URSS
Este invierno morir¨¢n en la URSS m¨¢s sovi¨¦ticos que el invierno pasado. Muchos, por culpa del hambre. Bastantes, de tristeza y de estupor. Nadie entiende lo que pasa en esta gran potencia, incapaz ahora mismo de dar de comer a su pueblo. Se culpa al Gobierno. Gorbachov se ha quemado. Se culpa a una mafia que desv¨ªa los alimentos para enriquecerse especulando en el mercado libre. Se culpa tambi¨¦n a los conservadores que quieren frenar el proceso democratizador del r¨¦gimen alentando el descontento de la poblaci¨®n. Aquellas colas frente al mausoleo de Lenin se trasladaron a los establecimientos, donde todo escasea. Cuando no se ve cola es se?al de que tampoco hay provisiones. M¨¢s de 40 millones de ciudadanos sovi¨¦ticos viven hoy por debajo del nivel de la pobreza. En una funeraria de Leningrado aseguraban estar preparados para atender la demanda creciente de sus servicios: "Garantizamos el enterramiento o la cremaci¨®n a los tres d¨ªas del ¨®bito", dijo una empleada, quien desminti¨® rumores de que haya problemas en el sector: "Los muertos", fue rotunda, "no van a guardar cola.
Cola hay para comprar en la vida lo que hasta ahora s¨®lo se ha permitido lucir despu¨¦s de la muerte: un esmoquin a modo de sudario para hombres y un vestido de noche para las mujeres. Resulta chocante, por no decir pat¨¦tico, que la prenda de mayor demanda en la URSS sea el lujoso disfraz de la burgues¨ªa y de los camareros, como si en tiempos de quiebra del sistema todos quisieran ir con la pajarita negra anudada al cuello.
Los rusos que adquieren el esmoquin-sudario para la boda sufren una decepci¨®n: a las cuatro vueltas de vals se les desprende media espalda, se les cae la manga o se les va un trozo de pantal¨®n. Estos atuendos funerarios no llevan costuras. Como le ha pasado al comunismo, se tienen s¨®lo con pegamento.
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