Un violonchelista venido del fr¨ªo
Esta temporada, Aldo Ceccato dirige casi toda la obra sinf¨®nica de Schumann. Faltan la Introducci¨®n y allegro, la Obertura, scherzo y final y el Allegro con introducci¨®n, pero est¨¢n las cuatro sinfon¨ªas, los conciertos de piano, viol¨ªn, violonchelo y cuatro trompas y las oberturas. Escuchamos esta semana la Segunda sinfon¨ªa en do, opus 61 (1845-1846), siempre en la estupenda revisi¨®n de Mahler, gracias a la cual la orquesta, sin dejar de ser la ideada por su autor, suena con mayor claridad.Ceccato hizo una muy bella versi¨®n, tanto por el concepto, que forj¨® durante su larga residencia activa en Alemania, cuanto por un detallismo preciosista en la ejecuci¨®n, que fue excelentemente servido por los profesores de la ONE. Las posibilidades de la ONE, en cuanto ha trabajado bien e ilusionada, se abren ante nosotros, y esta Segunda sinfon¨ªa puede servir como demostraci¨®n. No en vano en la historia de la Orquesta Nacional se cuentan las versiones schumannianas de Argenta y Schuricut, que ahora nos parece poder recuperar bajo la joven gu¨ªa de Aldo Ceccato, quien se gan¨®, con toda justicia, muy largas ovaciones del p¨²blico.
Orquesta Nacional de Espa?a
Director: Aldo Ceccato. Solista: A. Noras, violonchelo. Obras de Schumann. Auditorio Nacional. Madrid, 14 de diciembre.
Tras la obertura de Julio C¨¦sar, in¨¦dita para la ONE, el finland¨¦s Arto Noras (Turk¨², 1942) nos dio una limpia traducci¨®n del Concierto para violonchelo, escrito en la menor, como el de piano, y cargado de esa extra?a belleza inquietante con la que tan frecuentemente sorprende nuestro ¨¢nimo la m¨²sica de Schumann. P¨¢gina dif¨ªcil para el solista, y endiablada para la orquesta, por el constante suceder de breves intervenciones que semejan no querer interrumpir el discurso de la voz principal, sino incitarlo desde un plano de igualdad.
No es Noras un artista c¨¢lido, aunque pueda serlo su sonido en s¨ª mismo, sino un formalista respetuoso con lo escrito y un realizador t¨¦cnico de gran m¨¦rito virtuos¨ªstico. Pero uno quisiera ver sobre cuantas perfecciones muestra el int¨¦rprete finland¨¦s la luz coloreante de la imaginaci¨®n, capaz de considerar ese mundo rom¨¢ntico tan individual que Schumann consideraba dif¨ªcil verlo convertido en escuela.
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