Vida, muerte y dignidad en El Salvador
Es dif¨ªcil poder competir con los sucesos del golfo P¨¦rsico, es dif¨ªcil arrancarles columnas en la prensa y titulares en las radios, es dif¨ªcil ver im¨¢genes de otros pueblos sufrientes en los telediarios, y sin embargo, aunque ya no sean noticia, en El Salvador hay muertos todos los d¨ªas. La cifra de 70.000 muertos y 5.000 desaparecidos en la ¨²ltima d¨¦cada parece no decir nada a la conciencia internacional. S¨®lo cuando el muerto es un obispo, como ?scar Romero, un eminente te¨®logo, como Ignacio Ellacur¨ªa, o se realiza una ofensiva guerrillera de envergadura, como la de noviembre de 1989, El Salvador, la situaci¨®n de martirio cotidiano que vive su pueblo, de represi¨®n salvaje y sistem¨¢tica por parte del ej¨¦rcito gubernamental, la injusta estructura econ¨®mica existente en la que el 80% de la tierra y de los bienes est¨¢n en manos de las 14 familias desde la descolonizaci¨®n espa?ola, s¨®lo entonces el pa¨ªs m¨¢s peque?o de Centroam¨¦rica goza del privilegio de recibir de los ciudadanos de la tranquila Europa una mirada tal vez con pena, con dolor o con ternura.Ahora los disparos nos han
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ido muy cerca. Una amiga de varios de nosotros, una conciudadana de todos ustedes, ha sido la ¨²ltima v¨ªctima del ej¨¦rcito salvadore?o. Una v¨ªctima m¨¢s. Compartir la vida del pueblo salvadore?o tiene sus riesgos. Y era consciente de ello Bego?a Garc¨ªa Arandigoten cuando dej¨® su casa de Pamplona y se march¨® a Centroam¨¦rica, reci¨¦n acabada la carrera de medicina, con la convicci¨®n de que s¨®lo viviendo la situaci¨®n de aquellos pueblos, con la intensidad con que ellos la viven, pod¨ªa sentir la esperanza y el dolor que produce el intento de construir una sociedad justa, un mundo nuevo, donde la vida tuviera un valor, donde la dignidad humana fuera algo m¨¢s que una palabra del diccionario, donde el valor de la solidaridad entre las personas fuera el motor de la convivencia, donde fuera el hombre nuevo y la mujer nueva.
Y, ciertamente, Bego?a vivi¨® los ¨²ltimos meses de su vida con esos hombres nuevos, envuelta en ternura, calor y solidaridad, viviendo esos valores que nos anticipan el futuro, compartiendo la vida con las comunidades campesinas del departamento de Santa Aa y atendi¨¦ndoles sanitariamente desde un hospital de campa?a del Frente Farabundo Mart¨ª para la Liberaci¨®n Nacional.
Entre medias del dolor surge la esperanza. Y la racionalidad en que hemos sido educados los europeos no da de s¨ª para entender todo aquello. Pero sabemos que su muerte va a dar vida a aquel pueblo. Como esta d¨¦cada de miles de muertos ha ido conformando un fuerte movimiento popular en defensa de la vida y una alternativa pol¨ªtica capaz de aislar al genocida Gobierno de Alfredo Cristiani, sabemos que la sangre de Bego?a anuncia, como el grano de trigo que muere para dar fruto, el mundo nuevo que el pueblo salvadore?o se est¨¢ construyendo con sus manos.
Bego?a nos ayuda a ver que podemos cambiar el mundo, que el hombre nuevo es cierto, que vale la pena, en todo caso, morir de amor o por el amor, por la felicidad futura de los hombres, del ser humano, sin esperar nada a cambio.
Como dicen los poetas populares en El Salvador: "Si no vienes a dar el coraz¨®n y la vida, no te molestes en entrar, porque en tu entrada comienza tu salida. Si t¨² vienes a buscar un lecho para una ocasi¨®n mullida, no te molestes en entrar donde la flor m¨¢s bella es una herida. ?ste es un lugar propicio tan s¨®lo para el sacrificio. Aqu¨ª tienes que ser el ¨²ltimo en comer, el ¨²ltimo en tener, el ¨²ltimo en dormir, el primero en morir".-
Miembro del Comit¨¦ ?scar Romero de Arag¨®n.
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