Habla, memoria
![Juan Cruz](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F877d032c-7412-47a6-81c8-1122d036e01b.png?auth=121372c15cef935b3b2a011dc3c02ec0490deff3e62238c8ee091ee432d90f6f&width=100&height=100&smart=true)
La memoria no es una virtud de los acusados. Parecen estar dotados de todos los atributos del raciocinio, aceptan de grado las recomendaciones judiciales sobre el comportamiento adecuado en la sala del juicio, y de hecho se manifiestan con pudor y arrepentimiento cuando el presidente les reconviene. Pero no se acuerdan de nada.Un capit¨¢n se olvida de qui¨¦n le dio la orden urgente del traslado de un preso a Madrid, y adem¨¢s no recuerda cu¨¢ntos veh¨ªculos fueron con ¨¦l en ese viaje. Otro guardia no recuerda si vio la cara del presunto torturado al detenerlo. Otro -Masa, justamente- reconoce que lo vio exactamente un segundo por una mirilla de la celda y asevera que lo hizo para atestiguar luego que aquel y no otro era Linaza.
A veces, para recordar mejor, los acusados piden a la acusaci¨®n particular, o al fiscal, que repitan la pregunta o que reiteren p¨¢rrafos de declaraciones anteriores, de modo que ratifican s¨®lo cuando les refrescan la memoria. Hubo un momento en que el presidente de la sala debi¨® cansarse como cualquier mortal, y les pidi¨® que abreviaran ese juego. El fiscal, que act¨²a en contra de su nombre porque parece suave y paternal, como un cura de antes, lleva, sin embargo, a los acusados a memorizar mejor, hasta el punto que fue ¨¦l quien llev¨® a uno de ellos a decir que el traslado del preso se hizo de madrugada y no antes del anochecer, como parec¨ªa deducirse de lo que hab¨ªa dicho el jefe de todos.
El m¨¢s preciso fue un guardia llamado Caballero, que vio que el detenido, al que vigilaba, babeaba pero insisti¨® en que nunca le hab¨ªa visto v¨®mitos. Para recordarlo le tuvieron que releer algunas veces sus propias declaraciones, que ¨¦l las hizo, dijo, presa del nerviosismo: "Ante la juez Huertas yo estaba como un flan".
Y el que ya lo recordaba todo -el comandante Mart¨ªn Llevot- lleg¨® hasta tal punto en el ejercicio de su memoria que el defensor consider¨® que merec¨ªa un descanso. Ese descanso no sirvi¨® para avivarle la memoria, porque despu¨¦s, como los otros, no respondi¨® ni una palabra.
Llevot hab¨ªa explicado la confusi¨®n de la memoria de los otros: "De aquello ha pasado tiempo, tiempo y tiempo". Y, adem¨¢s, mientras ocurr¨ªa todo aquello, el llamado d¨ªa de autos, ¨¦l era un hombre muy ocupado y no ten¨ªa lugar para menudencias. Ninguno de ellos, adem¨¢s, est¨¢ interesado por ejercer la famosa habilidad de Nabokov, que para convocar los m¨¢s rec¨®nditos espacios de su f¨¦rtil recuerdo se bastaba con una orden: "Habla, memoria"
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