Viajeros para el d¨¦ficit
Un art¨ªculo de J. Borrell y A. Zabalza publicado en estas mismas p¨¢ginas (EL PA?S, 16 de noviembre) con el t¨ªtulo Viajeros contra el d¨¦ficit planteaba la funci¨®n de los contratos-programa como respuesta de la Administraci¨®n al acuciante problema del tr¨¢fico en las grandes urbes, como Madrid y Barcelona.Este viejo problema no se le escapa a nadie. Todos lo sufrimos de una u otra manera. Los autores del citado art¨ªculo, partiendo del reconocimiento de lo obvio, exponen la causa de la conflictividad del tr¨¢fico, que no es otra que el uso individual de veh¨ªculos. Detectan que esta forma de utilizaci¨®n privada de los autom¨®viles es m¨¢s alta en Espa?a que en otros pa¨ªses europeos. Constatan, como resultado, que el coste econ¨®mico alcanza a todos, por el impacto que recae sobre nuestra econom¨ªa por efecto de un excesivo gasto energ¨¦tico, y, por tanto, la repercusi¨®n sobre nuestras divisas. La soluci¨®n que defienden, y que se condensa en los llamados contratos-programa, tiene como objetivo mejorar el tr¨¢fico, y con ¨¦l, la calidad de vida. El medio es la subvenci¨®n del transporte colectivo. Como se puede apreciar a primera vista, la delimitaci¨®n del objeto-problema, los fines y los medios parecen consecuentes. El resultado apetecido es incuestionable y deseado. Tiene todas las ventajas. Gastamos menos, racionalizamos los recursos y vivimos mejor. ?Se puede pedir m¨¢s? En principio no, pero la cuesti¨®n, tal y como la plantean Borrell y Zabalza, es m¨¢s complicada y merece otras consideraciones.
Si los espa?oles utilizamos individualmente m¨¢s el coche que los habitantes de otros pa¨ªses europeos es porque estar en el mismo continente y formar parte de un grupo de naciones con sistemas pol¨ªticos y econ¨®micos similares no implica identidad. Tambi¨¦n comemos a otras horas y tenemos otras costumbres y otros condicionamientos. Buscar la igualdad en lo diverso es una simple muestra de falta de sensibilidad. La ecuaci¨®n hablar de Europa y ser progresista no siempre es v¨¢lida. Adem¨¢s no se puede olvidar que nuestra Constituci¨®n defiende el derecho a circular libremente por el territorio nacional (art¨ªculo 19.1). Cada cual se traslada en el medio que libremente elige. No hacen falta dirigismos gubernamentales que hoy ser¨ªan criticados hasta en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Si los ciudadanos quieren utilizar su veh¨ªculo para transportarse, aunque s¨®lo vaya ocupado por el conductor, tienen todo el derecho a hacerlo.
Los poderes p¨²blicos tienen que defender las preferencias de los ciudadanos, y respetando sus criterios, que no tienen por qu¨¦ ser peores que los de nuestros gobernantes, subsanar los impedimentos materiales para que aqu¨¦llos puedan transportarse a su libre gusto.
La subvenci¨®n al transporte p¨²blico no es una medida pol¨ªtica neutra. Tiene unos destinatarios precisos: los trabajadores. Aqu¨ª Borrell no considera que quien vive en los barrios perif¨¦ricos usa el coche porque, en muchos casos, con cualquier combinaci¨®n de transporte p¨²blico, por eficaz que sea, se tarda m¨¢s y se llega peor. Una sociedad avanzada y diversificada, porque as¨ª lo permiten los medios t¨¦cnicos, hace posible que muchos conductores escuchen las noticias de la emisora de su preferencia o la m¨²sica que les gusta mientras conducen. No tienen que hacer transbordos ni mojarse cuando llueve. Cada vez m¨¢s coches llevan aire acondicionado. No hay que esperar a que llegue el medio de locomoci¨®n, ni esperar colas. ?Por qu¨¦ no respetan los comportamientos de los otros y su forma de vida? ?Por qu¨¦, en vez de incrementar la subvenci¨®n, no se invierte en realizar las obras necesarias de infraestructura que precisan las grandes ciudades para mejorar el tr¨¢fico?
Populismo paternalista
Esta medida que ahora se pone en marcha tiene todos los visos de un populismo paternalista impropio de estos tiempos, y dirigido a aquellos que, por sus medios de vida, ya tienen una peor situaci¨®n. Jos¨¦ Borrell o los miembros del Gobierno, ?ir¨¢n en transporte colectivo cuando no est¨¦n en sus actuales cargos? ?Por qu¨¦ llevar a otros lo que uno no est¨¢ dispuesto a practicar ni lo ha hecho antes?
Lo que no es bueno para uno tampoco lo es para los dem¨¢s.
Jos¨¦ Borrell se olvida de que el presidente del Gobierno, Felipe Gonz¨¢lez, dijo hace ya algunos a?os que todos los espa?oles quer¨ªamos ir en Mercedes. ?Tanto han cambiado las cosas para que ahora nos manden a todos al metro?
La argumentaci¨®n econ¨®mica de Borrell es falsa. Es cierto que usando el transporte colectivo se ahorra combustible, lo que siempre ayudar¨¢ a equilibrar nuestra balanza de pagos. Pero no han pensado qu¨¦ ocurrir¨ªa con el sector del autom¨®vil. Tenemos todav¨ªa un parque de autom¨®viles muy viejo. El dejar los coches aparcados ser¨ªa un incentivo a no cambiarlos. ?Qu¨¦ pensar¨ªan los que trabajan en talleres de reparaci¨®n de coches si descendiese el n¨²mero de veh¨ªculos averiados? Las refiner¨ªas tambi¨¦n producen aceites de motor y otros lubricantes. Se vender¨ªan menos neum¨¢ticos. Sobrar¨ªan empleados en las gasolineras. Todos estos costes son tan reales como los que arroja "el despilfarro energ¨¦tico" del uso individual del coche. Hay que tener en cuenta que con obras de infraestructura adecuadas se ahorrar¨ªan atascos, y con la disminuci¨®n del uso de las marchas cortas tambi¨¦n disminuir¨ªa el gasto de combustible.
S¨®lo se puede hablar de despilfarro cuando la Administraci¨®n es la primera en dar ejemplo, y ¨¦ste no es el caso.
Si para solventar el problema del tr¨¢fico, por uno u otro camino, se produce un gasto, quiere decirse que se trata de una opci¨®n de la Administraci¨®n y no de un axioma ineluctable.
La subvenci¨®n del transporte p¨²blico contenida en los contratos-programa costar¨¢ 175.000 millones que aportar¨¢ el Estado, a los que hay que a?adir 160.000 millones de los consorcios de transportes de Madrid y Barcelona. Y no ser¨¢n utilizados para lo que desean los ciudadanos, que no es otra cosa que trasladarse r¨¢pida y c¨®modamente en sus coches. Esta medida evidencia que se ha saltado ol¨ªmpicamente el precepto constitucional contenido en el art¨ªculo 31.2, que impone los criterios de eficacia y econom¨ªa en la programaci¨®n y ejecuci¨®n de] gasto p¨²blico.
No hay que preocuparse excesivamente porque s¨®lo se perder¨¢n unos cuantos cientos de miles de millones en algo que los espa?oles no haremos, como tampoco lo har¨¢ Jos¨¦ Borrell. La subvenci¨®n quiere decir viajeros para el d¨¦ficit.
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