Medio siglo de maestro en tauromaquia
Horas de conversaci¨®n y Pepe Luis V¨¢zquez no acaba de aceptar la categor¨ªa que la historia del toreo le reconoce. Al preguntarle si tiene conciencia de que para los aficionados es la figura m¨¢xima del toreo de los ¨²ltimos 50 a?os, se limita a sonreir y comenta: "Bueno..., parece que partidarios s¨ª tuve unos pocos". Recientemente le ofrecieron homenajes en Sevilla y Madrid, con motivo de sus bodas de oro como doctor en tauromaquia, y cost¨® convencerle para que aceptara pues, en su modestia, rehuye cualquier acto en el que haya de ser protagonista. Dice: "Llegu¨¦ alto en el toreo, fue bonito vivirlo, pero todo aquello ya pas¨® y ahora estoy dedicado a mi trabajo, a mi mujer, a mis siete hijos y a mis dos metos".Tampoco sobre el acontecimiento crucial de su alternativa termina de explayarse. Fue el 15 de agosto de 1940. "Ten¨ªa 18 a?os" comenta al fin, "y en esa fecha cumpl¨ª el gran sue?o de mi juventud: tomar la alternativa en la Maestranza". Lo recuerda as¨ª: "La plaza estaba a rebosar cuando son¨® el clar¨ªn a las cinco de la tarde. Pepote Bienvenida me dio la alternativa, en presencia de Gitanillo de Triana, y dijo lo normal en estos casos: que me deseaba suerte. Los toros, de Curro Chica, no salieron buenos, y me esforc¨¦ en sacarles partido".
Cinco d¨ªas despu¨¦s toreaba en San Sebasti¨¢n, y all¨ª supo lo que era alternar con diestros veteranos. "El segundo toro de Domingo Ortega era muy bueno, a pesar de lo cual el maestro lo llev¨® al caballo con fingida torpeza, dando a entender que el toro era malo, y cuando lleg¨® mi turno, grit¨®: '?Muchacho, a lidiarlo nada m¨¢s!'. Pero yo, que hab¨ªa advertido su nobleza, me recre¨¦ tore¨¢ndolo a la ver¨®nica". Al acabar el quite, Marcial talanda, que encabezaba el cartel, me susurr¨®: 'Pronto has visto al toro ?eh, chaval?'. La verdad es que, en aquella ¨¦poca, los toreros no nos d¨¢bamos cuartel".
La actuaci¨®n cumbre de Pepe Luis V¨¢zquez fue el a?o 1951 en Valladolid, y esta es su versi¨®n: "El toro -un Villagodio- respond¨ªa, de manera que pim y pim, le saqu¨¦ del tercio con estos pases" [el maestro los esboza con la mano], "di otros en los medios, le met¨ª tres palmos de espada por el hoyo de las agujas, rod¨® sin puntilla".
Vaya forma de contarlo. Relatada con ese laconismo, la faena igual pod¨ªa haber sido gloriosa que catastr¨®fica. Cuantos la vieron aseguran que fue gloriosa, un prodigio de arte, y una vez consumada, Pepe Luis se dirig¨ªa a la barrera presa de gran turbaci¨®n. ?l mismo lo confirma: "No me daba cuenta de nada. Me hab¨ªa sumido de tal forma en el toreo, que estaba flotando en una nube. Los compa?eros en esa corrida -Manolo Gonz¨¢lez, Luis Miguel Domingu¨ªn, Litri-, me dieron la enhorabuena, y el p¨²blico..., ?qu¨¦ delirio hab¨ªa en el p¨²blico! Otras tardes resultaron peores En Vitoria un espectador le quiso tirar un ni?o. Ocurri¨® de esta guisa: "Al dar un pase de castigo, el toro se estrell¨® contra el burladero. En esto oigo gritar a Jos¨¦ Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas: . ?Abrevia, que se muere!'. Quiz¨¢ el toro estaba conmocionado del porrazo, o acaso se mor¨ªa -no s¨¦-, y me apresur¨¦ a matarlo. ?La que se arm¨®! Hubo tal esc¨¢ndalo que el presidente me llam¨® al palco para amonestarme -seg¨²n era costumbre entonces- con gas¨®geno, que iban a 40 kil¨®metros / hora y, cuando hab¨ªan de enfilar un puerto, los toreros se apeaban y lo sub¨ªan a pie porque el coche no pod¨ªa con toda la carga. Para viajar de Sevilla a Bilbao, por ejemplo, tardaban casi un d¨ªa. Lo cual no impidi¨® que las figuras torearan tanto o m¨¢s que las de ahora. Pepe Luis V¨¢zquez lleg¨® a hacer temporadas de 80 corridas.
Llegado octubre de 1940 el Gobierno Civil de Madrid organiz¨® una corrida en homenaje a Himmler, el jefe nazi de las SS, y determin¨® incluir en el cartel a Pepe Luis V¨¢zquez. "Lo supe en Zaragoza, y como no quer¨ªa participar en esa corrida, abandon¨¦ precipitadamente la ciudad, para que no me encontraran. Pero la Guardia Civil ten¨ªa orden de buscarme, puso controles en la carretera y me localiz¨® en Alcolea del Pinar. De manera que tore¨¦ la corrida, sin remisi¨®n".
"Cuando acud¨ªa el Caudillo a los toros", sigue relatando Pepe Luis, "sub¨ªamos al palco a cumplimentarle, y en aquella ocasi¨®n, claro, saludamos tambi¨¦n a Himmler. Pregunt¨¦ si le hab¨ªa gustado la corrida, y respondi¨® que s¨ª, pero que estuvo a punto de marearse pues le hab¨ªa impresionado mucho la sangre de los toros. Ya ve, qu¨¦ sensible; en cambio no le mareaba cargarse a la gente en la c¨¢mara de gas".
La cornada de Santander
Una de las cornadas que m¨¢s han impresionado en estos 50 ¨²ltimos a?os fue la que sufri¨® Pepe Luis V¨¢zquez en Santander. El maestro no ha olvidado ning¨²n detalle: "El toro correspond¨ªa a El Estudiante. Me dispon¨ªa a intervenir, cuando pregunt¨® el pe¨®n Posadero: 'Jos¨¦, voy?' No, dije. Present¨¦ el capote y camin¨¦ hacia atr¨¢s, para hacer la suerte por derecho, cuando resbal¨¦ y ca¨ª de espaldas. Instintivamente agit¨¦ en alto el capote, para hacerme el quite, pero el toro, un Gracilano, derrot¨® en la cara, abri¨¦ndome la nariz, los p¨¢rpados y el hueso frontal".
"Por la sangre que manaba de las heridas", contin¨²a, "me qued¨¦ sin visi¨®n y di por cierto que hab¨ªa perdido el ojo. Afortunadamente, se encontraba en el tendido el doctor Ruiz Zorrilla, experto en cirug¨ªa est¨¦tica, el cual, al apreciar el alcance de la cornada, acudi¨® a la enfermer¨ªa, y fue quien me oper¨®. Hab¨ªa el problema de que, con la cara destrozada, no pod¨ªan aplicarme cloroformo, y discut¨ªan c¨®mo lo resolver¨ªan. Pero, al limpiarme la sangre, comprob¨¦ ?que ve¨ªa!, ?que no hab¨ªa perdio el ojo! Fue tal mi alegr¨ªa, que me entr¨® un valor fuera de lo normal y dije: ?No hace falta cloroformo! ?Venga un pa?uelo! Me lo met¨ª en la boca, mord¨ª fuerte y aguant¨¦ la operaci¨®n en carne viva.
La cornada de Santander le dej¨® la cara dividida en dos facciones disparejas. Cornadas as¨ª suelen traer serias secuelas an¨ªmicas. Son las que los taurinos llaman "de espejo", pues el torero ve su cicatriz cada d¨ªa al afeitarse, lo que mantiene latente el dramatismo de la cogida. Sin embargo, este no es el caso de Pepe Luis: "S¨®lo me afect¨® en que perd¨ª muchas corridas, pues asum¨ª el percance como parte del oficio. Los toros tienen estas cosas: a lo mejor te matan, a lo mejor te dan la gloria". A Pepe Luis V¨¢zquez, es evidente, estuvieron a punto de matarle y le dieron la gloria. Una gloria que contin¨²a viva 50 a?os despu¨¦s.
Una fiesta distinta
La ma?ana de oto?o es muy fr¨ªa en Sevilla, y los sevillanos que gustan pasear por la orilla del Guadalquivir -normalmente jubilados y algunos ociosos- no salen estos d¨ªas de sus casas o est¨¢n guarecidos en los caf¨¦s. Por las calles hay gentes apresuradas. Sevilla no parece Sevilla; parece Soria..Pepe Luis V¨¢zquez (en tauromaquia basta decir Pepe Luis; no hay otro) entra en el hotel Alfonso XIII bien abrigado y un poco aterido, pero con su buena planta y su andar firme de siempre. Ha hecho una excepci¨®n en su quehacer cotidiano -gestiones por las ma?anas, por las tardes atender las labores agr¨ªcolas en su finca de Carmona- para hablar un rato de toros. Sin duda le apasiona, mas su natural prudencia le coarta juicios de valor sobre personas y acontecimientos. Adem¨¢s tiene un hijo torero -buen torero, que atesora una clase excepcional- y no querr¨ªa herir susceptibilidades.
Pepe Luis s¨®lo se manifiesta con amplitud para se?alar que la fiesta ha cambiado radicalmente en los ¨²ltimos 50 a?os: "Ha cambiado el toro, m¨¢s parado y uniforme ahora, por lo que muchos toreros se parecen entre s¨ª y las faenas son mon¨®tonas. Tambi¨¦n ha cambiado el p¨²blico, que antes era vehemente y entendido. En mi ¨¦poca hab¨ªa variedad y emoci¨®n en el ruedo; exigencia y conocimiento de causa en el tendido. Ahora quiz¨¢ haya m¨¢s regularidad abajo y m¨¢s condescendencia arriba, lo que tambi¨¦n es bueno. Pero, en cualquier caso, la fiesta actualse parece muy poco a la de mi ¨¦poca".
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