?poca de esperanzas que se pierden
Hace un a?o, no tanto tiempo ha, uno so?aba. So?aba que Mija¨ªl Sergu¨¦ievich llama a Vermont, como una persona que pide perd¨®n por las barbaridades cometidas por S¨²slov y Andr¨®pov, para invitar a la patria al escritor ca¨ªdo en desgracia. Tenemos una gran necesidad de gente de prestigio, de gente que goce de la confianza del pueblo y que pueda sin temor decir la verdad y enfrentarse al caos que se acerca. Solzhenitsin, quien por su pensamiento, por su visi¨®n del mundo es la encarnaci¨®n de la Rusia que un d¨ªa abandonamos, con su retorno a casa ayudar¨ªa, al mismo tiempo, a volver a nuestra historia, al sentido com¨²n, a comenzar el movimiento desde aquel punto en que todo se cort¨® abruptamente. Me parec¨ªa que Solzhenitsin, cual imagen viva de, la tragedia de nuestra historia, cual memoria de los sufrimientos de la colectivizaci¨®n, de la Gran Guerra Patria (II Guerra Mundial), de las torturas del Gulag, de la disidencia, de la emigraci¨®n forzada, vive exclusivamente para refrescar nuestra memoria, para. unir la cadena rota del tiempo.No me imaginaba la creaci¨®n del centro s¨®lido que tanto necesitamos sin Solzhenitsin, sin este hombre capaz de reconciliar a los irreconciliables, de obligarlos a superar sus pasiones. No me imaginaba una mesa redonda, idea que acarician muchos de nuestros pol¨ªticos, sin Solzhenitsin. ?l, en esencia y por l¨®gica, deber¨ªa personificar la purificaci¨®n plena del estalinismo, la purificaci¨®n elevada hasta la negaci¨®n de la Revoluci¨®n de Octubre, del comunismo como opci¨®n falsa y experimento fracasado.
Pero ahora, incluso si el presidente Gorbachov se decidiera a dar tal paso, yo no le aconsejar¨ªa a Alexandr Is¨¢ievich regresar a casa.
La experiencia de su mensaje directo a los compatriotas, la publicaci¨®n y el debate en la prensa sovi¨¦tica de su Programa para la reconstrucci¨®n de Rusia me llevaron a esa terrible conclusi¨®n. Aquello con que sue?a Alexandr Is¨¢ievich, aquello con lo que hasta hace poco so?aba yo mismo, hoy es imposible. Nuestra sociedad no necesita ap¨®stoles de la reconciliaci¨®n ni del trabajo creativo. Nadie quiere escucharlos. La gente que ha llegado a la pol¨ªtica despu¨¦s de 1986 quiere, en su mayor¨ªa, ¨²nicamente la victoria, el triunfo pol¨ªtico. Por ello no necesitan para nada a eminencias como Alexandr Solzhenitsin. Andr¨¦i S¨¢jarov tiene una ventaja respecto de Alexandr Solzhenitsin: est¨¢ muerto. Es f¨¢cil manipular con su nombre, enmascarar con ¨¦l objetivos pol¨ªticos propios. ?l, S¨¢jarov, ya no puede levantarse y decir: no estoy con ustedes, pienso de otra manera; Solzhenitsin, en cambio, puede hacerlo, todo lo ve.
Argucia pol¨ªtica
No se puede calificar m¨¢s que de argucia pol¨ªtica la afirmaci¨®n que circula actualmente en la prensa en cuanto a que Solzhenitsin ha envejecido, que se ha distanciado de la patria, que desconoce lo que en ella sucede. Por lo visto, ha sobrevalorado el af¨¢n de los ucranios y bielorrusos por alcanzar la unidad rusa. La actitud tajantemente negativa de Bor¨ªs Ol¨¦inik frente a la idea de una nueva uni¨®n de ucranios y rusos es m¨¢s- que elocuente. Pues, en principio, Solzhenitsin no tiene nada en contra de la autodeterminaci¨®n de los ucranios; ¨¦l escribe que "naturalmente, si el pueblo ucranio realmente [palabra subrayada por Solzhenitsin] desea separarse, nadie osar¨¢ retenerlo por la fuerza". Pero lo importante, y lo que nos preocupa a todos nosotros, es que Solzhenitsin ve que la lucha pol¨ªtica se acerca peligrosamente al l¨ªmite tras el cual no hay vencedores, donde comienza el infierno del caos, de una nueva guerra civil.
La tragedia de Solzhenitsin como escritor consiste en que ve aquello que nuestros actuales pol¨ªticos no desean ver. Ya les es muy dif¨ªcil detenerse. Podr¨ªan, por lo menos, echar un vistazo a su alrededor, pues la lucha pol¨ªtica, la sed de triunfo pol¨ªtico les han absorbido por completo. Todav¨ªa no tenemos partidos de masas que cuenten con el respaldo del pueblo, pero ya han comenzado las purgas internas, la lucha por el liderazgo.
Solzhenitsin. y su idea de un centro pacificador, la reconciliaci¨®n frente al caos que se viene encima, no son del gusto de una sociedad donde todos est¨¢n contra todos. Si hace dos a?os la divisoria pol¨ªtica separaba s¨®lo a los reformistas de los conservadores, hoy ¨¦sta pasa a trav¨¦s de todas las fuerzas pol¨ªticas, atomizando la naciente democracia. La antigua unidad en la direcci¨®n del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica (PCUS) de los reformistas con los dem¨®cratas se rompi¨®, cre¨¢ndose una nuevo frente. Esta divisi¨®n se personific¨® en el confficto entre Gorbachov y Yeltsin, en el conflicto entre los representantes m¨¢s destacados del ala reformista del PCUS. Sobre ¨¦ste, el m¨¢s doloroso de todos, se acumulan otros conffictos. No hay ni puede haber ya reconciliaci¨®n entre los que se denominan dem¨®cratas y aquellos que se autocalifican de patriotas. Los primeros opinan que ellos son los patriotas aut¨¦nticos y los segundos estiman que no hay m¨¢s dem¨®cratas que ellos.
Creo que Solzhenitsin, con su alma franca y ansia de verdad, Do ser¨ªa bien recibido por la sencilla raz¨®n de que en nuestro pa¨ªs son pocas las personas que est¨¢n dispuestas a la reconciliaci¨®n y a la penitencia, dispuestas a reconciliarse con la terrible verdad de nuestra existencia. La reacci¨®n de muchos de nuestros dem¨®cratas al mensaje de Solzhenitsin fue claramente bolchevique.
Nueva legitimidad
Pero de lo importante, de lo que m¨¢s preocupa a Solzhenitsin, de la transici¨®n de la legitimidad comunista a la legitimidad natural e hist¨®rica de nuestro Estado, no se dice una palabra. S¨®lo Kasparov cambia dot estandarte: propone jugar con K¨¢rpov bajo la bandera tricolor de Rusia. Mientras tanto, nuestras figuras pol¨ªticas principales prefieren desarrollar la lucha bajo los estandartes comunistas, bajo las banderas rojas de la URSS y de la Federaci¨®n Rusa.
Este hecho, a mi manera de ver, lo explica todo. Por lo visto, nuestra sociedad a¨²n no es capaz de renunciar a la legitimidad comunista y a todo lo que ella significa. Por parad¨®jico que parezca, en la conservaci¨®n del principio comunista leninista est¨¢n interesados los dem¨®cratas que luchan rontra el totalitarismo comunista. El problema y nuestra tragedia radican en que, para vencer al aparato, se han visto obligados a recurrir a la vieja t¨¢ctica comunista leninista. La consigna Todo el poder a los s¨®viets, los llamamientos a terminar con los privilegios, a ayudar a los desamparados y menos favorecidos, todo esto forma parte del arsenal del bolchevismo. No hay que olvidar que todos nuestros dem¨®cratas de primera l¨ªnea -Yelts¨ªn, Popov, Sobchak- llegaron al poder utilizando m¨¦todos bolcheviques, llegaron al poder sobre la ola del deseo de distribuir los bienes del PCUS.
La paradoja y la tragedia de la perestroika (reestructuraci¨®n) estriba en que la lucha por la independencia nacional, por la libertad, por el derecho a la autodeterminaci¨®n estatal, es decir, la lucha contra el legado del totalitarismo comunista, se lleva a cabo con ayuda del leninismo, apoy¨¢ndose en la consigna leniniana acerca del derecho de los pueblos a su autodeterminaci¨®n, sobre la base de la Constituci¨®n brezneviana y en el marco de las fronteras trazadas por Stalin para nuestras rep¨²blicas. Todo esto conduce a una gran confusi¨®n en las mentes y en la pol¨ªtica. As¨ª, por ejemplo, por una parte, Yeltsin habla, y con raz¨®n, de que el experimento comunista fracas¨®, pone en entredicho la llamada opci¨®n socialista; pero, por otra, defiende su soberan¨ªa e independencia respecto de Gorbachov arguyendo el mito comunista de la rep¨²blica socialista rusa soberana, supuestamente igual en derechos a todas las dem¨¢s rep¨²blicas, y que surgi¨®, al igual que ¨¦stas, en 1922. No s¨¦ si Rusia en uno o dos a?os estar¨¢ preparada para recibir dignamente a Alexandr Solzhenitsin. Hoy no lo est¨¢. Actualmente nuestra sociedad sufre un inmenso dolor. En las masas, en los propios rusos, no ha despertado la necesidad de renacimiento, la necesidad de salvarse a s¨ª mismos y a los dem¨¢s. El Estado se desmorona no s¨®lo porque los dem¨¢s pueblos no creen en la capacidad de renacer de los rusos, sino tambi¨¦n porque los propios rusos huyen de los dem¨¢s, de s¨ª mismos y de su responsabilidad.
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