Cr¨®nica de un ¨¦xito anunciado
Cr¨®nica de una muerte anunciadaEl teatro de T¨¢vora, el teatro de La Cuadra es un teatro rico, plural, en el que la palabra se prolonga en el cante: un teatro de emoci¨®n, de pathos, que oprime la garganta, pone la piel de gallina y deja, las m¨¢s de las veces, un sabor amargo, de cat¨¢rtica resaca.No es, pues, de extra?ar que T¨¢vora se haya encaprichado con la Cr¨®nica... del colombiano para llevarla a su terreno, a su teatro. Esa muerte tiene mucho de acoso y derribo taurino, de sacrificio perpetrado, consentido, por un pueblo que cree en los sue?os, que vive rodeado de caballos, de perros, de gallos y palomos; en el que los hijos son "criados para ser hombres" y las hijas "educadas para casarse"; en el que los matarifes de Santiago Nasar, los gemelos Vicario, cr¨ªan cerdos para el sacrificio a los que ponen nombres de flores; en el que el honor se lava con sangre; un mundo supersticioso, primitivo y brutal, enroscado en la rueda de la cumbiana, vaciando inumerables botellas de ca?a, arrodillado ante la imagen rid¨ªcula y prepotente de un obispo de opereta. Un mundo ritual y tr¨¢gico.
Espect¨¢culo de Salvador T¨¢vora basado en la novela de Garc¨ªa M¨¢rquez
La Cuadra de Sevilla. Direcci¨®n: T¨¢vora. Teatre Victoria, Festival de Tardor, 21 de noviembre.
Para T¨¢vora, Santiago Nasar, el sacrificado, es la encarnaci¨®n de un andaluz primitivo y universal. Un andaluz de tragedia. Su muerte, anunciada como en la tragedia griega, es doblemente tr¨¢gica. En torno a esa muerte, T¨¢vora esparce sobre el escenario el ritual de su teatro. Empezando por el cante: cantes de ida y vuelta, en que Colombia se mira en Andaluc¨ªa a trav¨¦s de colombianas y guajiras, para terminar con una albore¨¢ que liga la tragedia y se convierte en el leitmotiv musicai de la obra: "En un verde prado, tend¨ª mi pa?uelo (la s¨¢bana de lino del lecho nupcial) / Nacieron tres rosas como tres luceros".
Y siguiendo con el baile: la sombra del muerto, el fantasma de Santiago Nasar que cruza el espect¨¢culo bailando su propia agon¨ªa; con las enormes mitras, cual capirotes, alzadas mediante poleas, mientras redobla la campana y suena la m¨²sica de bombo y platillo y aparecen los acr¨®batas y las m¨¢scaras simbolizando el circo caribe?o del obispo; con el acoso de Santiago Nasar con el capote, mientras irrumpe el pasodoble (Fiesta de Manizales), hasta llegar a la escena del sacrificio perpetrado por los gemelos Vicario con sus cuchillos de matarife, bien afilados, con los que parten a grandes golpes el costillar de una borrega muerta ante los ojos at¨®nitos del p¨²blico, como si de las mism¨ªsimas carnes de Santiago Nasar se tratara, mientras el padre Amador salmodia el relato que hace el cronista de la autopsia que le practicaron al cad¨¢ver del sacrificado. Una muerte anunciada y terrible que, con los a?os, supondr¨¢ el destierro de los Vicario, el perd¨®n de San Roman hacia Angela, su reencuentro, ese "tambi¨¦n se aprende a querer" y la convicci¨®n, muy arraigada en el andaluz T¨¢vora, de que siempre hay que estar "de parte del muerto", del sacrificado.
La puerta grande
Lo que acaban de leer es, a grandes rasgos, lo que escrib¨ª a ra¨ªz del estreno del espect¨¢culo de T¨¢vora en el Public Theatre de Nueva York el 1 de agosto pasado, inaugurando la 14 edici¨®n del Festival Latino. Recuerdo muy bien aquella noche, la reacci¨®n entusi¨¢stica de un p¨²blico, tan distinto del nuestro, ante las im¨¢genes fuertes, de una gran belleza, de T¨¢vora, aupadas por esa m¨²sica -en la que el Requiem de Mozart se da la mano con la albore¨¢- que el sevillano sabe utilizar como s¨®lo el viejo Kantor sabe hacerlo.Al d¨ªa siguiente del estreno, al anochecer, compramos los peri¨®dicos. Mel Gussow (The New York Times), que parece conocer muy bien la novel¨ªstica de Garc¨ªa M¨¢rquez, elogia el trabajo de la compa?¨ªa pero rechaza la visi¨®n de T¨¢vora: para hallar un apropiado equivalente dram¨¢tico del mundo de Garc¨ªa M¨¢rquez ser¨ªa necesario, dice Gussow, "el talento de un maestro del cine como Luis Bu?uel". Cllve Barbes (New York Post), por el contrario, admite, razona y aplaude el ritual del sevillano, abriendo el camino hacia una visi¨®n po¨¦tica del espect¨¢culo.
Cr¨®nica de una muerte anunciada llega ahora a Barcelona con todas las bendiciones: la de Gabo y la de la gran mayor¨ªa de cr¨ªticos norteamericanos, mejicanos, portugueses (Lisboa) y franceses (Festival de Bayona), sin olvidar los sevillanos. Acunada por interminables aplausos y gritos de "?bravo! ?bravo"'. En el caso de Sevilla, am¨¦n del fervor popular materializado en larguisimas colas frente a las taquillas del Lope de Vega, hay que resaltar el reconocimiento y la entrega un¨¢nime de la rampante clase pol¨ªtica sevillana ante el arte universal de T¨¢vora, un artista poco amigo de reverenclas y zalamer¨ªas, como qued¨® bien patente en su anterior espect¨¢culo, Alhucema, en el que resucitaba a Blas Infante para cantarle cuatro verdades a aquella misma clase pol¨ªtica. En tal sentido, no deja de ser significativa la presencia en Barcelona del responsable de Cultura de la Junta de And¨¢luc¨ªa, se?or Su¨¢rez Japon, quien se sent¨® en una platea junto al conseller Guitart, una imagen poco habitual en los escenarios espa?oles.
La acogida dispensada a La Cuadra de Sevilla en su nueva visita a Barcelona ha sido muy buena. Escritores como Vargas Llosa, Mars¨¦ y V¨¢zquez Montalb¨¢n, han elogiado el trabajo de T¨¢v ora. Al abandonar la sala, una espectadora le dijo a su amiga: "Ahora vas y me cuentas de qu¨¦ va". Su amiga le pregunt¨®: "?Que acaso no te ha gustado?", a lo que la espectadora respondi¨®: "Al contrario, me ha entusiasmado". Lo que ocurre es que la espectadora no hab¨ªa leido la novela. ?A qu¨¦ esperan para venderla en el vest¨ªbulo del Victoria?".
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