La d¨¦cada decisiva
Ha concluido la d¨¦cada desperdiciada. La de la econom¨ªa subterr¨¢nea, la del Estado obeso, la de las tasas de inflaci¨®n de cuatro y cinco d¨ªgitos, la del financiamiento del gasto p¨²blico a trav¨¦s de la simple emisi¨®n de papel moneda, la del populismo presupuestario, la de la inaudita exportaci¨®n de capitales, la de las venas abiertas por donde se desangr¨® Am¨¦rica Latina, la de la indolencia c¨ªvica y pol¨ªtica que propici¨® la impunidad de los gobernantes. La del endeudamiento suicida, la del estancamiento y la explosi¨®n demogr¨¢fica y sus apocal¨ªpticas consecuencias, la de la irresponsabilidad.Ha concluido la d¨¦cada del surgimiento de la democracia en el Cono Sur, afortunado surgimiento, s¨ª, pero condicionado, atenazado por la insolvencia p¨²blica, por la defraudaci¨®n tributaria, por la corrupci¨®n, el peculado en todas sus manifestaciones; una democracia amenazada por el alarmante acaparamiento del ingreso, por el escepticismo y la descomposici¨®n social, por el menosprecio ecol¨®gico, el desempleo y la incapacidad del Estado para financiar el proyecto educativo, una de las claves para hacer volar por los aires los siete c¨ªrculos del infierno tercermundista.
Ha concluido la d¨¦cada marcada por la aparici¨®n de millones de refugiados, interminables cadenas de n¨®madas diezmados por la inanici¨®n, la insalubridad, una miseria a todas luces inconsecuente con la m¨¢s elemental dignidad humana; la de la toxicidad, encabezada por el consumo desbridado de estupefacientes ofrecidos por un nuevo prototipo de figuras acaudaladas, una nueva generaci¨®n de millonarios que har¨ªan palidecer de envidia a los grandes g¨¢nsteres de los a?os veinte, los a?os dorados de la prohibici¨®n norteamericana, los de la persecuci¨®n sin cuartel de los traficantes de bebidas embriagantes. Finaliz¨® la d¨¦cada durante la cual se volvi¨® a exigir respeto a los derechos humanos, a demandar respuestas, explicaciones ante la opini¨®n p¨²blica internacional respecto a la desaparici¨®n, tortura y aniquilamiento de los opositores pol¨ªticos, las figuras indispensables para demostrar la validez de los sistemas democr¨¢ticos.
Ha muerto la d¨¦cada desperdiciada. Am¨¦rica Latina le ha dado sepultura en medio de pat¨¦ticos lamentos. Cientos de millones de v¨ªctimas lloran todav¨ªa su desconsuelo, igual que lloran su desolaci¨®n los habitantes de una isla azul turquesa del Caribe cuando la fiereza de los vendavales y la presencia de nubes negras en el horizonte anuncian el arribo de un hurac¨¢n capaz de destruir esperanzas, sue?os y fantas¨ªas materiales ancestrales.
Ha concluido la d¨¦cada desperdiciada, no as¨ª los problemas que nacieron o se incrementaron durante su tr¨¢gico reinado. Ahora importa remediar los males, atacarlos frontalmente, impedir su reincidencia, antes de que se desprendan los alfileres de donde penden las esperanzas de cientos de millones de personas que ven en la fr¨¢gil aparici¨®n de la democracia la feliz oportunidad de recuperaci¨®n y rescate. Ha terminado la d¨¦cada, desperdiciada, comienza la d¨¦cada decisiva.
La d¨¦cada decisiva opera contrarreloj. Escasamente tenemos tiempo, el gran ingrediente, tiempo, tiempo, tiempo ... Tiempo para destrabar la econom¨ªa, para lubricarla, adecuarla y eficientaria. Tiempo para hacer ingresar en la c¨¢rcel a los maleantes que se han lucrado ?l¨ªcitamente con los bienes p¨²blicos, en el caso, evadiendo impuestos o disponiendo indebidamente de ellos cuando aqu¨¦llos ya hab¨ªan sido finalmente recaudados. Tiempo para nutrir, para educar y preparar debidamente a la ni?ez, modificando su destino. Tiempo para crear fuentes de empleo, para capacitar, para erradicar el escepticismo, para darle vigencia y validez a las instituciones, para reconstruir ecol¨®gicamente el hemisferio. Tiempo, en fin, para desarmar los aparatos militares, para tranquilizar a la opini¨®n p¨²blica, para impartir justicia, s¨ª, s¨ª, para desenmascarar la mentira, la patra?a, la manipulaci¨®n escondida en el discurso comunista, en el populista, un canto de las sirenas ma?oso y artero que no se percibe cuando el hambre y la desesperaci¨®n penetran por todas las ventanas de una naci¨®n paralizada, sin recursos, sin ahorro interno, sin soluciones ni alternativas, ni fe en sus l¨ªderes, ni en sus instituciones, ni en su porvenir.
Am¨¦rica Latina debe crecer y pagar simult¨¢neamente. Tremenda encrucijada. No puede dejar de crecer ni de absorber millones de j¨®venes en busca de fuentes de traba o ni dejar de pagar sus deudas, so pena de enfrentar males superiores que pueden llegar a erosionar de golpe las escasas reservas de paciencia existentes entre el electorado, harto ya de tanta palabrer¨ªa y promesas incumplidas. Al respecto vale la pena invocar la sabia pregunta del inmortal S¨¦neca cuando se cuestion¨®: "?Qu¨¦ es capaz de hacer un pueblo antes de morirse de hambre?".
El primer reto para consolidar la democracia consiste en la impostergable necesidad de crear riqueza material. Dinero, s¨ª, dinero, as¨ª, sin aprehensiones, suene como suene, parezca lo que parezca. Sin dinero no es posible construir hospitales, ni escuelas, ni carreteras. Si no somos capaces de crear riqueza a corto plazo dentro de esta carrera vertiginosa contra el tiempo, le estaremos cediendo la palabra a la desesperaci¨®n, a la hambruna, al analfabetismo, a la ignorancia, que podr¨ªa llegar al m¨¢ximo poder pol¨ªtico s¨®lo para presidir una cat¨¢strofe de la que los anales de la historia ya dan cuenta y constancia de Sus dimensiones en otros tiempos y latitudes. Esta nueva ideolog¨ªa podr¨ªa terminar con aIg¨²n nuevo ismo propio de las corrientes filos¨®ficas, pol¨ªticas y econ¨®micas de los siglos XIX y XX, como el fascismo, el comunismo o el capitalismo; ?qu¨¦ tal etiquetarla como verborre¨ªsmo?
Am¨¦rica Latina no puede seguir siendo un continente rico con gente pobre. Hace tiempo que debimos superar esta paradoja atentatoria contra nuestro talento y nuestras capacidades. La cuenta regresiva se ha inicia do ya muy a pesar de nuestros gigantescos litorales subaprovechados para la explotaci¨®n pesquera y tur¨ªstica, de nuestros inmensos dep¨®sitos de minerales preciosos y de metales largarnente demandados, de los inagotables yacimientos petrol¨ªferos, de las generosas regiones tropicales donde abundan la ca?a de az¨²car, el caf¨¦, el tabaco, el algod¨®n, adem¨¢s de todo g¨¦nero de materias primas indispensables para alimentar la planta industrial de las grandes potencias.
Si contamos a nuestro favor con riquezas naturales, con una abundante mano de obra, entonces deberemos organizarnos sobre la marcha a lo largo del breve trayecto de la d¨¦cada decisiva para volver a generar el ahorro expatriado y poder lucrar h¨¢bilmente con nuestros enormes bienes, antes de que nuestros males nos vuelvan a aplastar indefinidamente.
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