El general Noriega y la raz¨®n de Estado
Manuel Antonio Noriega tiene su vida en Miami. Hace negocios, conforta a los amigos, imparte pol¨ªtica a sus leales del PRD y, en horas libres, recorre kil¨®metros imaginarios en una bicicleta est¨¢tica que ha hecho instalar en su celda. Su forma f¨ªsica y ps¨ªquica es excelente. Lo demostr¨® la semana pasada, cuando rompi¨® casi un a?o de silencio para proclamar que su juicio es mucho m¨¢s que un juicio de drogas.Hay dos procesos por narcotr¨¢fico contra Noriega en Florida, y son s¨®lidos. Con las pruebas reunidas, el ex dictador paname?o arriesgar¨ªa muchos a?os de c¨¢rcel en cualquier pa¨ªs del planeta. Pero tambi¨¦n est¨¢ el hecho de que, durante dos d¨¦cadas, ha sido un agente de EE UU, y no un agente cualquiera.
Protegido por la raz¨®n de Estado, que con frecuencia se sirve de delincuentes a los que permite quebrantar la ley impunemente, Noriega hizo de Panam¨¢ un canal para el comercio de drogas, tecnolog¨ªa, armas y dinero negro. Sus peajes fueron elevados y sus traiciones, numerosas, porque Noriega ha enga?ado a los traficantes colombianos, a los sandinistas, a la Contra y a sus protectores de Washington. Pero sin ¨¦l, ni la guerra en Centroam¨¦rica hubiera logrado, la eficacia que tuvo ni el c¨¢rtel de Medell¨ªn la potencia que tiene ahora. El proceso tendr¨ªa que demostrar, pues, si la legalidad violada por la raz¨®n de Estado puede ser restablecida. Hasta aqu¨ª, la respuesta es que no.
Ilegalidades
Noriega fue detenido tras una invasi¨®n plagada de ilegalidades y, un a?o despu¨¦s, el juez que dirige su caso en Miami se interroga sobre si existen las condiciones para que el ex dictador tenga una defensa justa.
Hubiera sido ingenuo esperar un proceso sencillo en el ambiente de silencio, confusi¨®n y sospecha que generan las llamadas operaciones encubiertas. La CIA y la DEA, paradigmas de c¨®mo la raz¨®n de Estado y el imperio de la ley conviven bajo un mismo techo, se miran con desconfianza porque alguien filtr¨® unas escuchas del tel¨¦fono de Noriega. En rigor, lo de menos es qui¨¦n las filtr¨®. Es posible que haya sido el propio Noriega, que sigue teniendo apoyos importantes en la Administraci¨®n paname?a. Pero si se demuestra que las escuchas han revelado confidencias del ex dictador a su equipo jur¨ªdico, lo ¨²nico legal ser¨ªa que Noriega se fuera a casa.
De no ser as¨ª, deber¨¢ esperar un juicio que, razonablemente, no llegar¨¢ antes de la primavera. Entonces tendr¨¢ oportunidad de recordar que no pudo ser procesado por narcotr¨¢fico hasta que el ex director de la CIA William Casey y el coronel Oliver North fueron detenidos por el Irangate. Y probablemente le dir¨¢ al juez que, si hizo tratos con los colombianos, fue para vigilarles de cerca. La DEA, a?adir¨¢, le agradeci¨® p¨²blicamente los servicios prestados hasta el d¨ªa mismo de la invasi¨®n.
Hoy, cuando las razones de Estado que motivaron el embrollo son historia, resulta inveros¨ªmil que Noriega vaya a salir de la c¨¢rcel para perderse entre los turistas de Florida. En cambio, s¨ª es seguro que a la ola de coca¨ªna que se levant¨® sobre las mismas circunstancias le queda mucha marea.
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