La integraci¨®n europea
La Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria (UEM) se ha visto afectada por acontecimientos hasta hace poco imprevisibles. A la luz de la nueva situaci¨®n, el autor defiende la propuesta del ministro de Econom¨ªa y Hacienda, Carlos Solchaga, en la que ¨¦ste aboga por una mayor precisi¨®n en el desarrollo de todo el proceso.
La primera de las tres etapas previstas para el establecimiento de la uni¨®n econ¨®mica y monetaria europea (UEM) se inici¨® el pasado 1 de julio. Tan importante proceso se ha visto, pues, afectado desde su comienzo por dos acontecimientos de singular trascendencia, pero imprevisibles cuando se redactaba el Informe sobre la uni¨®n econ¨®mica y monetaria en la Comunidad Europea (tambi¨¦n conocido como Informe Delors). Como el lector habr¨¢ imaginado, me estoy refiriendo a la evoluci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica de los pa¨ªses del centro y el este de Europa, por un lado, y a la situaci¨®n generada por la invasi¨®n iraqu¨ª de Kuwait, con sus implicaciones sobre los precios del petr¨®leo, por otro.Es muy dif¨ªcil identificar los posibles efectos econ¨®micos directos que pueden derivarse del primero de los eventos citados. Cabe, sin embargo, pensar en la posibilidad de que la transformaci¨®n de los pa¨ªses del centro y este de Europa y su apertura hacia Occidente puedan tener algunas repercusiones negativas (junto a otras, sin duda, positivas) en los pa¨ªses menos industrializados de la Comunidad Europea. Y ello, al menos, a trav¨¦s de un doble fen¨®meno. En primer lugar, por la incorporaci¨®n al sistema de econom¨ªa de mercado de pa¨ªses que pueden competir con los menos desarrollados de la CE tanto en la producci¨®n de bienes como en la captaci¨®n de inversiones del resto del mundo. Y en segundo lugar, por la posibilidad de que los esfuerzos de la CE en favor de la cohesi¨®n econ¨®mica y social dentro de la misma tengan que ser compartidos los que se juzguen necesarios para apoyar el proceso de transformaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica de los pa¨ªses del centro y el este de nuestro continente.
Los efectos econ¨®micos de una fuerte subida del precio del petr¨®leo para los pa¨ªses no productores son conocidos tras las experiencias de 1973 y 1979. Por lo que se refiere concretamente a los pa¨ªses de la CE, es de temer que la consecuencia inmediata de todo ello sea, como m¨ªnimo, una disminuci¨®n en el ritmo de convergencia econ¨®mica entre los pa¨ªses miembros. Dos son, al menos, los factores que pueden conducir a este resultado. Por una parte, la diferente incidencia que el alza de los precios del petr¨®leo ejercer¨¢ en cada uno de los pa¨ªses miembros, dependiendo del grado de dependencia de cada econom¨ªa, y, por otra, la reducci¨®n en la convergencia econ¨®mica que trae consigo generalmente la propia disminuci¨®n general del ritmo de crecimiento.
Plazo amplio
Dos conclusiones se desprenden, a mi modo de ver, del an¨¢lisis anterior. La primera es que los argumentos en favor del establecimiento de un plazo suficientemente amplio para permitir la plena entrada en vigor con car¨¢cter general de la UEM, as¨ª como de una serie de criterios objetivos para el paso conjunto de una etapa a la otra y de determinados cambios institucionales que presionen en favor de la convergencia econ¨®mica, se ven hoy reforzados, a la luz de los posibles efectos, en contra de esta ¨²ltima, que pueden derivarse de los acontecimientos antes referidos. Desde esta perspectiva, el principio del paralelismo entre la uni¨®n monetaria y la uni¨®n econ¨®mica, recogido en el Informe Delors como uno de los rectores del proceso conducente de la UEM, tiene ahora mayor significaci¨®n que nunca. Y la propuesta recientemente presentada por el ministro espa?ol de Econom¨ªa y Hacienda (que apela, entre otros argumentos, a dicho principio) aparece por ello muy oportuna, sin que pueda interpretarse como un abandono de las tesis europe¨ªstas por parte del Gobierno espa?ol. Bien al contrario, dicha propuesta participa de la filosof¨ªa enunciada en el tantas veces citado Informe Delors, al tiempo que intenta determinar algunos elementos del proceso hacia la UEM que este documento hab¨ªa preferido no precisar.
La segunda de las conclusiones es la necesidad de reforzar la pol¨ªtica de la Comunidad en favor de la cohesi¨®n econ¨®mica y social. Lo cual obliga, en suma, a un aumento de los fondos comunitarios con finalidad regional (tanto subvenciones como pr¨¦stamos), y posiblemente a una ampliaci¨®n del campo de actuaci¨®n de los mismos. Dejando a un lado los problemas de absorci¨®n que se puedan presentar en cada una de las regiones o pa¨ªses menos desarrollados de la CE, parece evidente que las circunstancias actuales exigen una actuaci¨®n de car¨¢cter regional m¨¢s intensa que la inicialmente prevista con motivo de la implantaci¨®n del mercado interior ¨²nico.
Ahora bien, la cuesti¨®n inmediata que se plantea ante cualquier aumento de recursos para conseguir un objetivo determinado es c¨®mo asegurar la mejor utilizaci¨®n de los mismos. Y sobre este particular, los fondos comunitarios con finalidad regional no deben constituir una excepci¨®n. Dos principios deben tenerse en cuenta a este respecto: primero, que el desarrollo regional debe estar basado en la competitividad y, segundo, que ¨¦sta no debe apoyarse en devaluaciones agresivas del tipo de cambio nominal de la moneda. Debe recordarse adem¨¢s que el recurso a esta medida, de dudosa eficacia por otro lado, no ser¨¢ posible una vez alcanzada la UEM.
Todo ello conduce a pensar que los esfuerzos comunitarios deben dirigirse a mejorar en los pa¨ªses menos favorecidos los elementos determinantes de la competitividad que no est¨¢n basados en el valor relativo de las monedas. Por otro lado, la influencia que ejercen los factores determinantes de la calidad de la vida a la hora del establecimiento de nuevas empresas obliga a las regiones y pa¨ªses menos desarrollados de la CE a dedicar recursos crecientes a la mejora del entorno ecol¨®gico o, en el mejor de los casos, a impedir su deterioro.
Dando un paso m¨¢s hacia la determinaci¨®n del destino de los esfuerzos comunitarios, cabr¨ªa preguntarse acerca de los sectores m¨¢s apropiados para ser objeto de los fondos de contenido regional. Y dado que las regiones m¨¢s desfavorecidas de la CE son la que se sit¨²an en la periferia, parece l¨®gico proponer como inversiones m¨¢s adecuadas para estas zonas aquellas que se dirijan hacia industrias donde los costes de transporte, las econom¨ªas de escala y las econom¨ªas externas juegan un papel relativamente poco importante. Se trata, en definitiva, de producir aquellos bienes y servicios cuyo. elevado va?or a?adido justifique la instalaci¨®n de la empresa en una zona perif¨¦rica, a pesar de los mayores costes de transporte que ello pueda comportar.
Descender a¨²n m¨¢s en el detalle es un ejercicio arriesgado que no eliminar¨ªa, por otra parte, el alto grado de generalidad que caracteriza inevitablemente a este tipo de an¨¢lisis. Perm¨ªtame por ello el lector limitar las conclusiones de este art¨ªculo a destacar la modificaci¨®n que puede haberse producido recientemente en las condiciones bajo las cuales debe realizarse la UEM. La din¨¢mica en contra de la convergencia econ¨®mica que puede haberse generado dentro de la CE como consecuencia de dicho cambio refuerza, en mi opini¨®n, los argumentos en favor de la triple necesidad de no dejarse llevar por las prisas en ese proceso (que debe ser emprendido, por otro lado, de manera conjunta por todos los pa¨ªses miembros), de someter cada etapa del mismo al cumplimiento de una serie de condiciones que confirmen la consecuci¨®n de un grado aceptable de convergencia entre los Doce, y de ir realizando progresivamente una serie de modificaciones institucionales que presionen en favor de esta ¨²ltima. Aparece asimismo necesario intensificar los esfuerzos financieros con finalidad regional para contrarrestar las presiones contra la convergencia econ¨®mica que hayan podido engendrarse como consecuencia de los acontecimientos mencionados en este art¨ªculo. La magnitud de dicho esfuerzo depender¨¢ l¨®gicamente de la medida en que el proceso de convergencia econ¨®mica de la CE se haya visto afectado negativamente por ellos. Pero, en cualquier caso, puedo asegurar que en esa empresa no ha de faltar el decidido apoyo del Banco Europeo de Inversiones, instituci¨®n que desde su establecimiento por el Tratado de Roma en 1958 dedica atenci¨®n prioritaria a fomentar el desarrollo regional en la Comunidad Europea.
es vicepresidente del Banco Europeo de Inversiones.
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