Hispanidad
No hay que viajar con las propias obsesiones puestas y s¨ª agradecer el regalo de las obsesiones ajenas. En Montevideo y en Buenos Aires, discursos equivalentes. Ha reaparecido, a veces nacido, una derecha civilizada, seguidora a grandes rasgos del discurso vargasllosista, que reclama el final de la instalaci¨®n en la morbosa autocomplacencia en el tercermundismo. Hay que pedir a las locomotoras del capitalismo y a la cultura pol¨ªtica democr¨¢tica que saquen a Am¨¦rica Latina de los suburbios del Imperio para llevarla al desarrollo y a la homologaci¨®n democr¨¢tica. Suena a utop¨ªa. El sistema sabe c¨®mo enriquecerse y c¨®mo defender las riquezas del centro imperial, pero ni siquiera por procedimientos de beneficencia parademocr¨¢tica ha ayudado a la emancipaci¨®n del mundo depredado. Las nuevas derechas de Argentina y Uruguay ven en Felipe Gonz¨¢lez ese hijo de izquierdas que quisiera tener todo padre de derechas, un interlocutor indispensable para que la locomotora del neocapitalismo venga de Europa, ya que nunca ha llegado desde Wall Street. Espa?a es un mito de crecimiento porque se piensa que empez¨® el 21 de noviembre de 1975 y que las nuevas capas med¨ªas democr¨¢ticas son hijas de la Constituci¨®n, y no al rev¨¦s.En cuanto a las izquierdas, tambi¨¦n piensan en Espa?a. No dan cr¨¦dito a la posibilidad de que una Espa?a socialdem¨®crata se convierta en el centinela del sur de Europa insolidario con el Tercer Mundo. Las izquierdas saben que sin presi¨®n social no hay cambio en el actual estatuto de dominaci¨®n. El mundo ¨¢rabe amenaza con el grifo del petr¨®leo en una mano y el Cor¨¢n en la otra, respaldado por kamikazes dispuestos a asaltar la Bastilla. Quien no amenaza no mama. En Latinoam¨¦rica no tienen tanto petr¨®leo, y se han quedado sin coranes. Miran hacia Espa?a y s¨®lo ven la espalda del que huye de responsabilidades y antiguas pobrezas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.