"Z", en El Salvador
LA INVESTIGACI?N judicial sobre la matanza de seis jesuitas y dos trabajadoras en la Universidad Centroamericana (UCA) de San Salvador. en noviembre del a?o pasado avanza con la misma lentitud y semejante fortuna que otras investigaciones sobre cr¨ªmenes de las tramas negras en otros pa¨ªses en los que el Ej¨¦rcito ha desempe?ado una actividad pol¨ªtica desestabilizadora. El retraso en el esclarecimiento de las responsabilidades y de la autor¨ªa del asesinato colectivo en la capital centroamericana irrita, por ejemplo, tanto como las dificultades con que topaba el juez heleno en su investigaci¨®n del asesinato del diputado Lambrakis por elementos militares en la Grecia inmediatamente anterior al golpe de Estado de los coroneles y que inspirar¨ªa la c¨¦lebre pel¨ªcula de Costa Gavras Z.Las sospechas del primer momento sobre la responsabilidad de elementos del Ej¨¦rcito en la matanza de Ellacur¨ªa y sus compa?eros se afianzaron pronto con pruebas m¨¢s que circunstanciales. El Gobierno espa?ol, escandalizado por el asesinato de sus nac¨ªonales (cinco de los ocho muertos lo eran), protest¨® airadamente, y, ante la sospecha de un probable encubrimiento de los autores, envi¨® a dos inspectores de polic¨ªa a coadyuvar en la investigaci¨®n. Poco parecen haber esclarecido. En todo caso, nada se ha dicho sobre los eventuales resultados de esas pesquisas. El Gobierno tiene la obligaci¨®n de seguir presionando al salvadore?o en favor del completo esclarecimiento del crimen. Tras reacciones inicialmente firmes, Madrid ha permitido que su irritaci¨®n -motivada por la emoci¨®n de la opini¨®n p¨²blica- pierda fuerza y se desvanezca. Resultar¨¢ significativo, por ejemplo, comprobar la reacci¨®n del ministro espa?ol de Exteriores ante el brutal asesinato hace pocos d¨ªas de la m¨¦dica espa?ola Garc¨ªa Arandigoyen por soldados salvadore?os regulares.
El juez salvadore?o Ricardo Zamora, encargado del caso de la matanza de la UCA, ha ido progresando en sus averiguaciones con extremada lentitud, entre otras cosas porque se ha visto obligado a sacar a cada paso los palos que el Ej¨¦rcito le iba poniendo en las ruedas de su investigaci¨®n. Un d¨ªa eran quemados documentos, otro desaparec¨ªan testigos o cambiaban sus declaraciones. Poco a poco iban siendo eliminados los sospechosos de mayor entidad o graduaci¨®n militar, de tal modo que el ¨²nico que queda es el director de la academia militar, coronel Benavides, mando que parece haber dirigido la sangrienta operaci¨®n. Con ¨¦l son 11 los militares que est¨¢n en prisi¨®n incondicional.
Sin embargo, los antecedentes permiten dudar de que alguna vez lleguen a ser castigados los verdaderos autores e inductores de la matanza. Es, en efecto, ilusorio esperar que llegue a sentarse en el banquillo un hombre de tan violento y turbulento pasado como el mayor D'Aubuisson, l¨ªder de la ultraderechista Arena, contra quien por fin parecen existir pruebas concretas de, participaci¨®n en el asesinato de ¨®scar Romero, arzobispo de San Salvador, y cuyas siniestras actividades parecen ¨ªntimamente ligadas a escuadrones de la muerte y a turbias operaciones militares.
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