Kuwait, un pa¨ªs que se vac¨ªa
Cientos de ciudadanos del emirato ocupado entran a diario en Arabia Saud¨ª
Llegan en caravanas de 10 o 12 coches repletos de personas, maletas, mantas y alimentos. En la frontera guardan cola durante algunos minutos. Est¨¢n tranquilos, despu¨¦s de seis horas de viaje sorteando controles. En el puesto fronterizo de Jafyi, junto a la costa del mar Ar¨¢bigo, estos ciudadanos kuwait¨ªes que huyen de su pa¨ªs ocupado tendr¨¢n que esperar d¨ªas o semanas para entrar en Arabia Saud¨ª. Mientras, viven en tiendas de campa?a.
El martes se cumpli¨® un mes desde que Sadam Husein sorprendiera una vez m¨¢s al resto del mundo al abrir la frontera kuwait¨ª con Arabla Saud¨ª. En estos 31 d¨ªas, decenas de miles de ciudadanos del emirato invadido han huido de su pa¨ªs. Primero fueron mujeres y ni?os. M¨¢s tarde, hombres con lujosos autom¨®viles, que se instalaron de inmediato en hoteles saud¨ªes de cinco estrellas. Y ahora salen todos indiscriminadamente. Hombres y mujeres. Ricos y menos ricos (ning¨²n kuwait¨ª es pobre).En estos d¨ªas pasan por el puesto de Jafyi entre 200 y 300 personas cada jornada. La mayor¨ªa de ellos sin documentaci¨®n, sin dinero, ni sitio donde ir. Todos conf¨ªan en que el emir les solucionar¨¢ la vida.
Karib tiene 41 a?os, acaba de traspasar la frontera a bordo de su coche japon¨¦s, con su mujer y sus dos hijos. El viste de blanco, ella de negro. Salieron de Kuwait City, junto a otras tres familias, a las siete de la ma?ana y han tardado m¨¢s de cinco horas en recorrer los cien kil¨®metros escasos que hay hasta la frontera. "Ha sido un viaje agotador", comenta en perfecto ingl¨¦s. "Los soldados iraqu¨ªes nos han parado cincoo seis veces. Primero les pudimos sobornar; luego nos quitaron los pasaportes, el dinero, los carn¨¦s de coiUducir... y cada vez nos quer¨ªan registrar de arriba a abajo. Pero ya estamos a salvo".Mientras espera en la cola para rellenar los papeles que les pide el Gobierno saud¨ª, Karib cuenta que es igeniero y que trabajaba para la Kuwait 011 Company. "Pero desde que Sadam invadi¨® nuestro pa¨ªs", dice, 1a compa?¨ªa ha dejado de funcionar. Ya no se extrae petr¨®leo y s¨®lo se refina lo suficiente para el autoconsumo. El pa¨ªs est¨¢ cada vez peor. Nos hemos ido porque no hay quien viva all¨ª".
Todos coinciden en lo mismo: la vida en las ciudades kuwait¨ªes es insoportable. Y peligrosa. "Est¨¢ todo cerrado", dice Jabbar, un joven de 24 a?os que ha huido de Jahara City en compa?¨ªa de sus hermanos. "Los kuwalt¨ªes han dejado de trabajar y s¨®lo funcionan los servicios de agua, electricidad y sanidad. Aunque algunos hospitales han cerrado y los han ocupado los militares iraqu¨ªes".
Contin¨²an los saqueos
"La vida all¨ª es terrible", dice una se?ora de mediana edad desde su furgoneta japonesa, rodeada de cinco o seis ni?os. "Los soldados siguen saqueando todo lo que encuentran por medio. Roban los coches, las ruedas... entran en las casas abandonadas y se lo llevan todo. Hay toque de queda de once de la noche a seis de la ma?ana. Te encuentras con controleR en cada cruce y se oyendisparos continuamente. Adem¨¢s, el Ej¨¦rcito est¨¢ obligando a muchos chicos a alistarse a la fuerza. No se puede vivir all¨ª".
Respecto a las actividades de la resistencia dentro de Kuwalt todos dicen que siguen luchando contra el Ej¨¦rcito de Sadam y que hace unos d¨ªas explot¨® una bomba que mat¨® a varios soldados. Pero cuando se les pregunta c¨®mo fue, nadie lo sabe relatar. A todos se lo cont¨® un amigo o un familiar que s¨ª lo vio. "Hace aproximadamente dos semanas", dice un kuwalt¨ª muy desenvuelto de unos 50 a?os de edad, a bordo de un lujoso Chevrolet blanco, "cay¨® un avi¨®n iraqu¨ª muy cerca del centro de Kuwalt, v¨ªctima de nuestra resistencia". "?C¨®rno fue?, ?D¨®nde exactamente? ?Cu¨¢ntos muertos hubo?..." Pero las preguntas del periodista no encuentran respuesta. "Bueno, yo no lo v¨ª, pero por lo que me han contado murieron todos los tripulantes".
Otros cuentan que el hospital Al Hardi, en Kuwalt City, que se hab¨ªa convertido en el centro del mando iraqu¨ª, fue atacado recientemente por un comando de la resistencia, o que una camioneta de reparto de Pepsi-Cola hizo explosi¨®n frente a un cami¨®n de soldados. Pero, una vez m¨¢s, nadie lo vio. "C¨®mo lo vamos a ver", dice un reci¨¦n llegado, "si desde hace semanas casi nadie sale a la calle. Estamos en las casas encerrados para evitar el peligro. Tan s¨®lo salimos de vez en cuando a comprar comida o agua y ¨²ltimamente nos rompen el dinero kuwalt¨ª en nuestras narices. En los bancos ya s¨®lo existe la moneda iraqu¨ª".
Ibrahim, un hombre ya entrado en a?os que viaja junto a su hermano en un Cadi llac azul metalizado, dice que la guerra es inevitable, porque Sadam Husein no se Ir¨¢ por las buenas. Aunque a?ade que la moral del Ej¨¦rcito iraqu¨ª est¨¢ muy baja.
"Los soldados de Sadam", explica, 'fueron a Kuwait creyendo que iban de picnic y que ser¨ªan bien recibidos por nosotros. Pero llevan ya m¨¢s de 75 d¨ªas y no saben qu¨¦ hacer. Han robado mucho y se han instalado en buenas casas, pero los oficiales les maltratan y ninguno sabe c¨®mo terminar¨¢ esto. Adem¨¢s, el material que tienen es mal¨ªsimo. M¨¢s que un Ej¨¦rcito, parec¨¦n Al¨ª Bab¨¢ y los 40 ladrones, aunque son 400.00V.
La vida transcurre tranquila en el puesto fronterizo. M¨¢s de 1.200 kuwalt¨ªes esperan en sus tiendas de campa?a a que alg¨²n funcionario de su pa¨ªs les avale y les lleve a algqna ciudad saud¨ª o de Emiratos Arabes. La espera puede durar horas (si son hombres ricos), o d¨ªas o semanas. Pero all¨ª est¨¢n tranquilos y reciben alimento.
Son exillados de lujo. Pero todos ellos quieren volver cuanto antes a su pa¨ªs. "Lo ¨²nico que nos importa es volver a casa", dicen desde la puerta de su tienda de campa?a. "Help Kuwait, help Kuwait!" ("?Ayudad a Kuwait!"), grita una se?ora desde su coche.
Los kuwait¨ªes van pasando ordenadamente la frontera. A menos de dos kil¨®metros al Norte est¨¢n los soldados iraqu¨ªes. M¨¢s al Sur, en pleno desierto, est¨¢n las tropas multinacionales.
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