Un recuerdo de Josefina Carabias
El articulista recuerda la vida y el quehacer profesional de Josefina Carabias, periodista que ejerci¨® con rigor e intuici¨®n excepcionales su trabajo, en el d¨¦cimo aniversario de su muerte, que se cumple hoy. Carabias fue una de las testigos m¨¢s cualificadas de buena parte de un siglo turbulento y atractivo y uno de los ejemplos de mujer en la vanguardia de su tiempo.
Vivaracha, peque?a, penetrante, Josefina Carabias ten¨ªa esa personalidad del periodista que ha visto durante toda su profesi¨®n el env¨¦s de la vida y la urdimbre del tapiz y, sin embargo, comunicaba con sinceridad y sentimiento. Un escepticismo positivo. Como tuvo creencias concretas y, en su lugar, qued¨® siempre un sentido mas amplio de la lealtad, de la justicia, del amor.Fue republicana, tuvo un novio que era uno de los "estudiantes de Jaca" -los de la FUE que salieron de Madrid para unirse a la rebeli¨®n de Gal¨¢n y Garc¨ªa Hern¨¢ndez; y llegaron cuando ya estaba dominada- y fue despu¨¦s su marido (Jos¨¦ Rico Godoy), quiso ser diputada y fue a parar a un exilio largo y espinoso: embarazada, en el Par¨ªs de la escasez y el mercado negro, ocupado por los alemanes. Ten¨ªa la socarroner¨ªa de pueblo, de Arenas de San Pedro -en lo que hoy se llama la sierra pobre de Madrid, y tiene en realidad una riqueza deslumbrante-, y tambi¨¦n esa fuerza de origen le qued¨® viva dentro del cosmopolitismo que le dieron Par¨ªs y Washington, vividos y trabajados durante muchos a?os.
En su primera vida period¨ªstica, estuvo el reportaje y la entre, vista. Se hicieron famosos: como cuando se hizo pasar por camarera del Hotel Florida -el que, muy poco mas tarde, contar¨ªa Hemingway durante la guerra civil; ella entonces dirig¨ªa el informativo de Uni¨®n Radio Madrid, hoy cadena SER- para relatar los misterios de los pasillos y las habitaciones; y la condici¨®n de un trabajo de mujer.
No s¨¦ por qu¨¦, antes y ahora, eran las mujeres quienes mejor hac¨ªan las entrevistas; quiz¨¢ porque pod¨ªan preguntar cosas que los hombres no nos atrev¨ªamos, o porque su conocimiento de la psicolog¨ªa, o la famosa intuici¨®n femenina, que se dec¨ªa entonces, les permit¨ªa -permite- ahondar m¨¢s. Fue su popularidad durante la Rep¨²blica y su sentido pol¨ªtico los que la hicieron pensar en la candidatura al Congreso. Hab¨ªa pocas mujeres: Victoria Kent, Margarita Nelken, la carlista Mar¨ªa Rosa Urraca Pastor -que se fue con el polic¨ªa que le pusieron de escolta-, y, m¨¢s tarde, Dolores Ib¨¢rruri. Es imposible hablar de ellas como feministas, porque eran en s¨ª mismas mujeres que viv¨ªan como ejemplos naturales de lo que otras pretend¨ªan, que hab¨ªan pasado por una universidad todav¨ªa casi exclusiva para hombres, y que trabajaban en profesiones duras y peligrosas; y si no llegaban a m¨¢s era porque la ¨¦poca era m¨¢s reducida, para hombres y mujeres, y desde luego para los j¨®venes, de lo que ha venido a ser ahora. La feminista te¨®rica de la ¨¦poca era Hildegard, que fue asesinada por su madre. Pero Josefina Carabias era uno de los ejemplos de mujer en la vanguardia de su tiempo.
Ese tiempo se le fue de las manos, porque cay¨® en un agujero negro de la historia. En el exilio, con un idioma franc¨¦s que tuvo que aprender a manejar all¨ª, se defend¨ªa; con Francisco Lucientes -otro exiliado, con los de la Espa?a at¨®nita que no acept¨® la lucha, con Ortega, con P¨ªo Baroja, con Mara?¨®n- escrib¨ªan notas trabajosas explicando situaciones, personajes y lugares de la guerra de Espa?a para la prensa francesa.
Estima p¨²blica
Cuando pudo volver, Espa?a era otra, y el nombre de Josefina Carabias se hab¨ªa perdido (escribi¨® alg¨²n libro y reportajes con el nombre de Carmen Moreno); lo reconquist¨®, en Informaciones, que entonces dirig¨ªa el mismo Francisco Lucientes, en muy poco tiempo. Tuvo una estima p¨²blica, volvi¨® a ser un personaje de ese otro tiempo que no era el suyo, pero que se gan¨®. M¨¢s tarde, un cambio de direcci¨®n y de empresa del peri¨®dico la proyectaron a Washington, y a m¨ª a Par¨ªs. Varios a?os despu¨¦s volvimos a encontrarnos en Par¨ªs. All¨ª, mientras otros trat¨¢bamos de "hacernos" con una idiosincrasia francesa o con una manera de entender el pensamiento franc¨¦s, ella aplicaba siempre lo que' hab¨ªa aprendido en Espa?a y en la Rep¨²blica, su sabidur¨ªa de pueblo, su conocimiento de la trama del tapiz; y era ella la que acertaba siempre, y a ella y a su magisterio a quien hab¨ªa que llamar para que aclarara alg¨²n asunto complejo. Luego, me fui a T¨¢nger; y, pr¨¢cticamente, salvo alg¨²n encuentro casual, casi no nos volvimos a ver. Pero los vasos comunicantes no se perdieron nunca.
Escribo s¨®lo con la brizna de memoria que me puedo permitir, que es la p¨²blica. La otra, la personal, la de la amistad profunda y la vida compartida en el trabajo, en Madrid o en Par¨ªs, la reprimo, porque siempre hay que acorazar el pasado para no sentir su dolor. El dolor con que se renueva ahora, en el d¨¦cimo aniversario de su muerte, la memoria viva de una persona excepcional, de alguien que se verti¨® en el periodismo, en su familia y en la vida, y que nos dio a todos tantas lecciones.
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