Christine
Nunca fue muy cierto que los ni?os al nacer trajeran un pan bajo el brazo. De traerlo no morir¨ªan de hambre y enfermedad esos 40.000 beb¨¦s que cada semana sueltan por ah¨ª una flota de c¨ªg¨¹e?as despistadas y empecinadas en dejar sus aatillos en el Tercer Mundo en vez de depos¨ªtarlos en las confortables cunas de Occidente. Hace unas semanas las Naciones Unidas volvieron a hablar por unos instantes de los ni?os efimeros, pero el gobierno del mundo tiene hoy temas supuestamente m¨¢s adultos para resolver. Que los negritos aprendan antes a morir que a caminar debe formar parte de la selecci¨®n natural de las especies. Y que una de las causas no tan naturales de muerte infantil sean los malos tratos debe ser cosa de pueblos irascibles y primitivos que entienden la paternidad corno una variante de la ganader¨ªa.Por suerte esa mortalidad precoz s¨®lo consigue empa?arnos la mirada m'entras vemos a nuestros propios hijos durmiendo agarrados a su osito de peluche c¨¢lido y europeo y nos sentimos afortunados con el botiqu¨ªn lleno de vacunas y la, alacena repleta de potitos. De vez en cuando se nos va la mano tras una tanda de cachetes, pero eso, por lo visto, forja caracteres. A menudo les damos ¨®rdenes contradictorias, pero es que llegamos a casa agotados. Otras veces les humillamos en p¨²blico, pero es por su bien y para que aprendan. En realidad el ni?o es nuestro mu?eco m¨¢s querido, el embajador de nuestro peque?o pa¨ªs de sue?os insolubles y la bandera de nuestra ternura de mercado.
Pero ayer, en esta misma p¨¢gina, vimos a un beb¨¦ en brazos de un pol¨ªtico y por primera vez el ni?o fue menos objeto de la ley y m¨¢s sujeto de s¨ª mismo. Lo llevaba la diputada austriaca Christine Heindl en la sesi¨®n de apertura de su Parlamento y, a los primeros lloros, Christine se desabroch¨® la blusa y le dio de mamar. Una imagen expl¨ªcita de que haci¨¦ndoles crecer tambi¨¦n crecemos.
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