'"Lloro a solas por el amigo que he perdido"
Lo he apenas visto en su cama grande donde ha dormido siempre solo. La manta le cubr¨ªa casi hasta el cuello, el pecho desnudo, el rostro reclinado como para huir de la luz de la ventana de enfrente. Hasta sus cejas arrebatadas, como ciertas flores que de noche se cierran, se hab¨ªan inclinado hacia un lado.Le conoc¨ª cuando era a¨²n un muchacho, cuando Elsa Morante era una chica menuda y bell¨ªsima, vivaz como una avispa. Fue Pier Paolo Pasolini, mi joven profesor de Literatura, quien me lo hizo encontrar. Y cuando Pier Paolo muri¨®, Moravia y yo lloramos juntos. Hoy lloro solo, sin pudor. Me faltar¨¢ s¨®lo un amigo con quien todo pudor me estaba prohibido. No escuchar¨¦ ya una voz que sab¨ªa hablar del mundo como de un tercer amigo calavera. De ¨¦l conoc¨ªa lapsus y vicios, despreciaba su vocaci¨®n auto destructiva, amaba toda su m¨¢gica, anormal criaturalidad, como s¨®lo los grandes esc¨¦pticos saben amar.
La casa en el mar
Compart¨ªamos juntos la misma casa en el mar, en Sabaudia, a la ladera del monte habitado un tiempo por la maga Circe. Tardes enteras las he pasado escuchando sus narraciones, discutiendo de literatura y hasta de pol¨ªtica.
Y ser¨¢n precisamente sus palabras llenas de im¨¢genes y de glosas refinad¨ªsimas lo que me faltar¨¢ para siempre. Hablar, para ¨¦l, significaba poner en movimiento su inteligencia saltarina, frenada por una cultura sin par en Italia y quiz¨¢s en Europa, aquella cultura vasta y generosa que s¨®lo los autodidactas poseen., Hablaba cuatro lenguas y le¨ªa los libros en sus idiomas originales. Descubr¨ªa as¨ª, en cada autor, secretos y "trucos" que escapaban a muchos especialistas.
Aparec¨ªa ante sus lectores como un hombre fr¨ªo y hasta demasiado racional. Yo he tenido ante mis ojos y dentro de mi vida a un eterno muchacho curioso y permanentemente maravillado. Amaba los perros y Elsa Morante amaba los gatos. Y sin embargo fue el fr¨ªo Moravia quien denunci¨® que entre los dos algo se estaba rompiendo: un d¨ªa se levant¨® con la piel hinchada y llena de fuego hasta el punto que tuvo que echarse por tierra para buscar en el frescor del suelo un poco de refrigerio: descubri¨® de ese modo que de repente se hab¨ªa vuelto al¨¦rgico a los gatos.
Vincenzo Cerami es novelista. Autor de Un burgu¨¦s peque?o, peque?o (traducido al castellano), La liebre, Muchachos de vidrio, y escen¨®grafo de los directores de cine Bernardo Bertolucci y Marco Belocchio.
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