Deshojar la margarita
EN SEPTIEMBRE de 1989, las elecciones generales en Noruega recortaron el tama?o de las parroquias conservadora y laborista para incrementar la del Partido Progresista, de extrema derecha, que de un diputado pas¨® a tener 22. Los ultraderechista s se convert¨ªan as¨ª en supuestos ¨¢rbitros de la situaci¨®n pol¨ªtica. Los noruegos, sin embargo, son gente sensata y tienen la virtud a?adida de respetar sin ambages los valores democr¨¢ticos que han hecho de su sociedad una de las m¨¢s tolerantes y c¨ªvicas del mundo. Por esta raz¨®n, los pol¨ªticos de todas las formaciones decidieron que se constituyera un Gobierno de coalici¨®n con exclusi¨®n de los ultras. El poujadismo noruego qued¨® aparcado en los aleda?os de la vida pol¨ªtica. Jan P. Syse, l¨ªder conservador, se encarg¨® de f¨®rmarlo con los partidos cristiano-popular y centrista. Pero ese Gobierno ha durado poco m¨¢s de un a?o y la crisis ha estallado con el pretexto de la europeidad noruega.Desde que, en 1972, un refer¨¦ndum decidi¨® por escaso margen que Noruega no solicitara su ingreso en la CE, la cuesti¨®n de la pertenencia a la. Europa comunitaria ha sido eje de la vida pol¨ªtica del pa¨ªs escandinavo. Las opiniones han ido cambiando paulatinamente y la balanza parec¨ªa ahora inclinarse en favor del criterio de la integraci¨®n, sin que por ello se previeran traumas mayores. Hasta que la aceleraci¨®n de los procesos comunitarios de integraci¨®n ha hecho indispensable una toma de posici¨®n en los pa¨ªses que son pretendientes natos a la calidad de miembros -Suecia, Austria, la propia Noruega, es decir, miembros de la EFTA que negocian un espacio europeo con la CE-.
El noruego ha sido el primer Gobierno europeo en caer por culpa de la cuesti¨®n comunitaria, aunque la raz¨®n m¨¢s precisa haya sido la imposibilidad de que se pusieran de acuerdo sus socios sobre los cambios de legislaci¨®n que exige la EFTA para adecuarse a las necesidades de su negociaci¨®n con la CE. De los tres coligados, s¨®lo los conservadores son partidarios de las modificaciones legislativas y, por ende, de la posterior integraci¨®n; los otros dos -centristas y cristiano-populares- alegan razones nacionalistas, tales corno la identidad cultura?, la preservaci¨®n ecol¨®gica, los derechos de la pesca o la soberan¨ªa. Son los inconvenientes de la pertenencia a la CE, por otra parte tan ventajosa.
El panorama se complica porque, fuera del Gobierno, s¨®lo la extrema derecha es tambi¨¦n claramente partidaria de la integraci¨®n en la CE. ?Deb¨ªa constituirse un Gobierno de coalici¨®n claramente derechista, con conservadores y progresistas? Los dem¨®cratas han decidido una vez m¨¢s: desde luego no, han dicho. Y han encargado la formaci¨®n del Ejecutivo a los laboristas de la ex primera ministra Gro Brundtland -internamente divididos sobre el tema europeo-, que, con el apoyo de los Socialistas de Izquierda y de al menos un diputado conservador disidente, queda a tres esca?os de la mayor¨ªa absoluta. Se trata, sin embargo, de una designaci¨®n que no retrasa la soluci¨®n del problema: los noruegos, qui¨¦ranlo o no, van a tener que tomar una decisi¨®n sobre las recomendaciones de la EFTA, lo que, en ¨²ltima instancia, quiere decir sobre su pertenencia a la Europa comunitaria.
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