Universidades privadas

EL PASADO martes el ministro de Educaci¨®n y Ciencia present¨® al Consejo de Universidades, para su informe, el proyecto de decreto que regular¨¢ la creaci¨®n de nuevas universidades tanto p¨²blicas como privadas. El proyecto, cuya redacci¨®n veros¨ªmilmente no diferir¨¢ demasiado de la del decreto en su versi¨®n definitiva, endurece notablemente las condiciones materiales y de personal necesarias para que puedan crearse nuevas universidades.Esa mayor exigencia no es m¨¢s que una constataci¨®n, siquiera parcial, de que las condiciones que nuestro pa¨ªs requiere hoy para que una universidad pueda ser considerada como tal con una cierta dignidad son muy superiores a las que hubiera requerido hace pocos a?os. Y eso se refiere a las condiciones de vida, de estudio, y al nivel acad¨¦mico de las actividades de docencia e investigaci¨®n que le son propias.

Nadie debiera escandalizarse de que se intente garantizar que las nuevas universidades lo sean de verdad y no simplemente instituciones de ense?anza de las carreras de moda en cada momento. En ese sentido, la insistencia en asegurar las condiciones para que pueda desarrollarse una actividad investigadora, es decir, de creaci¨®n de conocimiento junto con su pura transmisi¨®n, es bastante l¨®gica. Pero el Gobierno deber¨ªa empezar por aplicarse el cuento a s¨ª mismo para que no pueda ser acusado de que esas garant¨ªas son un simple obst¨¢culo para dificultar la creaci¨®n de universidades privadas, y evitar as¨ª una competencia que podr¨ªa ser desastrosa para su propio sistema universitario p¨²blico.

En efecto, algunos de los requisitos establecidos no se cumplen en las universidades p¨²blicas ya existentes. Un elemental sentido de la coherencia aconsejar¨ªa emprender, con la mayor urgencia, la tarea de conseguir que las universidades que tenemos cumplan las condiciones que se imponen a las que vamos a tener. Pero quiz¨¢ el punto que ha suscitado mayor discusi¨®n ha sido la prohibici¨®n de que los profesores numerarios (funcionarios) de las universidades p¨²blicas ejerzan, al mismo tiempo, como profesores en universidades privadas.

Parece razonable esperar que los nuevos centros privados tengan la suficiente solidez como para contar con su propio profesorado sin tener que recurrir a pr¨¢cticas que han sido calificadas de parasitismo hacia la Universidad p¨²blica. Ni el cuerpo de profesores universitarios en Espa?a es tan boyante como para que pueda atender a nuevas demandas de ense?anza superior si atend¨ªa ya malamente a las existentes ni parece correcto que se afronte la creaci¨®n de instituciones privadas sobre la base del pluriempleo de los profesores de las p¨²blicas, como ha sido pr¨¢ctica generalizada en el pasado. En todo caso, las universidades privadas gozan de merecido prestigio en el mundo por la calidad de sus profesores, que lo son en plenitud de derechos y obligaciones.