C¨®mo ganar amigos
Estamos ya en una nueva fase de campa?as electorales y congresos de partido. Y con ello se vuelven a plantear el papel y la situaci¨®n de los partidos o los problemas de nuestra normativa electoral, temas constantemente presentes en nuestra corta historia democr¨¢tica. La sensaci¨®n que qued¨® en la escena pol¨ªtica despu¨¦s de las elecciones andaluzas fue de que la gente hab¨ªa acentuado su distanciamiento de los mecanismos formales de representaci¨®n pol¨ªtica y de los propios partidos pol¨ªticos. Aument¨® el abstencionismo, y aument¨® la sensaci¨®n de que se logra interesar poco a la gente en un montaje que se percibe como muy poco influenciable, como muy de unos pocos.Si nos referimos a la problem¨¢tica electoral, parece que estamos en una cierta fase de cambio en la legislaci¨®n espec¨ªfica. Todo indica que el cambio no va a ser nada del otro mundo. Un poco m¨¢s de precauci¨®n en los gastos de las campa?as electorales, una cierta cobertura legal al permiso retribuido para votar y otras minucias t¨¦cnicas que impidan poner en duda la legitimidad de un proceso que siempre acostumbra a dejar inquietos a los que no se han visto favorecidos por los resultados.
El n¨²cleo duro del sistema electoral no se toca. A pesar de que cr¨ªticas a los elementos centrales de nuestro sistema electoral no faltan. Unos afirman que una mejora sustancial del mecanismo electoral-representativo vendr¨ªa de la modificaci¨®n de la regla de listas cerradas y bloqueadas, dando as¨ª mayor libertad al elector. No parece que el sistema actualmente en vigor en la elecci¨®n de senadores, que te¨®ricamente permite mayor autonom¨ªa al votante, haya ofrecido grandes cambios. Tampoco la experiencia de otros pa¨ªses en que se permiten ciertas v¨ªas de expresi¨®n de las preferencias del elector, como Italia, parece que hayan mejorado mucho la capacidad de incidencia de la ciudadan¨ªa en el mecanismo representativo.
Otros muchos consideran que uno de los mayores d¨¦ficit de nuestro sistema electoral proviene de su poco respeto a la proporcionalidad. Y en ese campo, hemos de admitir que lo tienen f¨¢cil, dadas las importantes desigualdades que genera la circunscripci¨®n provincial. No conf¨ªo en absoluto en que una mejora en la proporcionalidad de nuestra f¨®rmula electoral sirva para mejorar el funcionamiento de nuestro sistema de representaci¨®n. El d¨¦ficit de representatividad del sistema o la falta de atractivos para ejercer los derechos electorales no creo que residan en la poca proporcionalidad de las circunscripciones provinciales peque?as o en la barrera m¨ªnima para acceder a la distribuci¨®n de esca?os en circunscripciones grandes.
El problema no deber¨ªa definirse como se viene haciendo, a partir de las coordenadas propias de los partidos, de su propia conveniencia. Ello s¨®lo conduce a acentuar el desprestigio de la actividad pol¨ªtica, a acrecentar la percepci¨®n de que nada puede hacerse para influir o cambiar el estado de las cosas. Los partidos sin duda creen consolidar su papel, aprovechando el claro proteccionismo con que los constituyentes quisieron reforzar la v¨ªa partidista como casi la ¨²nica para ejercer alg¨²n tipo de actividad pol¨ªtica, pero s¨®lo consiguen acentuar su aislamiento.
Por otro lado, tambi¨¦n es cierto que para la vida concreta de nuestros conciudadanos lo que ocurre en ¨¦l campo de los partidos tampoco es tan importante. De hecho, los partidos, a pesar de lo que a veces se piensa, cuentan relativamente poco en la formaci¨®n y aplicaci¨®n de pol¨ªticas de car¨¢cter sustantivo. Su preocupaci¨®n acostumbra a residir en c¨®mo conseguir mayor visibilidad, mejorar su penetraci¨®n comunicativa y acumular mayor poder. A los partidos les interesa el escenario del poder, el ¨¢mbito de lo partisano, de lo partidista. Sin rubor alguno, los pocos especialistas en temas espec¨ªficos que tiene cada partido se ponen f¨¢cilmente de acuerdo en temas que parecen muy t¨¦cnicos, pero que resultan claves para la vida diaria (precios de los productos farmac¨¦uticos, evoluci¨®n de las pensiones, plan de transporte...), y dejan a los portavoces de los partidos que se peguen sobre aspectos muy ideologizados en los que los medios de comunicaci¨®n puedan f¨¢cilmente entrar y en los que consigan reforzarse o desgastar al contrincante.
Puestas as¨ª las cosas no es extra?o observar c¨®mo partidos que gobiernan juntos en un Ayuntamiento o comunidad aut¨®noma mantienen profundas discrepancias en materias sustantivas (v¨¦anse los conflictos sobre desarrollo urban¨ªstico en Barcelona ciudad), pero al compartir gobierno ponen sordina a sus diferencias; mientras partidos que se cascan continuamente en la arena p¨²blica sobre temas electoralmente calientes, en el ¨ªnterin mantienen posiciones muy similares en temas sustantivos (el tema urban¨ªstico otra vez como ejemplo, las medidas de pol¨ªtica econ¨®mica...). La percepci¨®n popular no acostumbra a transferir premios y castigos de una arena a otra, y as¨ª muchos pueden poner a caldo al Gobierno en un refer¨¦ndum sobre si s¨ª o si no, o en un 14 de cualquier mes, y despu¨¦s votar tan ricamente por los mismos a la primera.
La cosa est¨¢ complicada. Y si hacemos m¨¢s proporcional el mecanismo electoral, s¨®lo conseguiremos complicarla m¨¢s, aun a costa de quedarnos m¨¢s satisfechos con lo democr¨¢tico que es nuestro sistema. A m¨ª me parece que deber¨ªamos ligar m¨¢s ambas ¨¢reas, la sustantiva y la partisana, y ello s¨®lo me parece posible si, al rev¨¦s de lo que algunos dicen, introducimos alg¨²n elemento de personalizaci¨®n m¨¢s clara de nuestro sistema electoral. Necesitamos alg¨²n mecanismo que responsabilice m¨¢s a nuestros representantes en relaci¨®n a las decisiones que toman, y permita alg¨²n tipo de conexi¨®n m¨¢s clara entre personas, grupos y representantes electos. Y ello, hoy por hoy, quiere decir introducir alg¨²n mecanismo de representaci¨®n mayoritaria.
No hace falta descubrir aqu¨ª las importantes desigualdades que lleva consigo el sistema mayoritario, como bien recuerdan estos d¨ªas los liberal-democr¨¢ticos brit¨¢nicos. Por otra parte, nuestra Constituci¨®n en este punto es bastante rotunda, y como tampoco se trata de "tirar al ni?o con el agua sucia", un esquema representativo como el de Alemania, adapt¨¢ndolo a nuestra situaci¨®n, en el que se combinara representaci¨®n proporcional (lo que salvar¨ªa la previsi¨®n constitucional y al ni?o), y representaci¨®n mayoritaria en circunscripciones uninominales, podr¨ªa favorecer el control de la gente sobre algunos de sus representantes, y reducir el de los secretarios de organizaci¨®n de los partidos. Despu¨¦s, por ejemplo, con un curso de "c¨®mo ganar amigos", los partidos podr¨ªan mejorar sus dete?orados v¨ªnculos sociales.
es catedr¨¢tico de Ciencia, Pol¨ªtica y de la Administraci¨®n en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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