De la ignorancia al placer

MA?ANA COMIENZA una campa?a de propaganda de lo que los expertos llaman m¨¦todos de barrera -preservativos- para tratar de paliar uno de los problemas m¨¢s acuciantes de los adolescentes: los embarazos no deseados. Es significativo que entre la poblaci¨®n espa?ola sea precisamente el colectivo de los j¨®venes el m¨¢s reacio a integrarse en la evoluci¨®n general del control de la natalidad. Un par de datos sit¨²an el problema en su dimensi¨®n cuantitativa: el 75% de los menores de 19 a?os ha tenido relaciones sexuales completas, y el 66% no utiliza ning¨²n tipo de anticonceptivos. El resultado es que el 13% de las interrupciones voluntarias del embarazo que se declaran se produce en adolescentes. A ello hay que a?adir la importante cifra de enfermedades por transmisi¨®n sexual en el mismo segmento de poblaci¨®n.Los hechos parecen indicar que la rebeld¨ªa y la contestaci¨®n -innatas en la adolescencia, leg¨ªtimas pero tambi¨¦n de car¨¢cter generacional c¨ªclico y, por tanto, sin que supongan la menor novedad- llevan consigo despreciar los logros de sus mayores. La planificaci¨®n familiar, la legalizaci¨®n de la venta de anticonceptivos e incluso el que todos los grupos pol¨ªticos, incluida la derecha, apoyaran que se dispensen en el sistema sanitario p¨²blico constituyen pasos esenciales para erradicar el oscurantismo y, naturalmente, los efectos de una sexualidad represiva. La actitud de rechazo hacia lo establecido es, cuando menos, sorprendente si se piensa que el comportamiento ignorante que manifiestan los adolescentes tiene en ellos, en primer lugar, aunque no ¨²nicamente, a los protagonistas de las indeseadas consecuencias.

La sociedad espa?ola de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas ha evolucionado considerablemente en sus costumbres sexuales. En la actualidad -y salvo casos muy concretos como el aborto-, la tarea legislativa parlamentar¨ªa y el sentir de los ciudadanos se han aproximado lo suficiente como para que las nuevas generaciones no conozcan las dificultades que sufrieron sus predecesores en cualquier materia relacionada con el sexo: mitificaci¨®n absoluta de la virginidad, censuras de todo tipo, clasificaciones eclesi¨¢stico-cinematogr¨¢ficas inflexibles y rid¨ªculas, restricciones de alojamientos, prohibiciones en la venta de las llamadas p¨ªldoras antibaby; en definitiva, el irresistible triunfo de la reacci¨®n m¨¢s extrema, hasta el punto de que ni siquiera somos plenamente conscientes del inn¨²mero de taras que hemos superado, en el supuesto de que efectivamente se hayan superado.

Por todo ello, la iniciativa de los Ministerios de Sanidad y Consumo y de Asuntos Sociales no puede sino ser elogiada, pues busca, por encima de coyunturas pol¨ªticas, electoralismos y objetivos polivalentes, la racionalidad en las consecuencias del acto natural del coito. Falta, a simple vista, una potenciaci¨®n did¨¢ctica de la sexualidad en las escuelas y colegios, pero el empe?o debe ser bienvenido. Rebelarse ante ello no es sino optar por la sinraz¨®n.