado m¨ªo de Grace Jones. Nunca le ponen pegas para entrar. "El cartel no lo lee nadie y les da una excusa para dejar pasar a quien quieren". "Me parece una estupidez, porque si pagas, entras", asegura su amigo Carlos, abogado de 28 a?os, cuyo bronceado se acent¨²a con la penumbra artificial d el local, forrado en piedra. Tiene tarjeta VIP. "Y si hablan de 'drogados o dopados', que vayan al cuarto de ba?o de abajo"."Todo lo que ponen en el cartel es lo que hay dentro", alucina Carmen, de 26 a?os, que se dedica a la m¨²sica, "es contiadictorio y est¨¢ para que no se vea". "Parece la Constituci¨®n, es palabrer¨ªa a manejar", dice sabiamente, a juego con sus canas, Col¨¢s, que la acompa?a. Ella, de luto y con los labios rojos, hace juego con el paisanaje del local, modernos estrepitosos, gay revestidos de ropa cara y pijos no muy evidentes. Y una pandilla encorbatada de Palencia, que viene de boda y que se ha salvado de apoquinar por la mediaci¨®n de uno de ellos, conocido del lugar. "Es que si vienes as¨ª, pagas", observa.
Los escritores Javier Mar¨ªas y Vicente Molina Foix apuran la ¨²ltima copa. Son ya las cuatro. "Si no es broma, a estos se?ores habr¨ªa que llevarlos a la Academia, por saberlo todo. ?Qui¨¦n puede asegurar que yo no soy en realidad una mujer? ?Y cu¨¢ntos son un grupo? ?Y qu¨¦ es la ropa deportiva? Seg¨²n las normas cl¨¢sicas, voy vestido de sport", alega divertido Mar¨ªas rozando su americana. No lleva corbata. "A ver, ?y si esa chica es un travestido?", pregunta se?alando a la encargada de la barra de enfrente. La chica lleva pelo corto y rubio de bote. ?No podr¨ªa entrar ella? "No, lo del pelo es para que no entren determinadas se?oras o se?oritas; putas, vamos. Y travestidos", asegura.
Su compa?era d¨¦ barra es una mujer negra que, seg¨²n la deficiente redacci¨®n de la placa -"personas que llamen la atenci¨®n por su vestimenta o color"-, tampoco deber¨ªa estar all¨ª.
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