Cuesti¨®n de color
Era una ocasi¨®n como pocas para ver claramente contrapuestas dos caras del piano en el jazz, y para comprobar los efectos de pasados diferentes y de amores encontrados. Mientras que Tete demostr¨® de nuevo que su idilio con el jazz negro, duro y brillante como el azabache, sigue gozando de envidiable estabilidad, Brubeck, a sus 70 a?os, pareci¨® acusar todav¨ªa m¨¢s el drama que le persigue desde sus comienzos y que tiene como causas principales su falta de virtuosismo, que le impide ser pianista cl¨¢sico, y su falta de instinto para el swing, que le aleja de la posibilidad de ser un buen pianista de jazz. As¨ª no le queda m¨¢s remedio que llevar con resignaci¨®n su cruz y deambular de un lado para otro con una m¨²sica blanca como s¨¢bana de fantasma, escondiendo sus limitaciones y buscando la comprensi¨®n y apoyo de la audiencia. Algo en lo que s¨ª sigue demostrando una maestr¨ªa notable porque acab¨® su concierto entre clamores del p¨²blico.Sin embargo, este fervor popular no es nada nuevo para ¨¦l porque, all¨¢ por los a?os cincuenta, se convirti¨® en tabla salvadora para una sociedad blanca norteamericana, que se resist¨ªa a adorar a los dioses negros del jazz, que le convirti¨® r¨¢pidamente- en su ¨ªdolo. Universitarios y hombres de negocios esperaban con espectaci¨®n y saludaban como m¨¢xima expresi¨®n de refinada intelectualidad sus nuevos discos, portadores de una est¨¦tica alejada de los modos primitivos. No obstante, la gloria fue efimera y el rock and roll le sumi¨® en el olvido.
Tete Montoliu, Dave Brubeck
Quartet Auditorio Nacional. Madrid, 8 de noviembre.
Algo en com¨²n deben tener los noventa con los cincuenta a la vista de la apote¨®sica despedida que se le tribut¨® al pianista californiano despu¨¦s de un concierto con dos mitades bien diferenciadas; la primera ocupada por temas de relleno compuestos recientemente, como Dancing in rhythm, en el que Brubeck despleg¨® su habitual colecci¨®n de acordes crispados y fren¨¦ticos, y Bill Smith dej¨® en entredicho su gusto al utilizar un pedal acoplado a su clarinete que produc¨ªa ecos innecesarios y molestos, y, la segunda, en la que llegaron los Iemas que todo el mundo esperaba: Blue Rondo a La Turk, Take five y Take the train, el cl¨¢sico de Billy Strayhorn, que se?alaba el tren que se deb¨ªa coger para ir a in barrio que Brubeck parece conocer s¨®lo de referencias: Harlem.
En contraste con la m¨²sica cortesana de Brubeck, Tete toc¨® inicamente jazz regio, despreo,jupado de coyunturas e inalienable, porque el pianista catal¨¢n sabe que es el ¨²nico en el que le caben ya sus destellos de genialidad.
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