Un mercado, una divisa
El articulista analiza en este texto el informe de la Comisi¨®n de la CE sobre launi¨®n econ¨®mica y monetaria, en el que se eval¨²an no s¨®lo los costes y beneficios de dicha uni¨®n, sino tambi¨¦n los riesgos y oportunidades del procesode transici¨®n.
La Comisi¨®n de las Comunidades Europeas acaba de hacer p¨²blico un informe que bajo el t¨ªtulo One market, one money presenta una evaluaci¨®n sistem¨¢tica de los costes y beneficios de la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria (UEM) a partir de la situaci¨®n actual de la CE. No es posible hacer aqu¨ª justicia a un trabajo de tal envergadura. Baste decir que en ¨¦l encontrar¨¢ el lector curioso respuesta a las dudas que hayan podido surgirle al pensar sobre el proceso de integraci¨®n y que esas respuestas tratan siempre de ser objetivas y equilibradas, de basarse en los datos y argumentos te¨®ricos m¨¢s recientes; y de distinguir con claridad entre lo que puede considerarse bien. establecido y lo que es todav¨ªa, materia opinable. Lo que sigue resume los aspectos del documento que quiz¨¢ ofrezcan mayo inter¨¦s para el lector espa?ol.La Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria (UEM) analizada en e informe consta de dos componentes: la uni¨®n econ¨®mica, definida por el Acta ¨²nica y sus desarrollos: libertad de circulaci¨®n de bienes, servicios, factores y capitales, con unas reglas b¨¢sicas de defensa de la competencia y de coordinaci¨®n presupuestaria entre los Estados miembros, y la uni¨®n monetaria, que supone la convertibilidad irreversible de las divisas de los Estados miembros entre s¨ª, a tipos de cambio irrevocablemente fijos, as¨ª como la sustituibilidad perfecta de dichas monedas para cualquier clase de transacciones y la centralizaci¨®n de la pol¨ªtica monetaria en una sola instituci¨®n: equivale a suponer que existe una sola divisa para todos los Estados miembros y que esa divisa es emitida por un banco central de la CE aunque esta situaci¨®n institucional no sea t¨¦cnicamente inevitable). En el lenguaje del Informe Delors, la UEM marca el inicio de la Fase III del proceso de integraci¨®n europeo; el documento que aqu¨ª comentamos analiza las ventajas e inconvenientes de esa Fase III, as¨ª como los problemas que presenta la transici¨®n desde el estado actual (la Fase 1) hasta aqu¨¦lla.
La uni¨®n monetaria supone cambios institucionales notables en la CE, y por ello es natural que surja la pregunta: ?Qu¨¦ a?ade? ?No ser¨ªa mejor centrar los esfuerzos en la consecuci¨®n de la uni¨®n econ¨®mica -que corresponde a la idea intuitiva del mercado com¨²n- y mantener el Sistema Monetario Europeo (SME) como hasta ahora? La respuesta a esta pregunta tiene dos partes: primero, la situaci¨®n actual no es estable; segundo, algunos de los beneficios de la integraci¨®n no pueden cosecharse en su totalidad al margen de la uni¨®n monetaria.
El argumento de la inestabilidad es muy antiguo: una divisa con un tipo de cambio fijo pero ajustable, puede ser siempre objeto de un ataque especulativo; el que no los haya habido de gran magnitud en nuestra experiencia reciente se debe a la existencia de controles de los movimientos de capital; eliminados ¨¦stos como parte del programa de la uni¨®n econ¨®mica, la posibilidad de movimientos especulativos a gran escala vuelve a aparecer, y s¨®lo un compromiso irrevocable de mantener fijos los tipos de cambio puede suprimirla.
?Qu¨¦ otros beneficios puede proporcionarnos la uni¨®n monetaria? El informe los agrupa en tres clases. Por una parte, una moneda ¨²nica suprimir¨ªa los costes de transacci¨®n a los que estamos tan acostumbrados (?piense el lector lo que ser¨ªa tener que cambiar de moneda a cada l¨ªmite de provincia dentro de nuestro pa¨ªs!). Dicho sea de paso, esa rebaja de costes ser¨ªa especialmente importante para aquellos Estados, como el nuestro, cuya moneda no se emplea apenas para transacciones exteriores. Por otra, eliminar¨ªa algunas incertidumbres que tienden a frenar decisiones comerciales y de inversi¨®n, por mucho qu¨¦ pueda cubrirse el riesgo cambiario. Finalmente, la centralizaci¨®n de la pol¨ªtica monetaria dar¨ªa como resultado, probablemente, una tasa de inflaci¨®n menor y m¨¢s estable para el promedio de la CE: si el Banco Central Europeo naciera con el mandato inequ¨ªvoco de mantener un nivel de precios estable podr¨ªa desempe?ar el papel que durante los ¨²ltimos a?os ha corrido a cargo del Bundesbank dentro del SME.
La uni¨®n monetaria tiene, sin embargo, un coste: la renuncia al manejo del tipo de cambio como instrumento de estabilizaci¨®n. No hay que subestimar el alcance de esa renuncia; despu¨¦s de todo, el extraordinario crecimiento de la econom¨ªa espa?ola durante la d¨¦cada de los sesenta exigi¨® tres devaluaciones importantes: una aceleraci¨®n del crecimiento sol¨ªa ir acompa?ada de una aceleraci¨®n de la tasa de inflaci¨®n, que hac¨ªa aparecer un d¨¦ficit comercial que a su vez obligaba a devaluar; la actividad se deten¨ªa moment¨¢neamente, y volv¨ªa a arrancar; el resultado era un crecimiento irregular pero en promedio muy r¨¢pido. ?Tan seguros estamos de poder prescindir de ese recurso en el futuro?
Antes de dar una respuesta observemos que en gran parte ya hemos prescindido de ¨¦l al aceptar la uni¨®n econ¨®mica; en efecto, el ciclo inflaci¨®n-devaluaci¨®n se manten¨ªa dentro de ciertos l¨ªmites gracias a la existencia de controles de Capital: la Administraci¨®n no tiene libertad para manejar el tipo de cambio si los ciudadanos tienen libertad para guardar sus ahorros donde quieren. Por otra parte, la uni¨®n monetaria no priva a la CE de ajustar su tipo de cambio frente a choques externos a la misma y que afecten a sus Estados miembros m¨¢s o menos por igual. ?A que renunciamos, pues? A la posibilidad de contrarrestar choques internos -un aumento excesivo de las rentas monetarias, por ejemplo-. Todo indica, sin embargo, que el alivio que supone una alteraci¨®n del tipo de cambio es, a lo sumo, pasajero y que se obtiene a costa de una tasa de inflaci¨®n mayor y m¨¢s variable. No es extra?o, pues, que a la vista de todo esto el informe sugiera que los beneficios de la uni¨®n monetaria pueden, en este terreno, ser mayores que sus costes.
Convergencia
Dado que el estado actual es potencialmente inestable, y que el paso a la Fase III se considera una buena idea, es l¨®gico que uno desee que el tr¨¢nsito de la Fase I a la Fase III sea lo m¨¢s r¨¢pido posible. Sin embargo, el informe es muy cuidadoso en se?alar que ese tr¨¢nsito no puede, en general, ser inmediato; que es preciso lograr antes un cierto grado de convergencia; es imprudente pensar que pa¨ªses con grandes desequilibrios exteriores, o con una situaci¨®n fiscal precaria, o con un tasa de inflaci¨®n muy superior al promedio, puedan integrarse a corto plazo en la UEM. ?Qu¨¦ grado de convergencia hay que lograr para que esta. integraci¨®n sea posible?
Para hablar s¨®lo de la convergencia de las tasas de inflaci¨®n hay que tener presente que a medio plazo la entrada de un pa¨ªs en la UEM no es compatible con la persistencia de una tasa de inflaci¨®n muy distinta del promedio del sistema: el deterioro de la competitividad que una mayor inflaci¨®n supone ya no puede compensarse por una devaluaci¨®n, y se paga en t¨¦rminos de producci¨®n y empleo. Aquellos pa¨ªses que, como el nuestro, mantienen un diferencia? de inflaci¨®n positivo con respecto al promedio comunitario deber¨¢n soportar tarde o temprano los costes de la desinflaci¨®n, o un menor crecimiento de sus rentas en pesetas, o un menor volumen de empleo, o una combinaci¨®n de ambos. En general, cuanto m¨¢s r¨¢pidamente se acepte la contenci¨®n de las rentas nominales, menor ser¨¢ el efecto sobre la producci¨®n y el empleo.
Lo que complica la cuesti¨®n es que la voluntad de aceptar una contenci¨®n de las rentas nominales no es independiente de los compromisos que haya adoptado el pa¨ªs frente a la uni¨®n monetaria; si los ciudadanos est¨¢n verdaderamente convencidos de la imposibilidad, por parte de su Gobierno, de acomodar unas mayores exigencias salariales, resulta m¨¢s veros¨ªmil pensar que renuncien a ellas; si, por el contrario, estiman que sus exigencias pueden ser atendidas, aunque sea a costa de una mayor inflaci¨®n, sin un efecto negativo inmediato sobre el empleo, es probable que las mantengan.
?Por d¨®nde empezar? La teor¨ªa de la coronaci¨®n sostiene que es mejor lograr la desinflaci¨®n primero -aunque uno no sabe muy bien con qu¨¦ argumentos- y adquirir despu¨¦s el compromiso de integraci¨®n, que corona as¨ª el proceso; los monetaristas creen que la desinflaci¨®n s¨®lo se logra cuando los agentes econ¨®micos est¨¢n convencidos de que no hay otra salida posible. La experiencia reciente sugiere m¨¢s bien una posici¨®n intermedia: si bien el SME ha resultado ser un instrumento eficaz para ir alineando las tasas de inflaci¨®n de sus participantes con la alemana, tambi¨¦n es verdad que ello se ha logrado a costa de muchas tensiones, y no es seguro que el sistema se hubiera mantenido si de ¨¦l hubieran formado parte desde e principio pa¨ªses menos estables El ¨¦xito de una integraci¨®n r¨¢pida depende en gran parte de la disposici¨®n de los agentes econ¨®micos a aceptar los costes de la desinflaci¨®n, y juzgar esa disposici¨®n no es tarea sencilla; ello explica que, sin que pueda hablarse de cambio de posici¨®n en lo fundamental, algunos Estados miembros, entre ellos Espa?a, hayan expresado su cautela ante una Fase Il muy corta.
Equidad
Tras haber analizado los costes y beneficios de la UEM para la Comunidad en su conjunto, el informe se preocupa de su distribuci¨®n geogr¨¢fica. Empieza recordando que el grado de desigualdad en la distribuci¨®n de la renta, entre pa¨ªses miembros es significativo: doble del que existe en Estados Unidos y mucho mayor si tomamos datos no de pa¨ªses sino de regiones. En cuanto a los efectos previsibles de la UEM sobre las desigualdades regionales, las conclusiones del informe tienen el m¨¦rito de ser ambiguas; si bien, en conjunto, no hay muchas razones para esperar que las desigualdades centro-periferia y Norte-Sur decrezcan. El informe no deja de observar que en el pasado los periodos de convergencia han coincidido, en general, con periodos de r¨¢pido crecimiento; ello tiene importancia por cuanto una de las ventajas de la uni¨®n econ¨®mica es probablemente hacer m¨¢s accesible un crecimiento sostenido.
Los autores del informe completan los argumentos te¨®ricos con los resultados de encuestas de opini¨®n; y observan que los empresar¨ª¨®s de las regiones buenas son m¨¢s optimistas que los de las menos desarrolladas, y ¨¦stos m¨¢s que los de las zonas industriales en declive; que el optimismo tiende a crecer con el tama?o de la empresa, lo cual no augura nada bueno para nuestra industria; que en Espa?a son m¨¢s optimistas los empresarios situados en zonas menos desarrolladas; y que las empresas de bienes de inversi¨®n, y sobre todo las de servicios, son las m¨¢s optimistas; en el extremo opuesto se hallan los productores de bienes intermedios y de bienes de consumo. Todos conceden menos importancia a factores estrictamente geogr¨¢ficos, como la distancia, que a factores de subdesarrollo econ¨®mico, como la falta de infraestructuras de transporte, telecomunicaciones o educaci¨®n: ¨¦sta es una buena noticia porque se trata de deficiencias que en principio tienen remedio.
Con todas las cautelas necesarias, el informe concluye que los beneficios potenciales de la UEM m¨¢s que compensan sus costes. Saben tambi¨¦n sus autores que los argumentos t¨¦cnicos por s¨ª solos no bastar¨¢n para que esa uni¨®n se materialice. Sus propias palabras pueden servir de conclusi¨®n a esta ilota: "La parte m¨¢s importante de los beneficios econ¨®micos (de la UEM) no ser¨¢ el resultado autom¨¢tico de los cambios institucionales. Los beneficios totales exigir¨¢n el compromiso concertado de los Gobiernos nacionales, de empresarios y trabajadores, as¨ª como de la propia CE, de materializar algo que supone un cambio de sistema econ¨®mico".?
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