Tadeusz Kantor no volver¨¢ jam¨¢s
El art¨ªfice del 'teatro de la muerte' fallece en Cracovia a los 75 a?os
"El teatro es una actividad que se sit¨²a en las fronteras extremas de la vida, all¨ª donde las categor¨ªas o los conceptos pierden su raz¨®n y significado: donde la locura, la fiebre, la histeria, el delirio, la alucinaci¨®n, son las ¨²ltimas trincheras de la vida". Son palabras de Kantor con motivo de la presentaci¨®n de su pen¨²ltima creaci¨®n, ?Que revienten los artistas! . Pero Tadeusz Kantor no dej¨® nunca de reventar. Nacido en 1915 en Wielopole, en la religiosa y fantasmal Cracovia estudiar¨ªa pintura y escenograf¨ªa con Karol Frycz, amigo y admirador de Gordon Craig, un hombre de teatro que influir¨ªa decisivamente en su instinto teatral. Desde 1945 y durante 15 a?os dise?¨® el vestuario y los decorados de casi un centenar de espect¨¢culos. En plena ocupaci¨®n nazi cre¨® en Cracovia un teatro clandestino, el Teatro Independiente, con el que empez¨® a practicar un nuevo realismo, sobre textos de Slowacki y Wyspianski.En 1955 fund¨® el teatro Cricot 2, que le acompa?ar¨ªa, bajo su f¨¦rrea y minuciosa vigilancia, durante toda su trayectoria art¨ªstica. Seg¨²n Denis Bablet, Kantor denuncia con su compa?¨ªa "la instituci¨®n donde tiene su sede un teatro caduco y los academicismos que ya s¨®lo sobreviven a base de estimulantes. Se burla de todo el sistema de normas burocr¨¢ticas que pretenden programar la creaci¨®n, la empresa teatral y sus mecanismos y los plazos que imponen para la creaci¨®n de espect¨¢culos, bajo el sistema de temporadas y repertorios". Kantor pretende un "estado de tensi¨®n" permanente que le permite mantenerse alerta contra la esclerosis.
Desde El pulpo, de Witkiewicz, altern¨® sus producciones teatrales con la creaci¨®n pict¨®rica. En 1960 public¨® su Manifiesto del teatro informal, que inicia una serie de proclamas que intentan atrapar conceptualmente algo que se produce s¨®lo en el escenario. "Despu¨¦s de l955", se?al¨® Kantor en una entrevista, "he hecho mucho arte informal,es decir, automatismos y serialismos, cultivando la materia, el gesto espont¨¢neo, la casualidad, todos los elementos del arte informal". Encerraba a sus actores en espacios ¨ªnfimos, les estimulaba a emplear todos los sonidos que expresa el organismo humano ("escupitajos, balbuceos, como la materia bruta en la pintura de Dubuffet"), para despu¨¦s llegar al lenguaje: "No deb¨¦is pronunciar el texto de modo acad¨¦mico, sino simplemente como los hombres en la vida".
En 1962 realiza sus primeras series de embalajes y escribe un nuevo manifiesto, Embalajes, que constituye una de las bases te¨®ricas de su trabajo, al que seguir¨¢ al a?o siguiente el Manifiesto del teatro cero. Despu¨¦s de haber alcanzado los l¨ªmites de lo informal (el teatro de Kantor es un denodado trabajo en el filo), busca la vida vegetativa y depresiva, camina en el vac¨ªo. De esta etapa es El loco y la monja. A este periodo le seguir¨¢ el teatro-happening ("el happening es ¨²nico, irrepetible, es un acontecimiento en la calle, una cat¨¢strofe... ", dir¨¢), que aplicar¨¢ en La gallina acu¨¢tica, de Witkiewicz.
Con el teatro imposible avanza en la est¨¦tica de la negaci¨®n, que ejemplificar¨¢ en Las graciosas y las monas. El desenlace l¨®gico vendr¨ªa con su ¨²ltimo tramo art¨ªstico y vital. La muerte se convierti¨® en el argumento central de sus ¨²ltimas apuestas: La clase muerta (1976); Wielopole, Wielopole (1980), que sobrecogi¨® al p¨²blico madrile?o en 1981 al darse de bruces con un revolucinario del teatro casi completamente desconocido aqu¨ª; ?Que revienten los artistas! (1985) y No volver¨¦ jam¨¢s (1985), que ha terminado por convertirse en su mejor y m¨¢s despojado epitafio.
Babelia
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